“En mi piscina habita el fantasma de un niño ahogado. Se acurruca en un rincón y con mirada triste me suplica que la llene”.
Puede parecer sencillo, pero escribir un microrrelato que sea certero y contundente es todo un arte complicado de dominar. La concreción que exige el formato al tener que condensar toda una historia oculta en muy pocas líneas requiere de un manejo de recursos bastante diferentes de los que nos permiten los relatos largos o, ya a otro nivel, las novelas. Por eso, no es fácil encontrar en las librerías tomos que recopilen microrrelatos. Por supuesto, ello no quiere decir que no existan, y aquí viene la editorial Quarks Ediciones Digitales para demostrarlo, con un catálogo exclusivamente en formato digital de disposición gratuita.
Nadie piensa en los niños es un compendio de microhistorias pergeñadas por Santiago Eximeno, una de las voces más destacadas del terror escrito en nuestro país. Eximeno ya tiene una amplia experiencia a sus espaldas en forma de novelas, antologías y juegos de carácter narrativo ya sean online o físicos. Una mente inquieta y prolífica que nos regala continuamente obras que hacen las delicias de los aficionados al género. Santiago domina el microrrelato como nadie, y lleva tiempo demostrando que es un género que por sus características se adapta perfectamente al terror. Además de la obra que nos ocupa, os animo a leer Días de circo o Vamos al parque, hilos que el autor ha creado en twitter con series de microrrelatos de una calidad increíble.
En Nadie piensa en los niños encontramos pequeñas ficciones que tienen en común una mirada lanzada desde una óptica infantil o estar protagonizadas por niños. Estaremos de acuerdo en que los infantes son un recurso extraordinario a la hora de generar miedo, y el autor sabe explotarlo de un modo magnífico. Es difícil explicar en qué consisten estos relatos, pero podemos decir que las relaciones paternofiliales adquieren aquí un significado diferente y macabro en aras de buscar el escalofrío en el lector. Y vaya si lo consiguen. Las frases de Eximeno son sentencias, disparos a la columna vertebral del que está al otro lado del papel, caricias heladas en mitad de la noche. Y no solo eso, sino que además del puro miedo, también existe un fondo de humor negro —en ocasiones muy negro— e incluso de denuncia o crítica social.
La maestría de estos pequeños textos se revela en cómo la última frase de cada relato nos causa, invariablemente, esa sacudida cerval asociada siempre a las buenas historias de horror. No es fácil de conseguir, vuelvo a repetirlo, pero Eximeno logra triunfar en cada una de estas propuestas con una naturalidad asombrosa.
Poco más hay que decir de esta pequeña gran recopilación. Pienso que este tipo de proyectos son muy disfrutables para los amantes del terror y de la calidad literaria. De ambos hay, y en cantidades ingentes, en Nadie piensa en los niños. La edición digital, presentada con mimo y sobriedad, es ideal para que cualquiera encienda su minúsculo dispositivo electrónico por la noche, en la cama, antes de dormir, y se sumerja durante unos minutos en estos cuentos de siniestro cariz. Con eso bastará para robaros el sueño, os lo aseguro. Otra muestra:
“Tengo un rollo de cinta aislante en el bolsillo, pero no te lo diré. No quiero estropearte la cena con tu marido. Soy una buena canguro”.