Título: La espada blanca
Autor: Carlos Ferrer Peñaranda
Editorial: Ediciones T&T
Nº de páginas: 274
Género: Narrativa fantastica
Precio: 17,10 €
SINOPSIS
La primera novela del universo de Tierras Quebradas. Siglos después de su última aparición, la Espada Blanca vuelve a recorrer el mundo. Su voluntad, de misteriosos propósitos, conduce a Azahara y a su compañero Lobo hasta la tumba recién saqueada de la iluminada Galea. Algo ha sido robado, pero nadie sabe de qué se trata, quién ha sido ni por qué. El enigma de la profanación arrastra a la portadora de la espada blanca desde los áridos montes óseos a las populosas ciudades de tres valles, sumergiéndola en un complejo juego de revelaciones, ambiciones ocultas y casualidades del destino. Un dios olvidado, un antiguo artefacto, la rivalidad y connivencia eternas de la Ley y el Caos. Un hechicero exiliado, un teúrgo tramposo, un padre que no desiste. Mercaderes, guerreros, santos, demonios y autómatas. Todos sin excepción caminan por el despiadado e inmaculado filo de la Espada Blanca.
RESEÑA
Aunque vaya por rachas, como cualquier todo buen lector que se precie, la fantasía siempre ha sido y será mi género predilecto.
Otros mundos lejanos y, aparte, el ejercicio de creación primigenio. La amalgama de la tradición literaria y el folclore entremezclados con lo más extraño, fetichista y retorcido de la mente humana que nos pone contra las cuerdas de lo establecido y nos presenta una gran pregunta: ¿Cuánto eres capaz de alejarte de aquí sin perder el sentido de la orientación?
La fantasía se resume en eso, ¿no os parece?
No respondáis, es retórico.
Llevo leyendo ya bastantes años y he podido bucear bastante en el género, de lo más conocido a lo más rarete. Tengo una opinión formada del mismo y no soy demasiado fácil de convencer. Por ello, el deciros que La espada blanca me ha gustado mucho es para mí una alegría inmensa.
Carlos Ferrer nos ofrece una historia oscura y compleja de la mano de la más cuidada prosa para deleite de nosotros, apócrifos degustadores de su obra. Vayamos por partes, que aquí hay mucho que cortar.
Lo que parece tu típica historia de fantasía clásica del bien contra el mal rápidamente se convierte en una tragedia de elegido involuntario y plagada de muchos secundarios y un antagonista. Los dioses, da igual si parecen mejores o peores, son todos un cúmulo de bastardos controladores para los que las personas son solo fichas en un frío tablero en un juego de poder sin final. La crueldad fría de estos y el desapego hacia los mortales es algo palpable en la atmósfera, en la historia de ese mundo y las acciones de los personajes. Culturas que dieron la espalda a los dioses hace mucho, iluminados bendecidos con poderes a cambio de perder sus mentes, sacrificios rituales y naciones religiosas arrasándolo todo.
Y tienen hilos de los que tirar, porque la trama cabalga con soltura envidiable entre el drama palaciego, el camino del héroe y otros caminos algo más ignotos y oscuros que, como buen principio de saga, Ferrer solo nos da a conocer por encima. Una cosa que admiro y aprecio enormemente en la obra de Ferrer es su habilidad para presentar algo que puede resultar típico o aburrido y poco a poco ir sepultándolo bajo sus propias ideas, deformando el concepto hasta que es una nueva e interesante idea en la que genuinamente me apetece sumergirme.
Pongamos de ejemplo el mundo, por decir algo, que es un libro con aspecto mohoso y manido y pronto esas ciudades comerciantes y esos desiertos infinitos se van llenando de aspectos que refulgen como diamantes entre la pirita: autómatas imposibles, deidades demoniacas olvidades, ritualística arcana, misteriosa y llena de terribles e inesperadas consecuencias, por nombrar algunos de un largo etcétera. Plantea temas como el amor o la religión desde prismas mucho más oscuros de los que la fantasía épica y heroica en principio parece manejar.
Tiene un tono algo comercial en sus personajes y en los momentos que comparten, así como en el uso estilizado, precioso pero directo, de su prosa. No obstante, a Ferrer no le tiembla el pulso si tiene que meter momentos oníricos, pesadillescos o, sencillamente, raros. Es un hijo bastardo entre El señor de los anillos y Conan el Cimmerio (o Elric más bien, del que bebe de muchas maneras en más de un aspecto), que sabe moverse entre las dos aguas con sutileza y maestría para dar un bocadito de ambos con un sabor propio a la vez; y eso es un mérito.
Ferrer es inteligente y leído y eso se nota, porque pillo sus referencias y son variadas y, aun con todo, no siento estar leyendo un Frankenstein de literatura fantásticasino un batiburrillo del que ha nacido algo completamente nuevo y digno de admirar. Me es complicado hablar de esta novela porque, al fin y a la postre, el síndrome del primer libro de saga es inesquivable y muchos temas y tramas quedan cortados a la espera de un mayor desarrollo, pero con sinceridad os digo que dentro de la fantasía patria esta es una saga a la que merece la pena acercarse. Tan solo su concepto del amor como algo oscuro, terrible y de final aciago representado por un dios anélido ya merece la pena.
Joder, si no os lo he vendido con esa frase, no sé qué hacéis aún aquí.
Además, escribo esta reseña con cierto tiempo entre la lectura y este texto y, si bien recuerdo algunos pequeños problemas de ritmo aquí y allá, la sensación que ha quedado petrificada ha sido una muy clara: ¿Cuándo voy a poder leer el siguiente tomo?
No os la perdáis, por todos los dioses del Caos y el Orden.
Carlos Ruiz Santiago
Redactor
1 comentar
Suscribo cada palabra. La verdad es que se lee demasiado rápido, en el buen sentido. Deja muchas incógnitas en el aire y ganas de seguir 🥲