El sótano (Begoña Huertas)

por Daniel Aragonés

Título: El sótano

Autora: Begoña Huertas

Editorial: Anagrama

Nº de páginas: 160

Género: Narrativa contemporánea

Precio: 17,90€

SINOPSIS

Instalada en el cansancio crónico, fruto de una inespecífica dolencia, la narradora de esta novela decide ingresar en una clínica de lujo eficazmente diseñada para restaurar cuerpos enfermos. Allí se rodea de un selecto grupo de pacientes que, como ella, se entregan a los tratamientos  —algunos secretos y otros experimentales— que les suministran en el  sótano del edificio. Entre sus compañeros se encuentra Rubén, que actúa como maestro de ceremonias, y su mujer Dolores, con quien la protagonista entabla una amistad incierta. También la señora Goosens y su sobrino Adolfo, que parecen sanar y empeorar, respectivamente, a ritmos sospechosos. En común tienen una máxima: «Las miserias nos las callamos todos por dignidad.»  Pero cuando la mejoría física de la protagonista no llega, cuando las dinámicas del grupo parecen obligar a sus integrantes a elegir entre soledad o tiranía, los recelos emergen.

RESEÑA

Tenía terminada mi reseña sobre esta novela cuando, de pronto, me enteré de la muerte de Begoña Huertas. Entonces todo cambió y decidí indagar, descubrir a la persona que se ocultaba tras la obra. Y todo me llevó a una profunda reflexión. El efecto fue muy sencillo, mi cerebro asimiló la lectura de un modo totalmente distinto.

Ahora mismo estoy fumando en la pequeña terraza de mi caja de zapatos. Pensando en ese sótano donde nos escondemos, donde realmente vivimos, donde estamos. Viendo ese otro lugar en el que, de forma inevitable, nos exponemos como perfectos maniquíes: la realidad social.

Cuando la enfermedad nos somete, una ley no escrita nos prohíbe mostrar nuestra cara real. La sociedad nos empuja, nos patea el culo, nos encierra en ese sótano oscuro y sucio. Solo se puede ver la parte bonita, lo poco que nos queda con algo de brillo y dignidad. Sí, queridos lectores, así funciona esto, la cara de la muerte no es mainstream. Eso nos dice Begoña. La curación no es el fármaco, es la degradación, el efecto secundario, ese sufrimiento que espera una recompensa.

Como ya he dicho, no vi esto en aquella primera lectura, lo veo ahora. El sótano es una despedida. Porque una cosa tengo clara, Begoña tenía mucha fe en las relaciones personales, le preocupaba el buen hacer y no le gustaba estar escondida, pese a la enfermedad. Estoy seguro de que era una buena amiga y que mucha gente la echa de menos en estos momentos.

Después de lo dicho, quiero elegir muy bien las palabras y describir esta novela como se merece. Porque se trata de algo muy especial: muestra la vulnerabilidad, la debilidad por excelencia. Narrada por una antiheroína, bueno, más bien todo lo contrario: los héroes se enfrentan al miedo, los inconscientes se lanzan al vacío.

Los acontecimientos se suceden en una clínica muy especial: su reflejo sería la sociedad. Un lugar cargado de luces y sombras. Allí dentro, Begoña nos muestra un drama relacionado con la curación y centrado en la enfermedad. Cómo la sociedad oculta los procesos y muestra los falsos resultados. Cómo esconde las heridas y enseña el vendaje. El sótano es el lugar donde los tratamientos se llevan a cabo, mientras que en las plantas superiores todos viven entre lujosos y amplios espacios comunes. Lo que se ve es pulcro. Otra vez las apariencias, la mentira, la falsedad.

Begoña Huertas hace uso de una prosa sutil y suave donde el lector se encontrará cómodo por la facilidad en la que están creados los párrafos. Como pequeños lienzos de una mente surreal. Se nota la maestría y el buen hacer. La mayoría de autores tienden a liarse, cuando es mucho más fácil escribir de un modo en el que el lector se sienta cómodo. Volviendo al análisis, bajo mi punto de vista, lo que nos intenta decir es que el mundo moderno se arropa de ornamentos y olvida esa oscuridad ligada a la enfermedad, tan necesaria para que nosotros mismos nos revolquemos en el fango (la curación no es posible si no miramos fijamente al abismo). Es una obra breve y concisa. En algún momento me ha recordado un poco a Paul Auster, salvando las distancias, por supuesto, ya que este último es mucho más oscuro y se centra en la soledad del ser. Begoña, por el contrario, opta por la compañía, por esa amalgama de personajes que configuran una sola mente (sus propias proyecciones enfrentadas al perdón).

Muchas personas son en realidad un contrapunto continuo de varias personalidades dentro de sí mismas. Si comparásemos esta obra con un sueño o con algo absolutamente onírico, posiblemente significaría que el personaje, o autora, tiene un conflicto entre varias maneras de pensar, entre varias formas de ver la vida, entre varias maneras de afrontar la enfermedad y la propia vida (el continuo intento de asimilar la muerte y perdonar antes de partir). El personaje principal, una mujer, es muchas cosas más, y al final su propia debilidad es la fortaleza que busca, pero ella no quiere verlo.

Tampoco creo que sea una historia con un principio, un nudo y un desenlace claro, más bien se trata de un fragmento vital cargado de sombras, carente de luces y con un sótano en el que ciertos médicos ofrecen tratamientos curativos a cambio de dinero. Una obra sobre enfermos que quieren vivir en la luz y su tributo consiste en bajar al infierno.

El terror es algo más que monstruos y fantasmas, en la mayoría de los casos lo tenemos dentro.

Desde aquí le mando un fuerte abrazo a Begoña.

2 comentarios

Vicente marzo 13, 2023 - 12:07 pm

Una pena su desaparición.

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Maria José abril 3, 2024 - 5:19 pm

Muchisimas gracias por esos comentarios, sobre mi hija Begoña. Siempre está presente en nosotros.muchas muchas gracias.

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