XXXV Club de Lectura de Terror: DIENTES ROJOS

por José Luis Pascual

Parece mentira, pero ya hemos alcanzado la friolera de treinta y cinco ediciones de este Club de Lectura de Terror que tantas satisfacciones nos ha dado. Y esta lectura bien podría considerarse como una de las que más juego ha dado a la hora de construir debate. Muchas visiones distintas de varios temas ha sugerido Dientes rojos, la obra en la que Jesús Cañadas nos sumerge en un Berlín más parecido a un infierno que a una ciudad.

Es la hora de presentar las conclusiones de esta edición del Club de Lectura. Incluimos la opinión breve de varios miembros del Club para terminar, como es habitual, con el debate que realizamos sobre Dientes rojos.

Esperamos que os guste.

Los miembros del club hablan:

Ambientada esta novela en un Berlín decadente, nos quiere mostrar lo peor que la sociedad nos puede dar: pederastia, drogas, maltrato, racismo, suicidio, machismo, violaciones, etc.
La justicia del ojo por ojo y “diente por diente” ya se nos presenta desde el primer momento con cierto encubrimiento de las prácticas violentas que los mismos cuerpos de seguridad aplican.
Mezcla de novela negra con el horror más gore, con tintes de thriller y sucesos paranormales, todo cabe en su prosa fluida y valga la redundancia, llena de todo tipo de fluidos, pestilentes y reales que nos dicen de que estamos hechos. El fondo aparentemente feminista, unido a una fantasía apocalíptica en la que el feminicidio se nos muestra enraizado en una sociedad patriarcal y machista.

En la primera parte, dos policías, uno novato y muy joven y otro experimentado y de vuelta de todo, con un pasado que lo dejó marcado, se hacen cargo de la desaparición de una adolescente. Los dos con personalidades muy diferentes en apariencia, nada es lo que parece, pues nos encontramos con uno violento y machista que no lo demuestra y otro, el más veterano, que resulta ser menos de lo que aparenta.
En la segunda parte, sucesos sobrenaturales, muertos que vuelven, gore en bandeja. El mal viene de la zona oscura y solo en la oscuridad se puede vencer.

¿Feminismo en una novela llena de mujeres culpables?; una ex novia, una cuidadora borde, una encargada del centro de refugiados que parece no querer colaborar, Lucía (objeto de deseo de Lukas); una mujer asustada, desde el principio de la novela, por un policía el cual le propina en un momento determinado una paliza injustificada y sin venir a cuento, Babsi la mendiga, la madre de Rebecca y la religiosa y por supuesto Ulrike y la propia Rebecca, niñas díscolas que gustaban de salir a bailar a ciertas horas de la noche desobedeciendo las normas del colegio.
“La hoz, de pronto en mi mano,pesa lo mismo que los pecados de toda una vida”, palabras de
Rebecca; ¿acaso le dio tiempo a cometer tantos pecados, fue tan mala persona, tan mala mujer?

¿Se puede decir que Jesús Cañadas quería romper esquemas, quería seguir el estilo de John
Conolly?

Óscar Sabater

Es un libro brutal, sucio, áspero, doloroso hasta el infinito. Las voces, bien diferenciadas, narran dos caras de una trama oscura donde los monstruos no son los monstruos sino los humanos, incluidos “los buenos”o los que así consideraríamos por norma general. Me gusta el tono desesperanzado de quienes han perdido todo o siempre anduvieron perdidos por la vida. También me gusta que el autor lleve a los personajes al extremo y los retuerza hasta el infinito sacando de ellos lo mejor y lo peor, dependiendo de quién se trate.

Es un libro plagado de detalles, de referencias a los discursos del odio reinantes en la sociedad, a las violencias contra las minorías y también contra las mujeres. Sin embargo, esto solo es el trasfondo; la trama de terror y fantástica es la principal, la reina del libro sin duda alguna.

Tan solo le pongo un par de pegas:
Algunos puntos me parecieron que rozaban el deus ex machina y alguna parte se me hizo un poco explicativa.

Atención viene un SPOILER
Esperaba que el rey amarillo brillase como un villano terrible, sin embargo pasó a un segunda plano. Esto se pude ver como algo positivo, pues se refuerza la idea de que los monstruos no son tan sobrenaturales, pero se le describió como una entidad muy carismática que al final no llegué a ver.
Fin del SPOILER

No obstante, el autor tiene una prosa que fluye y la historia engancha. 

