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Título: Las doncellas de óxido
Autor: Gwendolyn Kiste
Editorial: Dilatando Mentes
Género: Fantástico, terror
Nº de páginas: 308
Precio: 18,95€
Dilatando Mentes me ha acompañado en los últimos años, convirtiéndose para mí en un gran refuerzo hacia mi amor por la literatura de género contemporánea, contribuyendo a mi faceta de escritor al regalarme una serie de miradas novedosas y contemporáneas hacia el terror literario, y forjando una bonita relación entre editorial y lector que se retroalimenta.
Pero mi labor como reseñador me obliga ante todo a ser objetivo, y he de avanzar ya que Las doncellas de óxido me ha dejado un sabor agridulce.
El premiado debut en novela de Gwendolyn Kiste ofrece una propuesta cuyo potencial es innegable: en Denton, una pequeña comunidad obrera de Cleveland, en plenos años 80, se desata una crisis de dos cabezas. Una es la amenaza de cierre de la fábrica que da empleo y sustento a toda la ciudad. La otra, la extraña enfermedad que comienzan a desarrollar y sufrir cinco chicas jóvenes. Ambas tienen la capacidad de acabar con los cimientos de Denton, así como de poner fin a un modo de vida adquirido a través de generaciones.
Narrada con una estructura que alterna dos líneas temporales, la trama de Las doncellas de óxido tiene, por tanto, varios puntos de interés. Tenemos por un lado el acertado dibujo social de una época complicada para la clase trabajadora, extrapolable en su crítica a los tiempos actuales, con los que son evidentes los paralelismos. Una impresión de inseguridad e incertidumbre se posa en cada página, tanto a nivel personal como de comunidad. Quizá sea este aspecto social lo más memorable de la novela, pues termina revelándose como la gran metáfora de fondo que lo impregna todo.
Por otro lado, existe una clara intención de mostrar en primer plano una historia de transformación, de cambio y diferenciación. O más bien del miedo a ese cambio. También ahí Kiste da en el clavo, a través de pasajes y reflexiones que esconden muchos de los imprevisibles impulsos del comportamiento humano. Otra vez, la metáfora se hace coincidente con la realidad que vivimos en pleno 2020.
Dicho esto, la novela también presenta una serie de problemas que elevan un muro difícil de derribar. En cuanto a la trama, hay un tema duro de tragar, y es el incoherente comportamiento de la comunidad en su globalidad, y de los padres de las chicas enfermas en particular. Vale que hemos de retrotraernos a unas décadas atrás, pero se me hace muy cuesta arriba concebir el trato que los familiares dispensan a las pobres chicas. Se puede decir eso de “la realidad supera la ficción”, y a buen seguro es así y con casos aún peores, pero en esta ocasión me ha parecido un tanto forzado en aras de la historia.
Acudiendo a otros aspectos, y esto ya no es problema de la novela en sí, esperaba encontrar una novela de terror que bebiera de la actual corriente de ficción extraña, y en cambio me he encontrado con un drama adolescente que apenas toca el terror de manera muy tangencial. Desconozco los criterios de los premios Bram Stoker a la hora de valorar los distintos componentes de una novela, pero en ningún caso catalogaría a Las doncellas de óxido como una novela de terror, y tampoco veo que sea una obra merecedora del reconocimiento que ha obtenido.
El otro problema que se me ha presentado viene derivado de la protagonista. Me cuesta mucho comulgar con alguien tan repetitivo en su pesimista modo de ver el mundo, tanto en su versión adulta como adolescente. Como es lógico, esto sirve para definir al personaje, pero bajo mi punto de vista Gwendolyn Kiste se excede al incidir tanto en un tono tan lóbrego. Un ejemplo:
“Probablemente aquello no serviría de nada, al igual que todo lo demás que había intentado. Me dejé caer contra la puerta, fingiendo que podía quedarme allí para siempre, pere ese era mi problema. Nunca quise admitir la derrota o aceptar que las cosas cambiaban. Pensaba que con contener la respiración todo se solucionaría”.
Tal vez la novela hubiera agradecido algún que otro cambio de narrador o punto de vista, ya que la única voz de Phoebe puede hacerse algo cargante en ocasiones. Sin llegar a cambiar el narrador, esto se podría haber aplacado ligeramente pegándonos más a esas doncellas de óxido, que se nos describiera el proceso por el que atraviesan de primera mano.
Los conocedores de esta editorial no se sorprenderán de la buena labor que realizan en cada una de sus ediciones. Aquí volvemos a encontrar ilustraciones de Juan Alberto Hernández (la portada me parece una obra de arte) y el resto de secciones habituales (prólogo, postfacio, lista musical…) que enriquecen el volumen. Sin embargo, esta vez me veo obligado a recalcar otro asunto, y es la extraña y, bajo mi punto de vista, errónea estructuración que tienen buena parte de los diálogos de la novela. Digamos que se ha optado por mantener el modelo de puntuación anglosajón, insertando el diálogo justo después de frases introductorias, sin que haya salto de línea ni otro tipo de separación. El efecto es confuso, y a veces implica tener que confiar en el contexto para comprender quién está hablando.
Más allá de estos problemas, hay que decir que la novela se lee del tirón y que la historia resulta lo suficientemente interesante. Salvando las distancias, se podrían establecer ciertos paralelismos entre la visión de Kiste y la intención de Mary Shelley con su Frankenstein, e incluso con la más retorcidas figuraciones de Richard Calder en Babilonia. Algunos puntos de la adolescencia están muy bien tratados, así como el mencionado componente de crítica social. Mi lectura es que Las doncellas de óxido viene a ser un tratado sobre la decadencia y las oportunidades perdidas que permanecen en la memoria. Aun con sus claros y sombras, recomiendo su lectura.
José Luis Pascual
Administrador
2 comentarios
La tengo fichadísima. A ver si me hago pronto con ella.
Un abrazo.
Gracias, Rocío. Espero que te guste algo más que a mí.
Un abrazo.