Título: El asesinato de los Aosawa
Autora: Riku Onda
Traductora: Ana Alcaina
Editorial: Salamandra
Nº de páginas: 352
Género: Thriller
Precio: 19,95 €
SINOPSIS
Mientras un sofocante calor estival aletarga la ciudad japonesa de K, en la mansión de los Aosawa se celebra una gran fiesta de cumpleaños de varios de sus miembros, entre ellos el del cabeza de la familia, médico de reconocido prestigio y propietario de una importante clínica. La velada parece transcurrir con la normalidad de esas ocasiones, hasta que todo da un repentino vuelco cuando los asistentes empiezan a sentir mareos y convulsiones. En pocos minutos, diecisiete cuerpos, seis de ellos de niños, yacen en el suelo, presuntamente envenados con cianuro en las bebidas. La única superviviente es Hisako, la hija pequeña, y la única pista, un papel con un poema quizá dejado por el asesino. Hisako, que perdió la vista tras un accidente, se halla entre los pocos testigos de la masacre, pero apenas recuerda nada: en su confuso interrogatorio sólo habla de una habitación azul, pequeña y en penumbra, y flores blancas. Unos meses más tarde, el joven que entregó el sake aparece muerto, con una nota en la que se declara culpable del crimen masivo. La investigación se cierra de forma abrupta, pero muchos están convencidos de que hubo otras personas implicadas.
RESEÑA
Momento de confesión: no me gusta el thriller. Soy consciente de que es uno de los géneros más populares y que su propia estructura ha terminado contagiando a muchas otras temáticas. Esto es fácilmente comprobable en cualquier serie de plataformas audiovisuales: sea cual sea su género, abundan recursos como los cliffhangers, las pistas falsas o los rodeos para llevar al espectador por caminos tramposos hasta situarle donde la trama debería asentarse desde el principio. Os suena, ¿verdad? También es cierto que puedo ser víctima de prejuicios al catalogar al thriller contemporáneo como una amalgama de clichés y estructuras repetidas una y otra vez (me encantaría que me propusiérais títulos que rompen con esto). Sin embargo, El asesinato de los Aosawa ha confirmado mis sospechas y, de algún modo, ha puesto otro clavo en el ataúd de un género agonizante.
Lo más destacable de la novela aparece en el texto de contracubierta. La premisa de un asesinato múltiple sin resolver que se va conformando a través de distintos testimonios no es nueva, pero sin duda sí que resulta atrayente. Se afirma que El asesinato de los Aosawa ha ganado varios premios y que The New York Times la postuló como una de las mejores obras de 2020, y también se nombran referentes tan importantes como A sangre fría o Rashomon. Todo ello me llevó no solo a adquirir un ejemplar, sino también a proponerlo para el club de lectura Omnívora. Le hubiera pasado a cualquiera. El redactor de esa contracubierta se ganó el sueldo a pulso.
La sorpresa tras terminar la lectura es mayúscula, y no en el buen sentido. La prosa de Riku Onda es sencilla, lo cual no es malo para una obra de estas características. Sin embargo, ya sea por una traducción fallida o por la ausencia de una corrección del texto, los párrafos se suceden de manera ramplona, tanto que a veces es inevitable comparar muchas frases con las que pergeñaría cualquier escritor novel. Por si esto no fuese suficiente, la trama va presentando una serie de elementos que no solo carecen de interés, sino que además incurren en lo directamente tramposo o difícilmente creíble en más de una ocasión. Y esto, para un thriller, es imperdonable.
Todo se hace aún más doloroso cuando llegamos a los dos últimos capítulos. En ellos, el estilo de Onda coge un brío y una doble intención que no habíamos visto hasta entonces. Es tan palpable esto que pareciera que esos capítulos los hubiera escrito una autora distinta a la del resto de la novela. Ojalá toda la obra hubiese sido uniforme con esos fragmentos, pero no es el caso. Doble rabia.
En definitiva, El asesinato de los Aosawa se revela como uno de los blufs de la temporada, una de esas novelas perezosas que no logran estrujar lo interesante de su premisa. Además, de nuevo se trasluce la falta de una corrección en condiciones. Vivimos una época en la que los correctores se han vuelto prescindibles porque nadie parece saber distinguir una obra pulida de otra en bruto, ya hemos visto unos cuantos casos recientes. Lo peor es que otorga la razón a los que, como yo, opinan que el thriller es un género gastado que pide a gritos voces arriesgadas que lo renueven.

José Luis Pascual
Administrador
