En un hospital de sangre situado junto al desierto, el interno Louis Gracq vive rodeado de la demencia, la enfermedad y la desesperanza, encerrado junto a otros heridos y prisioneros de guerra, hasta que una noche recibe la visita de uno de los presos que pide su ayuda para escapar y llegar hasta territorio aliado. Desde ese momento, rodeado por un mundo de planos alternativos, manuales de teorías heterodoxas y mensajes encriptados, Gracq entabla una secreta y fabulosa comunicación con el fugitivo a la vez que imagina y reconstruye el extraviado afuera.
RESEÑA
Perderse en lo que a uno le gusta es uno de los mayores placeres de la vida. La narrativa de Damián Cordones es un juego al que todos deberíamos jugar en alguna ocasión. No hay excusa posible. Muchos de los títulos de este particular autor, disponibles enlahienanoríe.com, son tan breves como asequibles. Lugar baldío en cabeza humana es otra pieza más del «puzle Cordones», una nueva caída libre en un universo construido en base a capas superpuestas e identidades inciertas. Otro clavo en este gozoso ataúd.
El título nos proporciona una pista importante de lo que vamos a encontrar en esta novela corta. Bien pensado, lo baldío es lo que permea, pues la historia nos empapa con un aire de desolación en la que se encuentran presos los personajes —especialmente el protagonista— de la obra. Como buen director de juego, el autor nos arrastra a vertientes distintas de una misma historia, ambientada en un escenario cuasi apocalíptico que funciona como una constante amenaza en la sombra, un monstruo que nunca termina de manifestarse del todo. Situada en una edificio que a veces parece una institución psiquiátrica y otras una cárcel militar, la novela describe el exterior como un erial que solo puede ser transitado con trajes especiales, pues el mismo aire parece ser tóxico para nuestra piel.
El autor juega con la identidad a través de una amalgama de nombres falsos, incluido el del propio narrador, Louis Gracq. También se trata de sugerir el trastorno, quizá de manera más explícita que en otras de sus obras, aunque siempre conservando la ambigüedad o la «doble mirada» que empuja a la duda perenne. Aquí además contamos con un importante componente bélico que empasta muy bien con ese recurso de contar historias dentro de historias tan característico del autor. De algún modo, Lugar baldío en cabeza humana remite a esa frialdad y extrañeza de la Europa Oriental de finales del siglo XX. En todo momento lo sentí como si Cordones quisiera reescribir el Stalker de Tarkovsky y nos dejara entrever algo más de su fascinante Zona.
Este componente de una etérea ciencia ficción no es, sin embargo, el único indicio de enfermedades y trastornos que aquejan a los personajes. La voz del protagonista se ve alterada en numerosas ocasiones, dando lugar a un curioso juego de espejos que, como suele ser habitual en Cordones, nos arrastra a cuestionar la realidad y, sobre todo, a ver la historia a través del velo de incertidumbre que lo impregna todo. Así, la enfermedad mental se convierte en necesaria para explicar la obra. El autor es un maestro a la hora de plasmar esa inestabilidad kafkiana, así como la fragmentación de esquemas mentales ya de por sí difusos. Es esta una literatura aparentemente alienígena, pero solo hay que escarbar un poco para hallar la inquietante cercanía de un microuniverso mucho más reconocible de lo que parece en una primera lectura.
Como sucede a menudo con este autor, los toques de metaliteratura (en un momento dado, se cita al propio manuscrito que nosotros leemos) y la carga de ambigüedad aparecen para instalarnos en la incertidumbre. ¿Cuánto de real hay en la historia, si es que no es todo producto de la imaginación del protagonista? ¿Cuánto está el lector dispuesto a avanzar, a dejarse embaucar, a jugar? Espero que mucho.
Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar la experiencia del usuario a través de su navegación. Si continúas navegando aceptas su uso. AceptarLeer más