Uf. Me acerqué a este libro con preocupación: todo lo que hoy enarbola el nombre Lovecraft ha de cogerse con pinzas, con mucho cuidado de no mancharse uno las manos, y analizarlo con ojo, más que crítico, cínico.

Pero vayamos por partes: al ojear el libro, por encima, me dije: sí, un diccionario, una lista de nombres cada uno con una pequeña definición y la información pertinente esencial: en qué cuento viene, cuándo, etc. Vale, no parece muy interesante… No suelo yo necesitar esto: si no me acuerdo de dónde salía por primera vez tal o cual término: echo un ojo a mis libros de HPL; y si no doy con el dato: tiro de internet (que tiene esta información, ya en inglés o en español) y luego lo compruebo. Como se ve, la primera impresión fue de poco interés, otro libro para el montón ese que decía con el nombre LOVECRAFT en portada pero sin Lovecraft dentro.

Además: vengo de haber terminado hace unos meses el Yo soy Providence de Joshi; así que no me sedujo que digamos esta “enciclopedia definitiva”.

Pero.

Por supuesto, debía leer el libro, no basta con echar un ojo a la ligera, había de comparar sus asertos con mis propios archivos; y a ello me puse.

En primer lugar me topo con un proemio que nos remite —empieza el juego— al poema del tito HPL Por donde un día paseó Poe, con la conocida y querida figura de Lovecraft en uno de sus paseos estilo C. Auguste Dupin; y ya empieza a caerme bien el señor Roberto García Álvarez. En el proemio este nos habla de otro trabajo (que ahora quiero leer, claro) sobre Lovecraft, una biografía, El caminante de Providence, que después de echar un ojo veo que ha prologado el mismo Joshi, asunto nada baladí. Esta introducción es una declaración de intenciones, en que nos advierte de que no va a caer en los manidos y falsos tópicos sobre Lovecraft: su racismo, su locura, su carácter enfermizo, su odio a cualquier cosa que exista y que sea susceptible de enervar a los modernos y rijosos amantes de lo políticamente correcto: mujeres, negros, judíos… Nos advierte el autor: no, aquí no vamos ni a parar en esas sandeces: Lovecraft era un tipo amable, afable. Esto, que yo mismo he defendido en anteriores artículos, por supuesto, me predispone amigablemente con el resto de la obra.

Además de la declaración de intenciones, la primera parte es una corta pero rigurosa biografía (supongo que deriva del antementado título, El caminante de Providence).

Y después, por fin, la enciclopedia. No sé si podemos decir que sea definitiva, pero sí muy completa (lo de definitiva es un reclamo editorial, tampoco hay que flipar).

No se limita a regurgitar, en cada entrada, aquello que está en internet a la mano de cualquiera (aunque sobretodo en inglés), sino que el autor imprime un sesgo propio a cada uno de los “quién, qué, cómo, dónde, por qué y para qué” de las cosillas de nuestro querido tío Lovecraft.

Este libro, superada y desechada esa primera impresión cínica que contaba antes, queda en mi biblioteca como útil herramienta para futuras exploraciones, escrituras, relecturas y reflexiones sobre HPL. Por supuesto, es solo para locos, y no para cualquiera: para los friquis de Lovecraft, aunque también puede servir a los advenedizos… igual que una AK47, lo mismo sirve para matar a un idiota que a un magnífico ejemplar de hombre (recuerden mi cinismo, por favor, no me estoy yendo por las ramas).

Por tanto y sin más, recomiendo a los aficionados a dar vueltas a Lovecraft, sin duda, esta enciclopedia, si no definitiva, sí bien nutrida.