ANNA SMITH SPARK Y LOS SISTEMAS MÁGICOS

por Carlos Ruiz Santiago

Si me seguís por alguna red social o habéis leído algún artículo de los que tengo por aquí, seguramente me habréis visto despotricar de mil cosas, quejarme e insultar de manera soez y zafia. Y, seguramente, uno de mis temas recurrentes sea el Sanderson de las pelotas.

Algún día os regalaré el artículo Todas las razones por las que hay que odiar a Sanderson, pero por ahora os dejo una de mis favoritas: la alomancia de los cojones. Una de las cosas que los fans de este señor vanaglorian es que en su sistema de magia todo está perfectamente explicado. Todo encaja como las piezas de un puzle. A lo cual yo respondo que eso no es magia, son putas matemáticas. Pierde la esencia y maravilla de lo que conforma la hechicería. Y aquí es donde la señorita Anna Smith Spark entra al ruedo.

Lady Grimdark en cuestión

Quizás no la conozcáis porque, hasta donde yo sé, no está traducida al español, pero se trata de una escritora de fantasía excelente. Tiene una trilogía, The empire of dust, que es genial por muchos motivos que tampoco vienen al caso. Excepto uno, claro: la magia. Hay varios tipos de hechicerías en este mundo, desde los que controlan los fenómenos climatológicos a demonios y demás mandangas. No obstante, su protagonista (y antagonista), Marith, tiene el que más me encandila.

Marith tiene el poder de la voluntad. Quizás suene a perogrullada, pero os prometo que es magia igual que la que hace Gandalf. Sin mayor spoiler, Marith es de un linaje que básicamente le da varios poderes. Entre ellos, es básicamente invencible. Mientras se lo crea, claro. Su voluntad puede arrasar con todo. Recuerdo con claridad una ocasión en la que a él y a su ejército se les presenta una batalla durísima contra un rival que le supera ampliamente en número y que cuenta con la ayuda de divinidades para luchar contra él. Cuando le preguntan la estrategia seguir este dice, simplemente, avanzar y matarlos a todos. No hay una gran estrategia militar, no hay soluciones de última hora ni de ningún tipo. Todo el mundo queda confuso, pero deciden creer en él.

Y Marith, a diferencia de su enemigo, acude sin estrategias ni florituras. Tan solo avanza en una línea recta, matándolo todo a su paso.

Y vence.

Marith, Amrath renacido, por Quint Von Canon

Y lo hace por pura y simple voluntad, propia y conjunta, de hacerlo. Esto a veces le funciona y otras no, tiene alguna excepción y cosas por el estilo, pero lo que yo os he contado es toda la información que vais a tener de cómo funcionan los poderes de Marith. De hecho, es aún más, pues solo hablan de leyendas y mitos y os tenéis que esperar a la prueba empírica para ver qué es real y qué no.

Y eso es lo que, para mí, hizo tan intensa esa batalla, tan épica cada victoria y tan descarnada cada derrota. El desconocimiento, el misterio, la magia como una fuerza preternatural que funciona bajo normas extrañas, que rompe la realidad y la retuerce ante una voluntad caótica.

Porque, cuando veo a Marith usar magia, me pasa lo mismo que cuando veo usarla a Ferro en La primera ley o a Ben el Rápido cuando se enfrenta a Silchas en La tempestad del segador. No la comprendo, me asusta y me acojona porque solo sé pinceladas. Y, gracias a eso, noto su poder, siento cómo se escapa a cualquier control y actúa sobre todo y todos. Porque así se sienten todos los personajes de ese mundo, porque la magia es toda la irrealidad y la magnificencia de lo desconocido que la literatura fantástica representa llevada a la enésima potencia. Es terrible y genial, es desmenuzar la realidad de la que huimos como prisioneros rescatados, que decía K. Le Guin.

Y claro, sé lo que pensáis. Si no tiene normas claras puede haber muchos agujeros en la trama, puede ser un deus ex machina constante.

Tenéis razón, sí señor, pero aquí Anna Smith Spark también nos da la clave.

¿Sabéis cuál es?

Ser un buen escritor, coño.

1 comentar

Daniel Aragonés marzo 17, 2023 - 11:43 am

Me encanta el artículo. Ya hablaremos en persona, tengo ganas.

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