Hellville (Thomas Ott)

por José Luis Pascual

Título: Hellville

Guion y dibujo: Thomas Ott

Editorial: La Cúpula

Nº páginas: 112

Género: Terror

Precio: 16,50 € 

SINOPSIS

Tensión, desasosiego, sobrecogimiento; estas son algunas de las sensaciones que Hellville despierta inmediatamente en el lector, o, dado que se trata de historietas mudas, más apropiado sería acaso decir en el observador. No es extraño si tenemos en cuenta que los sentimientos que predominan en sus personajes son igualmente oscuros. Hellville está llena de secuencias de violencia, fantasías de corte surrealista, fenómenos dotados de un aire casi religioso. Desarrollos con una lógica interna inapelable que frecuentemente conducen a la ironía, nunca a la moraleja. Una ironía de la que se destilan ideas tan negras como cada una de las páginas del genial autor suizo.

Reseña

Lo primero que se me viene a la cabeza tras leer Hellville es su conexión con las viejas revistas de historietas cortas de terror como las míticas Eerie o Creepy. Thomas Ott revitaliza ese formato ofreciendo una serie de relatos gráficos que optan por la supremacía de la imagen sobre el texto (salvo alguna excepción, se trata de un álbum mudo) y que recurre a dos aspectos destacables. Por un lado, tenemos una evidente deuda con el cine mudo. En especial, Ott rinde homenaje al expresionismo alemán de Fritz Lang o Robert Wiene en cuanto a iluminación, al encuadre de determinadas viñetas e incluso a la gestualidad de los personajes. Por otro, el autor revitaliza el terror efectista del mejor pulp al estructurar sus historias de una manera repetitiva pero funcional. De este modo, se incide en un inicio raudo que pone en marcha la idea desde la primera viñeta, un desarrollo fugaz pero efectivo y un desenlace que utiliza el último dibujo para meter el giro sorprendente.

Si bien el guion de las diez historias que componen el volumen va a dejar un buen sabor de boca al aficionado a lo macabro, lo mejor de Hellville es el arte de Thomas Ott. Las viñetas sin color, rodeadas siempre por márgenes negros, resultan en una inmersión sensorial que nos lleva a cierto estado de nerviosismo que se refleja con maestría en los rostros de los personajes. El trazo lleno de líneas del autor suizo nos puede recordar, por ejemplo, al arte detallado de Stephen Bissette, pero también remite a la escena underground (imposible no ver aquí la influencia de Robert Crumb), y lo hace de manera gloriosa. La ambientación oscura es sublime, perfecta para el tipo de historias que nos quiere contar el autor, y su narrativa eminentemente visual funciona a las mil maravillas.

Por todo lo mencionado, podemos indicar que Hellville se abandona a la sensorialidad, pero se trata de una sensorialidad que tiene que ver con las emociones negativas. Esta obra es un buen ejemplo de cómo ciertos recursos exiguos pueden favorecer la generación de angustia o impresión en el lector. Si a ello le añadimos un surrealismo aplicado a tal empresa, e incluso cierto toque de esperpento, podemos alcanzar el estado mental necesario para impregnarnos de esas emociones que tanto miedo nos dan y, al mismo tiempo, tan placenteras resultan. Sin duda, este cómic le habría encantado al buen Franz Kafka.

Más allá de lo perverso que resulta Hellville en su conjunto, hemos de añadir el perenne humor negro y retorcido de la propuesta, ese tipo de humor ácido y a ratos incómodo que tan bien le sienta al terror y que, por suerte o por desgracia, no abunda en exceso. He aquí una galería de horrores excelsa que podríamos comparar con la experiencia de adentrarse en la frontera tenebrosa que marca un bosque en plena madrugada. No lo sabemos de antemano, aunque intuimos que lo que allí palpita es, ni más ni menos, el corazón mismo del terror.

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