Susana Calvo

Creo que Dientes rojos es muchas cosas al mismo tiempo, amalgamadas mediante una historia policíaca clásica (la desaparición de una adolescente) que esconde varios niveles de significado en su interior, algunos más evidentes que otros. Es precisamente la emergencia de algunos de estos niveles sobre otros lo que caracteriza el tono y da sentido a una obra vertebrada en su primera parte como un auténtico descenso al abismo de su protagonista, en una suerte de antítesis del viaje del héroe, donde los escenarios se conforman como elemento fundamental: Berlín se muestra como un personaje más, una ciudad degradada, oscura, inhóspita y maldita, que alberga focos de depravación y portales de acceso a un submundo que corrompe o victimiza a sus visitantes.

Y es en estos escenarios donde la novela se graba a fuego en la memoria del lector (escenarios como entidades vivas y palpitantes, mareantes y asfixiantes) y a través de los que trasciende hacia una suerte de ajuste de cuentas metafísico, partiendo de unos presupuestos próximos a los de la narrativa weird clásica, que se desarrolla plenamente en su segunda parte hasta cerrar con una nota reivindicativa algo forzada, pero justificada.

Por el camino la obra nos ha dejado algunos personajes memorables, muy realistas en su construcción y sus reacciones, dotados de un atractivo evidente, y un estilo impecable, directo y duro, de acuerdo con los temas que trata.

Bernard J. Leman

Terrenos pantanosos en esta novela.
Genial comienzo, que nos arroja de golpe a un Berlín sucio y frío, a la cabeza de un personaje que muestra su forma de ser a través de detalles sutiles y que también muestra su vida poco halagüeña. También nos escupe un precioso y seco tono noir que, si bien se aleja de los clichés en la forma, parece homenajearlos en el fondo.

De pronto y sin preaviso, la primera escena desgarradora. Un hombre desnudo atado a una silla, rodeado de hombres enmascarados. La violencia estalla sin compasión en un pasaje repleto de oscuridad, tanto física como interna. El conflicto que plantea Cañadas en esa escena es tremendo, poniéndonos en la cara un dilema que no sabemos bien cómo resolver. La manera en que está contada la escena revela que estamos ante una narración potentísima, ante una obra grande.

Todo sucede a buen ritmo, una sucesión de escenas potentes que no están exentas de interés. Hay una violencia sobrevolando todo, como el personaje demoníaco que, una vez aparece, te das cuenta de que ha estado presente desde el inicio de la novela, de una manera u otra. Y los personajes: si bien Ritter nos conquista como personaje odioso pero con el que podemos llegar a empatizar, la potencia de Kocaj resulta remarcable. Ambos se complementan de manera inversa, como inverso es su arco de transformación.

Pero:
No comulgo con la manera en que se trata la crítica contra el racismo y feminismo. Está claro que es un tema central en la novela, pero el modo en que los personajes reaccionan en este sentido es tan poco sutil y tan poco creíble que a veces, para mi gusto, cae en la parodia. 

El problema grande viene cuando el autor, bajo mi punto de vista, toma la palabra por encima de los personajes para soltar una ideología que, estoy seguro, aquí todos compartimos. Pero la sensación que deja es que el mensaje se come a la historia y a los personajes, que pasan a un segundo plano. Quizá por eso toda esa segunda parte en la que el narrador es Rebecca va perdiendo fuelle a marchas forzadas, haciendo que todo lo anterior, que está muy bien, quede sepultado bajo el mensaje. Y el problema, de nuevo, es robarle la voz a los personajes para soltar frases o párrafos demagógicos que alguien como Ritter, por ejemplo, nunca diría. 

Todo esto, sumado a un desenlace y epílogo poco inspirados, termina pesando demasiado en contra de la novela. Pese a ello, no se puede negar la intensidad de la prosa y la capacidad del autor para generar imágenes que recordar, así como para causar adicción. 

José Luis Pascual

Daniel Piniella

Os dejamos con el debate realizado en directo el pasado 16 deoctubre, que contó con la participación de Lorena Escobar, Jota García, Daniel Piniella, Sergio Soto, Sergio Requejo y un servidor. Esperamos que os guste.

Próxima lectura: Fantasmas, de Peter Straub

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