Título: La estación de las luces
Autor: Toni Ramos
Editorial: El Transbordador
Género: Terror
Nº de páginas: 244
Precio: 20€ – 4,90€ (digital)
Como bien explica Javier Pérez Campos en el prólogo de La estación de las luces, el metro puede ser una fuente de pesadillas e inquietudes para cualquier persona. Descender a los intestinos de una ciudad, sumergirse en profundidades donde solo cabe luz artificial, perderse en túneles que parecen eternizarse y que, de alguna manera, anticipan nuestra llegada a otra dimensión, a otra realidad, a otra parada. He leído algunos relatos ambientados en el metro, pero mi memoria no recuerda ninguna novela que transcurra por las vías tenebrosas del subterráneo. Hasta ahora.
Toni Ramos consigue un logro nada desdeñable en La estación de las luces, algo que cualquier escritor persigue desde que empieza a dibujar palabras sobre el papel: recrear el aire que rodea a una época con una fidelidad asombrosa. O en otras palabras, trasladarnos a un punto en el tiempo y el espacio que, de alguna manera, sabemos que fue tal y como Toni lo describe en su novela. A nivel personal, tengo la suerte —o la desgracia, depende del punto de vista— de pasar a diario por muchos de los lugares que aparecen en las páginas de esta obra, y encontrarlas en el papel es como volver a pisarlas de nuevo. Incluso, haciendo un doble combo, puedo decir que he leído La estación de las luces mientras el vagón de metro en que viajaba atravesaba la “estación fantasma” de Chamberí (sí, soy lector de metro), por lo que todo parecía confabular en favor de la novela.
La trama se desliza hacia ese mundo subterráneo y nos permite asistir al día a día de un operario del metro de Madrid en diferentes épocas, pero centrándose sobre todo en 1966, momento en que el crecimiento de la red del metropolitano hace necesaria la ampliación de los trenes y obliga a cerrar la estación de Chamberí por tener una disposición poco adecuada para los nuevos vehículos. Mateo Lafuente, el protagonista, será testigo de primera mano de algunos hechos sobrenaturales que acaecen en la estación, y que de alguna manera parecen estar relacionados con su historia personal.
Aunque el metro de Madrid está lleno de leyendas, la verdad es que no esperaba encontrarme con una trama puramente fantástica, que de algún modo viene a sumarse a la larga lista de misterios que pueblan los túneles que recorren la capital. Con una narración sencilla y funcional, el autor nos propone una historia muy de best-seller, con todo lo que ello conlleva. Personalmente, he agradecido el tono ágil y desenfadado de la prosa, que hace discurrir la novela a buena velocidad. Si bien la trama fantástica puede resultar forzada en ocasiones, el desenlace me ha dejado muy buen sabor de boca, en un pasaje emocionante que supone un perfecto cierre.
Hay un aspecto en la estructura de la novela que no me ha terminado de funcionar, y es la intercalación de tramos que suceden en la actualidad con otros que se sitúan en el pasado. De por sí es una buena idea, pero a menudo se nos cuentan las mismas cosas solo que cambiamos de primera a tercera persona, resultando un tanto redundante en ocasiones. Si obviamos esto y nos dejamos impregnar por la magnífica ambientación, cosa que no es difícil, vamos a disfrutar de un Madrid en pleno auge, de una palpable sensación de claustrofobia y de algunos sucesos francamente sorprendentes. Creo que son motivos más que suficientes para recomendar La estación de las luces.
Estamos ante una novela de terror que podríamos denominar pulp en su espíritu de ofrecer un ritmo casi cinematográfico plagado de hechos fantásticos de fuerte calado —no cuesta imaginarse una adaptación a película—, pero también puede definirse como un entretenimiento con cierto trasfondo personal, que sabe dibujar muy bien a su personaje protagonista y meterse en su manera de ver las cosas. Y sobre todo, representa un fiel retrato de unos tiempos pasados muy reconocibles todavía, además de ofrecer una aproximación poco trillada al más allá. Para ser una primera novela, Toni Ramos ha creado algo estimulante y con peso. Mi aplauso por ello.
José Luis Pascual
Administrador