Título: En la oscuridad del invierno
Autor: Tim Winton
Traducción: Angelica M. Ripa
Editorial: Catedral
Nº de páginas: 176
Género: Suspense, Noir rural
Precio: 18,90€
A gatas me arrastré por la hierba mojada peinando el suelo delante del porche. Olía a hoguera y a huevos, oía el canto de los pájaros y sentía el bombeo furioso de la sangre en los oídos. Buscaba senderos y cada vez me cabreaba más. No encontraba más que mis propias pisadas por todas partes, la noche anterior había dado vueltas y más vueltas como un desequilibrado. Vi una rodada donde la tierra y la hierba habían quedado arrancadas: un frenazo brusco. Me tuvo una hora entretenido. Me maldije a mí mismo y al dolor de espalda y rodillas, pero al final acabé dando con una única huella clara. A unos cinco metros del porche. Permanecí allí, en cuclillas, con toda la atención puesta en ella.
Me pregunto si existirá mayor placer que el de comprar un libro totalmente desconocido en una librería, tan solo dejándote guiar por el instinto y, si acaso, por una portada llamativa. De nada conocía a Tim Winton, autor de renombre y abundante producción en su Australia natal. Pero es difícil resistirse a frases como la que aparece en la contraportada de En la oscuridad del invierno: «En un valle aislado, cuatro vidas se ven alteradas por los más profundos temores de la noche». La portada, en este caso, añade más peso al misterio, ya que muestra una casa aislada en mitad de un bosque inquietante. ¿Quién podía resistirse?
No es difícil hacerse una composición de lugar alrededor de la premisa de la novela. Cuatro personajes que habitan un paraje apartado de la civilización ven su rutina alterada cuando el ganado aparece brutalmente mutilado. Algo parece acechar al valle por las noches, y el cuarteto de protagonistas se verá obligado a hacer frente a la amenaza.
Sé lo que estaréis pensando, pero en realidad En la oscuridad del invierno no es una obra de terror, al menos en un estilo clásico. Más bien se trata de un magnífico estudio de personajes empujados a circunstancias delicadas.
La novela hace gala de un estilo muy atento al detalle, quizá algo recargado pero en el buen sentido. De algún modo, la prosa de Winton te envuelve, te abraza y promete quedarse contigo. El dibujo ambiental es por sí solo uno de los grandes atractivos de la obra, aspecto que ya da buena muestra de su calidad literaria. Aunque la historia transcurre en Australia, el tono de la obra traslada al lector a parámetros reconocibles del oeste americano, una vida rural dedicada a la soledad y que, pese a ello, no es inmune al estrés y la ansiedad. En tal contraste se mueve el autor con destreza, añadiendo al importante peso “actoral” un elemento inquietante que va cobrando fuerza a medida que las páginas se suceden.
El foco gira continuamente alrededor de los cuatro protagonistas, alternando y alterando puntos de vista en una dinámica que poco a poco va calando en los que observamos. Hay algo de teatralidad en la propuesta, algo de íntimo dibujo de traumas presentes y futuros, narrados a través de diferentes voces y tiempos verbales. El conjunto fluye y triunfa debido a las oscuridades de cada uno de los personajes, algunas de las cuales terminan inflamando la obra para contaminar, en sentido positivo, la narración con gotas de terror.
La aridez del estilo narrativo de Winton es una de las grandes promesas que hace En la oscuridad del invierno, promesa esta que alcanza de lleno al lector durante el tramo final de la novela, arrastrando con ella gran cantidad de barro, lluvia, oscuridad y amargor. Aunque no lo parezca, estamos ante una obra de personajes que se desenvuelven con torpeza y una pizca de sabiduría. Sabe el escritor atezar a sus personajes, someterlos a una desventura que tiene mucho de western crepuscular.
Y la promesa no se rompe. Más bien al contrario, va añadiendo capas de turbiedad y de distintas lecturas a medida que la noche toma el control y la única luz es un círculo proveniente de los focos de una vieja furgoneta. Un ojo mira al pasado, el otro escruta la negrura en busca del misterio. Cuando uno entra en el juego de la novela, es una auténtica gozada visualizar las escenas nocturnas, impregnarse de esa oscuridad mientras intuimos que algo está a punto de pasar. Logra Winton inquietar en tales pasajes, sugiriendo más que mostrando, soltándonos en mitad del bosque sin más refugio que el ronroneo del motor de la furgoneta.
Puede costar acostumbrarse a los continuos cambios de tercio narradores, pero es ese un reto fácil de superar. Una vez conseguido, la trama avanza con gran naturalidad, desvelando poco a poco las roturas de los personajes y las huellas cada vez más presentes de una criatura que adquiere tintes cuasi mitológicos. Oscuridad interior y exterior comprimida en 142 páginas. Aunque no enciendas la luz, Tim Winton, voy a seguirte la pista.
José Luis Pascual
Administrador