EL SARGENTO CADÁVER (Rodrigo Martínez Puerta)

por Francisco Santos Muñoz Rico

Título: El sargento cadáver

Autor: Rodrigo Martínez Puerta

Editorial: Libros Indie

Nº de páginas: 176

Género: Bélico-filosófico

Precio: 15€

Repentinamente, sentí unos dedos agarrándome de la pernera del pantalón. El sobresalto me enjauló en un estallido grimoso, sujeto al afilado escalofrío sobre mi espinazo, con el vello de punta hacia el infarto…


El autor hace gala de un afán de disección de las ideas y sucesos, de las sensaciones y circunstancias, muy de agradecer; ya en los primeros capítulos se va gestando un ambiente cargante que sigue álgido durante toda la obra. Ambiente cargante y lenguaje recargado en la narración, contrapunteando con un lenguaje tendente a la bajeza castrense (vil donde las haya) en los diálogos: para mí una mezcla perfecta.

Pero ese ambiente cargante no es la tónica general del libro, sino que es solo el atrezo, el decorado, necesario sin duda; lo capital en este libro es el diálogo: y es un diálogo a la manera de los de Platón.

He de citarme a mí mismo, no soy periodista ni tengo ninguna clase de principios de objetividad cuando hablo de un libro, mis principios en todo caso son todo lo contrario: soy fiel a mi subjetividad (perdóneseme el solipsismo). Recientemente he escrito un libro que titulé Primer plano del fuego, en el que también uso un escenario hecho a mi medida y antojo para practicar una especie de diálogo platónico (también a mi medida y antojo); y puedo afirmar que el mismo impulso que viaja desde la entraña hacia el exterior y que normalmente choca con una barrera aparentemente infranqueable pero que puede ser expresado mediante una obra literaria (a ese impulso yo lo llamo la náusea, como ya lo han llamado otros señores, por ejemplo Jean Paul Sartre), ese impulso es, parece, el que hay al principio de este libro, es su primum movens.

En cierto sentido también esta obra puede verse como una revisión de Johnny cogió su fusil, la novela de Dalton Trumbo o la película, más conocida; esta comparación me resulta ineludible: aunque nuestro protagonista conserva su cara y sus extremidades, también está atrapado (o lo está durante un buen tiempo) solo consigo. También se ve impelido a hacer una revisión de su historia personal que recuerda a ese desfile de escenas que dicen que pasa ante tus ojos en los instantes postreros de tu existencia.

La supervivencia está sobrevalorada, pero irse de este mundo por la puerta grande no tiene precio.

Pero también es una historia buena de por sí, no solo una artimaña para exponer las ideas del autor, que no se me malinterprete. La épica se enseñorea del texto en los momentos en que le es dado hacerlo; haciendo de esta lectura un hito muy especial.

 

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