Título: El trono de jazmín
Autora: Tasha Suri
Editorial: Gamon+
Nº de páginas: 568
Género: Fantasía
Precio: 21 €
SINOPSIS:
Encarcelada por su hermano bajo un régimen dictatorial, Malini pasa sus días aislada en el Hirana. Es un antiguo templo que alguna vez fue la fuente de las poderosas y mágicas aguas inmortales, pero que ahora es poco más que unas ruinas desoladas.
Priya es una sirvienta, entre las varias que hacen el traicionero viaje a la cima del Hirana todas las noches para limpiar las habitaciones de Malini. Agradece poder ser una esclava anónima, así evitará que alguien adivine el peligroso secreto que esconde.
Cuando Malini revela la verdadera naturaleza de Priya, sus caminos quedan irrevocablemente enlazados: la princesa debe derrocar a su hermano del trono y la sirvienta necesita encontrar a su familia. Juntas, cambiarán el destino de un imperio.
RESEÑA:
«—Recuerda —dijo en voz baja, casi ahogada por la sonora canción— que esto te lo has buscado tú misma. Recuerda que has traicionado a tu familia y has negado tu nombre. Si no asciendes, hermana, recuerda que has elegido hundirte, y que yo hice todo lo que estaba en mi poder para ayudarte. Recuérdalo.
(…)
—Hermano mío —dijo ella—. No lo olvidaré».
Somos hijos de la fantasía. Quien diga lo contrario miente o, cuando menos, falta un poquito a la verdad. Da igual la predilección sobre la que se asiente tu amor por las letras, da igual si bebes del realismo, el terror, el costumbrismo o el romance, da igual que aposentes más los pies sobre el suelo que los que, como yo, andamos siempre con la vista puesta en las nubes: somos hijos de la fantasía desde el momento en el que la fantasía recubre con sus cálidos brazos todo aquello que se escapa de una razón que hiere.
Que muere.
Que mata.
Leemos por muchos motivos, pero también leemos por uno solo: vivir la vida que la vida nos niega. Por eso el género fantástico, gestado en los mismos albores de la palabra escrita y parido por tantas y tantas horas de forja en pluma, pergamino y tinta, encuentra la fuente de la eterna juventud en nuevas autoras y autores que recogen los frutos sembrados por tantos otros. Que evocan los misterios de civilizaciones construidas sobre tierra carmesí, bañadas por el fuego de la conquista, edulcoradas bajo los cantos de sirena que no siempre nacieron para conquistar marineros. Que recogen las hermosas tempestades de esos vientos de la epopeya, la gesta, el cantar, la caballería. Tempestades nacidas con un propósito tan nostálgico como bello: aislarnos del lodo de una realidad consumida. Contaminada.
Corrupta.
El trono de jazmín comienza como debe comenzar una buena historia, esa que se narra bajo el embrujo de la hoguera y permanece, latente y sólida, entre los dispares recovecos del sueño: una traición, una venganza, una promesa. El arranque supone un estrato de numerosas capas en apenas dos páginas de prólogo: Tasha Suri maneja el cervantino recurso de la falta de fiabilidad del narrador y abre un abanico de tantas posibilidades como personajes tiene la novela: todas en propia voz y propio punto de vista, bajo el mimo de una omnisciencia que nos permite ser espectadores en primera persona de una revolución que busca derrocar un régimen dictatorial, de una sirvienta que oculta un pasado misterioso, de una princesa que no quiso cederse al fuego, de una serie de personajes que luchan por aquello que creen correcto, pero ¡ah! ¿dónde se encuentra la fina, cuasi invisible línea, entre el bien y el mal? ¿Cuándo el fin justifica los medios?
No se aleja demasiado El trono de jazmín de cualquier guerra contemporánea que por desgracia hayamos conocido: la muerte se justifica, el débil sufre, el poderoso maneja los hilos corrompidos por traiciones inesperadas. La rebelión es un tortuoso sendero donde confluyen las ramificaciones de una verdad distorsionada. Y frente a la barbarie, cada uno cree que sus razones son suficientes y necesarias para dejar otro muerto en el camino. Otra ciudad baldía. Otra hiel despellejada.
«—¿Y qué obtendré a cambio de ayudarte a escapar de aquí? —preguntó; la rabia y la humillación emergían de ella—. ¿Esperabas que arriesgara mi vida por ti solo por la bondad de mi corazón?».
No, al igual que Priya, resulta demasiado sencillo dejarse engañar por los movimientos de cada personaje. La autora sabe tejer una delicada y preciosa tela de araña sobre la complejidad de una psicología tan deforme como fuerte, tan rota como minuciosamente estudiada. Las voces femeninas se imponen con una voracidad tremenda, uniéndose a la magnífica ambientación india para dotar a la historia de un colorido que casi se puede visualizar, de unos olores propios y característicos, de una magia desarrollada con tanta naturalidad que no resulta excesiva en ningún momento.
A pesar de la crueldad de algunos de los pasajes y del propósito real de la historia (no olvidemos nunca que nos encontramos frente a una revolución) la sinceridad con la que Tasha Suri nos muestra las debilidades de los protagonistas dotan a la fantasía de un nivel superior, de una elegancia mística, de una delicada intriga que vaga entre lo onírico y lo real. El amor, en cualquiera de sus formas, se convierte al mismo tiempo en causa y consecuencia y no, no nos encontramos con una saga de buenos y malos, nos encontramos con una historia de personas, personas con pasados que huelen a ceniza y futuros que destiñen acero y sangre. La princesa cautiva, la sirvienta, la mujer del regente: ese poderoso trío femenino que nos zarandea en los recovecos de la intriga creándonos una maravillosa desconfianza hacia las intenciones de todos y cada uno de los protagonistas de este complejo relato. De este misterioso pasaje hacia un imperio y los cimientos que lo sustentan. De esta mágica experiencia donde el corazón tiene razones que la razón no entiende. Y donde las debilidades humanas comparten espacio con valores puestos en duda y amores que duelen.
«—¿Estamos peleando una guerra en este momento, Malini?
—Sí —respondió—. Siempre».
A fin de cuentas, la fantasía no es más que lo que nace del corazón, y el corazón humano es ese gran desconocido.
Ese trozo fragmentado que pretendemos curar cada día para destrozar de nuevo mientras la luna mira hacia otro lado.
A fin de cuentas, la fantasía no dista mucho de la historia: hemos construido civilizaciones a golpe de amor y odio.
A golpe de espada y verso.
A golpe de verdades que esconden mentiras y mentiras que, casi siempre, pueden costar todo un reino.
Lorena Escobar
Redactora