Título: Entre el cielo y la tierra
Guion: Elchinodepelocrespo
Dibujo: Manuel Romero
Editorial: Sally Books
Nº páginas: 312
Género: Terror existencial
Precio: 32 €
SINOPSIS
Antoine es fotógrafo de guerra. Lleva años retratando miseria, masacre y muerte. Está empapado de sangre por fuera y por dentro. Antoine se aísla en una urbanización fantasma. Quiere olvidar el mundo y hundirse en su miseria. Dos entes se lo impedirán: un árbol centenario que se nutre del cadáver de un regicida y la mujer que Antoine amó y maltrató vuelta de entre los muertos.
Reseña
De vez en cuando, uno se ve arrastrado a periplos sorprendentes. Viajes insospechados de los que, una vez en marcha, te preguntas cuál es su verdadera naturaleza, de dónde han surgido, cómo te han conocido. El arte, da igual su disciplina, está repleto de ellos. Todos nos hemos visto, en algún momento, sorprendidos, abrumados, arrollados y demolidos por una obra determinada que desconocíamos y que, cual tsunami devastador, nos arrastra sin remedio. Entre el cielo y la tierra es uno de esos periplos. Cuando lo finalizamos, nos preguntamos si hubiésemos hecho este viaje de conocer lo que escondía. Sin embargo, sabemos que volveremos a recorrerlo muchas veces más.
La novela gráfica de Elchinodepelocrespo y Manuel Romero es una representación artística y modernizada del viaje de Dante en busca de Beatriz. La figura de Virgilio se alza en forma de un eterno árbol, ajeno a la destrucción que lo rodea. O quizá no sea así y, en realidad, en un portentoso juego metaliterario, sea la propia obra la que se transmuta en Virgilio y la que, en un oscuro truco de magia, nos convierte a nosotros, los lectores, en el Dante abocado a contemplar un infinito despliegue de horrores.
La trama se centra en Antoine, un fotógrafo de guerra que acude a un lugar desolado, una ciudad que se quedó a medio construir y en la que lo único vivo es el enorme árbol que preside una plaza. Allí, el hombre no tardará en vivir episodios que podrían calificarse de sobrenaturales, hechos que lo sumergen en un oscuro pozo en el que se revuelven las pesadillas de su pasado. La principal, el suicidio de la mujer de su vida.
Lo que se nos ofrece, por tanto, es un auténtico descenso al infierno. Fuera de mi intención está acudir a los clichés, ya que aquí visitamos de facto un paraje infernal que tiene una vertiente física (cuya primera manifestación y entrada puede considerarse el árbol) y otra psicológica. Esta última, por supuesto, es la que arroja a la mente del lector algunos de los horrores más universales, y lo hace de tal manera que, entre otras muchas cosas, convierte a este cómic en una de las mejores obras de terror de los últimos tiempos. Y no, no es ninguna exageración.
El guion de Elchinodepelocrespo —sublime en los diálogos y en algunas superposiciones—, unido al arte de Manuel Romero —cuya anterior obra, Goya Saturnalia, recibe un eco tremendo aquí—, pone sobre la mesa temas tristemente actuales como el maltrato o el suicidio, pero, lejos de centrarse en la denuncia social, nos sumerge en pesadillas que rozan —cuando no abrazan indisimuladamente— algunos arquetipos del miedo universal. La inmersión es tan profunda que las páginas rebosan de momentos incómodos y perturbadores, de esos que logran que el lector se cuestione si seguir leyendo. Lograr esto, sobra decirlo, es algo que pocas obras alcanzan.
Con un trazo sucio y arenoso en la mayor parte del cómic, Manuel Romero genera una identidad lóbrega abrumadora, creando un universo oscuramente expresionista que a menudo juega con la disposición de las viñetas, con la orientación de la página o con la aparición y desaparición del color. Todo ello conforma un apabullante traqueteo que zarandea al lector en una experiencia narrativa tan singular como fascinante. La influencia, tanto en la trama como en el dibujo, de la fotografía bélica planea como un buitre sobre la lectura. Otra amenaza más que se sale del papel.
«Yo era como aquel apartamento. Por fuera, parecía sólido, impecable, incluso acogedor… Por dentro, estaba desconchado, desgarrado, amarillento, sucio, vacío, abandonado… Era un recipiente roto. También dentro de mí habían ocurrido cosas terribles».
Es esta una obra netamente adulta, de las que se atreven a traspasar algunas líneas que no solemos ver en la ficción. Incluso la propia etiqueta de terror es masacrada para alcanzar metas mucho más elevadas. No en vano, Entre el cielo y la tierra profundiza en temas intensamente humanos, y eso es lo que más duele. Vaya el lector avisado, es esta una novela gráfica importante pero nada complaciente.
No es necesario extenderse más. Estamos ante un fenómeno inédito ante el que a veces no sabes cómo comportarte, pues provoca una especie de síndrome de Stendhal del horror. Queda claro que Entre el cielo y la tierra es una de esas apariciones que demuestran conocer al lector y no al revés, una monumental obra maestra que deforma el amor para convertirlo en un infierno individual y un pasaje de los horrores abismal. Y, como todo abismo, su eco va a resonar durante mucho tiempo.
4 comentarios
Tiene muy buena pinta esta obra. Con la reseña me conquistas.
Me acordé de ti leyéndolo, con eso te lo digo todo. Creo que te va a gustar mucho.
Muchisimas gracias José Luis!! un abrazo
Todo un placer, Manuel. Enhorabuena por tan potente obra. Un abrazo.