JAMES WAN: UN MAL NECESARIO

por Carlos Ruiz Santiago

Mi madre tiene un refrán que le gusta repetir: hay gente que nace con estrellas y gente que nace estrellá.

Seguro que estáis todos de acuerdo: inútiles que lo hacen todo bien a la primera, gente verdaderamente buena con una suerte verdaderamente mala. Todos conocemos gente así. Y, en el cine de género, si alguien tiene una puta constelación velando por él, ese es James Wan.

Nunca la mediocridad se ha vendido tan alto. ¿Una saga sobrenatural malucha de estética aburrida y predecible y atmósfera de baratillo basada en unos famosos estafadores a romantizar? Perfecto, más de tres películas que lo peten en pantalla. ¿Torture porn? Alarguemos el chicle hasta la pota. Aún recuerdo como el ultraje más grande a mi persona el estreno de Maligno, que me negué a ver por obvias razones. Veo claro, como si fuese ayer, a la gente alabar la película como el segundo advenimiento de Jesucristo, solo que era más guay porque aparecía a lomos de Cthulhu, con una chupa de cuero y gafas de sol, el muy hijo de puta. Llegué a escuchar (o a leer, que en estos convulsos tiempos parecen conceptos a entrelazar) que era la apuesta más loca del terror de la última década, pulp en estado puro, un casca cabezas de giros impresionantes y blablabla.

Al final, sin querer yo perderme algo del sagrado resplandor del salvador, acabé viéndola. Y vi la primera escena, los primeros cinco minutos y casi entré en su juego. Luego me esperaban dos interminables horas de copia de Hennenlotter sin gracia y de relato de Masterton sin la macarrería. Y me sentí profundamente necio (e incluso gilipollas, podría decir) por no vérmelo venir. Porque es el modus operandi de este hombre: coger una premisa atrayente y simplificarla y bastardizarla hasta que ya solo queda un subproducto de consumo rápido y vacío. Estéticas muertas con ritmos predecibles y un semblante de seriedad y gravedad que no pega en cintas que, en realidad, son tan suavitas y ligeras. Ni la sangre tiene peso ni la atmósfera densidad. Simplemente no funciona. Y ni siquiera es porque Wan sea mal director, porque de veras creo que no lo es. Es un tipo fluido y claro a la hora de narrar, se fija mucho en el uso de la luz y a veces experimenta y obtiene cosas creativas a nivel técnico que funcionan.

La dudosa revolución del género (Maligno)

No, su problema es más la filosofía de trabajo, de creación. Es hacer productos de venta fácil a costa de destrozar el supuesto terror que hay dentro, el alma y corazón latente que se supone que da vida a este género. Estupidiza a la audiencia y a la competencia creando productos predeterminados y manidos que dan la excusa perfecta a los soplapollas engreídos que sueltan eso de «es que hoy en día ya no se hace buen cine de terror».

Y, aún todo, me alegro de que James Wan exista. Y esto no es por ninguna moralina de haber entendido a medias a Voltaire. No, nada de eso, aquí hay pragmatismo y egoísmo puro. Porque Maleficio será una mierda manida, la típica adolescente que se cree muy loca por ponerse mechas azules y llevar cadenas, una cinta de superhéroes cutre de principios de los 2000, pero sentó un precedente. Una película que no se basa en nada y que arrasa en taquilla. Y hace poco salió Smile, una película que no se basa en nada, de un director novel para más inri. Y arrasó en taquilla. Y esa cinta requería pasta para hacerse, pasta de verdad. ¿Y por qué creéis que alguien se gastaría semejante cantidad de dinero en un pavo que no conocen ni en su casa? ¿Vais viendo los hilos?

Porque Smile, con sus cosas, sí que es una cinta notable. Y no solo eso, es que el director ha logrado meter la cabeza en la industria (en este caso con un éxito atronador, aunque no es necesario siempre) y va a poder realizar más proyectos. Porque, cada vez que la cosa está parada, aparece Wan para recaudar para el género. Y algún productor viejo y con un puro gordo decide echar pasta en algún proyecto de algún pringao como nosotros, por aprovechar el tirón. Y, entonces, una nueva cabeza del género sube.

Smile, de Parker Finn (2022)

James Wan no es un director al que yo aprecie, irónicamente, por la calidad de su obra, sino por su servicio a la comunidad. Quizás parezca una tontería, algo que incluso puede que sea un efecto colateral, y quizás tengáis razón. Quiero decir, no es Scorsese metiéndole pasta al cine indie o reivindicando la industria europea. Pero, joder, basémonos en los hechos: que el terror venda hace que la gente que no entiende ni le importa pero que sí que amasa el dinero (porque el mundo es un lugar terrible) apueste en terror, que se abran puertas a nuevas voces, a sangre fresca que evite que la industria se pudra y muera en las mismas tres vacas sagradas de siempre. Y, seamos sinceros, nadie vende en este tipo de cine como el señor Wan.

Supongo que está bien que no todos nazcamos con estrellas mientras a alguno se le caigan las suyas. Porque no será el mejor autor de la historia del género, pero sí uno de los que pasan a la historia.

Hay que joderse con las vueltas de la vida, ¿eh?

1 comentar

Daniel Aragonés enero 16, 2023 - 6:26 pm

Enamorado de tus artículos. En serio.

Responder

Deja un Comentario

También te puede gustar

Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar la experiencia del usuario a través de su navegación. Si continúas navegando aceptas su uso. Aceptar Leer más