The Batman: donde la luz no llega

por José Luis Pascual

El colorido, los fuegos artificiales, el componente fantástico, el sentido de la maravilla… Todos estos son elementos relacionados de manera tradicional con el mundo del cómic de superhéroes. Forman parte de un origen y una idiosincrasia que han ido mutando con el paso de las décadas pero que aún, a día de hoy, siguen respetándose en cierta medida. Hemos sido testigos en los últimos años de la explosión de estas mismas características al ser trasladadas al celuloide, con resultados desiguales en general. Pese a perder mucho de inocencia en el trasvase y en la lógica adaptación del género a nuestros días, el humor y la luminosidad siguen muy presentes en la mayoría de producciones cinematográficas superheroicas. Y luego está Batman, claro.

A colación de la nueva interpretación del personaje que ha llevado a cabo Matt Reeves, me gustaría destacar algunos aspectos que convierten a The Batman, en mi opinión, en la mejor película de superhéroes de los últimos años, con permiso de Joker, a la que sin duda debe mucho.

En primer lugar, hay que recalcar que el personaje de Batman nació como un detective cuyas capacidades intelectuales estaban a la par de su inherente talento atlético. Una versión para chavales del Sherlock Holmes de Conan Doyle que ayudaba a los agentes de la ley a completar casos que ellos no eran capaces de resolver. Con el tiempo, su carácter inocente se fue tornando más y más oscuro, hasta convertirse en uno de los primeros ejemplos de antihéroe por antonomasia. Esa tendencia a mimetizarse con la noche y con los rincones engullidos por la sombra se integra en el personaje representada en su morada-cueva, un lugar lóbrego habitado por murciélagos en el que la tecnología se funde con la tiniebla. Esta es una de las características que Reeves ha querido exacerbar en la película. Aunque Christopher Nolan realizó una aproximación similar al personaje, quizá es Reeves quien lo lleva a un nuevo nivel de oscuridad.

Esto lleva a una primera semejanza que no parece casual. Tanto la ciudad de Gotham como la imagen que desprende el taciturno Robert Pattinson —sombrío hasta la médula, tanto que su interpretación roza peligrosamente la parodia— parecen directamente inspiradas por El cuervo de Alex Proyas. No es difícil imaginar a Pattinson embutido en el traje y pintura que Brandon Lee lucía en esa producción marcada por la tragedia. Pero también hay similitudes en el tratamiento de algunos villanos, en especial ese Pingüino que no deja de ser un mafiosillo de tres al cuarto que sobrevive a la sombra de magnates del mal que controlan la ciudad. Alejado del tono estrambótico que le otorgó Tim Burton, estamos ante un Pingüino creíble y destinado a ser una pieza menor dentro del engranaje que mueve el poder.

Pero la mayor oscuridad de la película no está en su estética lluviosa, sucia y apesadumbrada. Es en el último tercio del filme donde las verdaderas intenciones salen a la luz —a la poca luz que hay durante el metraje—. Y es que un villano como Riddler, o Enigma, tan tradicionalmente condenado a ser un secundario sin mucho interés, se revela aquí como un terrorista capaz de poner en jaque a toda una ciudad. Vemos poco a Paul Dano en la película, pero cada aparición suya es un potente mordisco a la trama. Este Enigma compone uno de los mejores villanos del reciente cine superheroico y de acción, sabiendo aprovechar las nuevas tecnologías y convirtiendo las infantiloides y megalomaníacas fechorías de sus apariciones en el cómic en una amenaza adaptada a nuestra realidad. La influencia de Joker se hace aquí patente, demostrando que la galería de villanos de DC oculta un potencial tremendo de cara al futuro.

Otros títulos que, de un modo u otro, se hacen visibles durante el metraje, son Seven —la trama policíaca y la estética—, El silencio de los corderos —imposible no pensar en el doctor Lecter la primera vez que vemos el rostro de Riddler— e incluso Arma Letal —o cualquiera de las incontables “buddy cop movies” que atestaron las carteleras cinematográfias en la década de los 80—, ya que el comisario Gordon es aquí un personaje con un peso y entidad casi equiparables al del mítico Roger Murtaugh. Mirando hacia el mundo de las viñetas, cada vez que la voz del hombre murciélago se hace presente como narrador en off parece un homenaje al Walter Joseph Kovacs de Watchmen, así como la omnipresente lluvia de Sin City, y también su espíritu noir, es un personaje más —ojo a la frenética persecución en carretera—.

La idea de venganza es la que mueve la trama y al propio Batman en esta película. Quizá sea en el desenlace cuando la dicotomía del personaje se quiebra y donde la película hace más concesiones a lo políticamente correcto —un claro ejemplo es lo que sucede con la aspirante a alcaldesa de Gotham—. Sin embargo, el global apuesta por adentrarse en terrenos pantanosos y dolorosos, y cada vez que se tira por ese camino se da pie a esa segunda lectura tan necesaria. En un género que ya daba muestras de agotamiento y tendencia a la repetición, The Batman, sin inventar nada nuevo, compone un lienzo temática y cromáticamente oscuro que demuestra la vigencia de los vigilantes enmascarados como reflejo de nuestras propias frustaciones y maneras de obtener la redención. Fantástica película.

2 comentarios

C.G. Demian marzo 8, 2022 - 11:59 am

Habrá que verla. Eres muy convincente.

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Madox Poe abril 5, 2022 - 5:23 am

Muy de acuerdo con tus apreciaciones. La película está llena de capas que le agregan un espesor simbólico y estético muy rico, sin contar las muchas referencias culturales a las décadas de los 80 y 90. La música me pareció otro aspecto muy logrado también. Sin duda, una rareza en el mundo del cine de superhéroes. Auguro una gran trilogía por delante.

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