Título: Parisia
Autor: Damián Cordones
Editorial: El Transbordador
Nº de páginas: 230
Género: Ficción surrealista
Precio: 16,15€ / 4.90€ (digital)
El canto de las cigarras se mezclaba con cada bocanada de aire que inhalaba y exhalaba. ¿Cuántas serían? ¿Qué distancia recorría el canto de cada una? Había algunos cascarones de cigarra caídos en el suelo, pero no vi ninguna muerta. Con todas las que estaban cantando y con lo poco que vivían me resultó extraño que el camino no estuviese lleno de sus cadáveres. Un saltamontes marrón gigante saltó de entre los matojos hacia el sendero, cerró sus alas emitiendo una vibración y avanzó un poco hacia delante. Era tan grande como la palma de mi mano. El saltamontes dio unos pasos más hacia mí como si me estuviese encarando, luego se dio la vuelta, desplegó sus alas y desapareció de un salto. Al mirar en esa dirección vi un animal negro que se desplazaba junto al camino.
Escribir ficción es inventar, mentir, arrasar el mundo para erigir uno nuevo, con sus propias normas y leyes, con su propio monarca. Escribir ficción implica buscar en los lugares más recónditos y extraños para recoger lo que en la realidad, esa realidad triste y gris en la que nos movemos diariamente, no nos sirve, y convertirlo en la moneda que hace latir ese universo con columnas de papel. Si hay un autor que en los últimos tiempos me ha subyugado por su manera de arrugar la realidad y alisarla bajo su particular yugo, ese es Damián Cordones. En Parisia vuelve a hacerlo, aunque posiblemente nos encontremos con una de sus obras más asequibles hasta la fecha.
En esta novela, Cordones realiza un impagable esfuerzo por crear una ucronía, o más bien una anomalía, que escapa de los actuales vaivenes de la literatura nacional. Jugando con elementos culturales bien conocidos, el autor nos traslada a un mundo imaginario dominado por Luis XVI, un trasunto del rey francés que en realidad se llama Camilo García Ruidarbo y que establece un reino llamado Parisia en un pueblo de Portugal. Allí, se produce una de esas mentiras que todo el mundo acepta y que, como suele suceder, se convierte en verdad para todo el que pisa el reino: Parisia es un hecho incontrovertible, un viaje a la corte de Luis XVI en el que todo el mundo interpreta un papel sin cuestionarse nada. Un mundo que es tan ficticio como real. Pero, ¿hasta dónde se puede mantener una farsa? ¿Cuánto tiempo puede durar una obra de teatro en la que los actores se limitan a improvisar?
Esta premisa la extrajo el autor de Vacío perfecto de Stanislaw Lem, una colección de reseñas ficticias en la que aparecía Gruppenführer Louis XVI, el texto que sirvió de inspiración a Damián Cordones, y que en Parisia es exprimido hasta la última gota. De lo que se nos habla aquí es de esa incomunicación tan característica de Lem. Este Luis XVI bien pudiera ser uno de los imposibles extraterrestres que pueblan la obra del polaco, mientras que el reino de Parisia no es más que un planeta que gira bajo unas leyes inaprensibles para nosotros. Más que falta de comunicación, se hace hincapié en la incomprensión, en la imposibilidad de un diálogo que transite en dos direcciones.
En varios actos, Damián Cordones escenifica el nacimiento, auge y caída de una ficción asumida por todos los que la habitan. El despliegue de dobles y triples identidades le confiere al asunto un tono que alterna entre la comedia —hay un par de momentos desternillantes— y la fábula oscura, llena de intrigas palaciegas tan etéreas como la corte donde suceden, y al mismo tiempo tan reales. Esa constante dualidad le sirve al autor para jugar con las metáforas, ya que si llevamos algunas de las situaciones que se plantean a nuestro mundo actual, la historia se asienta en un nuevo y estimulante plano.
Los personajes son una de las grandes bazas de la novela. Tenemos toda una pléyade de imponentes secundarios, pero es Luis XVI quien nos abruma con su trastorno de personalidad. Se trata de todo un Quijote en cuanto a los extravagantes delirios de grandeza, que avasalla al lector con total desparpajo. Y el lector asiste boquiabierto a un desfile de situaciones estrambóticas. Uno llega a sentir pena de ese irreal Luis XVI, un fantoche que deambula entre las nubes y que, sin que nos demos cuenta, se transmuta en un personaje sublime.
Pero ojo, que hay otro componente nada desdeñable. Aunque aquí Cordones ofrece una historia lineal y fácil de seguir, huyendo del palpitante surrealismo que ya le conocimos en títulos como La hemorragia de Constanza, Descenso al oasis o El codo de la torcaz, Parisia está recorrida por un perpetuo tono de extrañeza y amenaza que culmina en un tramo de desenlace fascinante. Allí, las imágenes parecen sacadas de otra dimensión y los diálogos e implicaciones parecen escapar de lo mundano para establecer, de nuevo, conexiones con el propio proceso creativo y sus engranajes. Un plano distinto, otra vez.
Pero que nadie tema. En esta ocasión puedo recomendar Parisia a todo tipo de lectores, no solo a los que disfrutan con la experimentación. Si algo puede achacarse a la novela es que resulta demasiado breve, que uno queda con ganas de saber más de esta construcción improbable, de esta ficción erigida sobre ningún cimiento. Dado el peculiar e imprevisible catálogo que está construyendo, no sabría decir si Parisia es un gran paso adelante para Damián Cordones o tan solo un gran paso lateral, pero lo que puedo afirmar con rotundidad es que todo el mundo debería descubrir a este autor tan especial. Magnífica novela.
José Luis Pascual
Administrador