Cuando Stella me dijo aquello, supe que iba a morir.
Me dijo:
—Me persiguen. De momento solo están dentro de mis sueños, pero pronto me encontrarán aquí afuera. Y entonces, me matarán.
Por supuesto en un primer momento quise pensar que estaba loca, que no decía más que sandeces, sobre todo teniendo en cuenta el lugar y el momento en que me lo decía, un pub a deshoras; pero algo en sus ojos de loca me asustó: la certeza.
—Espera —continuó, y fue a pedir dos vodkas con naranja (dos más).
Cuando regresó sorbiendo el suyo y derramando el mío le dije, arrastrando las palabras con mi deje de borracha pendenciera:
—A ver, a ver… Primero, ¿quién coño te va a matar? ¡Dame el vodka, joder, que lo tiras, idiota! Y segundo: ¿en tus sueños, fuera de tus sueños? Estás fatal.
—Son como monstruos… igual que Freddy Kruegger, pero no solo uno: un mogollón. O, no sé, una docena. Por lo menos. Empecé a soñar con ellos hace como una semana; me decían cosas chungas, “vas a morir, Stella, ven con nosotros, el infierno tiene una plaza vacante para una puta como tú”, cosas así.
»Yo me lo tomaba a broma primero, eran sueños, tía, y les respondía que me comieran el coño y cosas así. Pero un día uno de ellos, uno que es como una serpiente con siete u ocho brazos, musculosa, con cara como de hombre (se parece a Terminator la cara), se acercó el cabrón y me dijo: “pronto vamos a pillarte fuera de aquí, zorra, y vamos a follarte en plan guarro, y a destriparte mientras, jajaja” y se reía como un puto loco…
—Stella, estás fatal.
—Calla. Y entonces me sujetó el puto Terminator Snake, me cogió de los hombros y me estampó contra la pared. Inmovilizada. Y me dio un lametón asqueroso en la cara…
En este momento, entre borracha y de cachondeo y tomando la historia en serio, comprendí: Stella tenía una marca en la mejilla desde hace unos días, de la que no había querido hablar en absoluto. Rammstein sonaba a toda hostia, pero en vez de salir a dar botes, como era natural, nos quedamos sentadas allí en el rincón del pub, apurando el vodka. Necesitando más.
Esta vez fui yo a por las copas. Cuando volví, Stella continuó, cada vez más sobria, parecía, a contra alcohol.
—Tengo miedo, no te voy a engañar… pero ya me conoces; no voy a dejarme arredrar. Hay cuatro palabras, lo sabes bien, que son el lema de mi vida: A Tomar Por Culo.
*
Y aquí estamos, en esta nave industrial, propiedad de la familia de Stella, con este circuito de pesadilla que creo hemos imitado de «Solo en casa». Pero en vez de a unos simpáticos y torpes ladrones, vamos a enfrentarnos a unos monstruos de otra dimensión. O algo así.
Si todo funciona como en «Pesadilla en Elm Street», cuando Stella despierte traerá consigo al endriago. Y entre las trampas que hemos preparado, y las katanas Hattori Hanzo, afiladas como el primer rayo de sol que besó el mundo, intentaremos dar cuenta del bicho (coleccionar Katanas es siempre una decisión inteligente). He de decir que también vamos bastante puestas: yo llevo desde que me contó todo, anoche, creo, esnifando speed cada hora, para estar en modo satori a la hora de la batalla. Como Stella tenía que dormirse, ella ha estado tomando benzodiacepinas para relajarse y fumando mota para estar en modo satori místico y poder luchar cuando llegue el momento. Supongo que seguir bebiendo vodka no era lo más aconsejable, pero ya habíamos empezado…
Me estaba quedando adormilada, pero el grito de Stella me despierta; agarro la empuñadura con las dos manos y me pongo de pie. Ya llega.
Cuando traen a Fred Krueger en la peli, al principio no se le ve, estaba escondido, pero esto no es una película: en cuanto ella ha abierto los ojos, una especie de vórtice se ha abierto también, bajo su cuerpo, en la cama que hemos colocado en el centro de la nave. Stella ha saltado con agilidad y se ha puesto a cubierto de ese vómito interdimensional: no es la serpiente con cara humana, sino que vienen todos juntos. Una cabalgata de monstruos imposible de describir, bamboleantes, babosos, grandes y pequeños, absurdos desde la risa al vómito… La serpiente estaba, y muchos más: solo puedo establecer comparaciones, rinocerontes, jabalíes, mangostas, robots hechos de retazos de carne putrefacta y viejas herramientas, sombras multiformes de una oscuridad resplandeciente… locura. La luz empieza a parpadear creando un efecto estroboscópico que parece ir al ritmo de los extraños mugidos de algunos de esos seres.
La katana de Stella da un tajo y separa una probóscide de aspecto coriáceo de un monigote blanquecino, y corre. Sigue el plan establecido, y en cuanto sobrepasa la línea que hemos marcado en el suelo, yo acciono el brazo de la grúa telescópica, que mueve, a su vez, la pila de barriles llenos de aceite. Los monstruos se topan con ellos: unos son aplastados y otros, sencillamente, apartan los pesados bidones como si fuesen almohadas.
Una gárgola raquítica se acerca de un salto, o vuelo, a Stella, que, conservando su estado satórico, le atraviesa el pecho de una estocada directa, con un movimiento preciso aprendido en mil películas de samuráis. Pero, oh, mierda, la criatura, sencillamente ha abierto una hendidura en su pecho, que debe ser su boca, y agarra la espada como si fuese un cigarrillo. Lo siguiente en desaparecer dentro de esa boca descolocada es el brazo de Stella…
—¡Stella, conserva el satori, tía! —grito absurdamente, mientras, con mi propio satori de speed intacto, veo que se me acerca una especie de toro que resbala.
Lo siguiente que escucho debe ser el cuerpo de mi amiga partiéndose por la mitad. Una cucaracha luminosa me fascina mientras el toro que resbala me empitona. La katana se hunde en su testuz, y el muy hijo de puta se ríe.
Con mi última inhalación huelo la trampa incendiaria que habíamos preparado: la carne de monstruo huele a barbacoa, me pregunto si sabrá a pollo, como siempre dicen en las pelis…
Puedes leer el reverso de este relato en la web Espíademonios. Pincha en la imagen y te llevará directamente a Visio Nocturnis Monstrum.
Fco. Santos Muñoz Rico
Redactor
2 comentarios
Digno de aquellas pesadillas televisivas. Me ha encantado, esa huída incesante de nuestros monstruos interiores, de esos sueños opresivos. Con esa proyección de uno mismo a través de un personaje secundario.
Tarantino Matteson.
Gran homenaje a Sai King, Franky, con tu estilo, tus pequeños cameos, también a título de literatura o vida presente, y la intensidad que producen la perversión mezcla de lo onírico y lo etílico, llevado a ese umbral que no tardará en abrirse, individual, único, para llevarnos de su lado a nuestro verdadero mundo, donde somos todo y todos y estamos verdaderamente solos.
Grande!