Las cinco mujeres: el true crime victoriano que necesitas leer

por Sofía Guardiola

Título: Las cinco mujeres

Autor: Hallie Rubenhold

Editorial: Roca Editorial

Nº de páginas: 432

Género: Ensayo

Precio: 21,90€ / 7,99€ (digital)

El monstruo por excelencia de la época victoriana no es ni Drácula ni Mr. Hyde, sino un asesino real al que nunca se le puso cara ni nombre de forma fidedigna, pero cuyo rimbombante mote (elegido por los periódicos de la época) ha llegado a todos los rincones del mundo, incluso casi dos siglos después de sus crímenes: Jack el Destripador.

Todo aquel que se interese por los crímenes reales y los asesinos en serie sabe, por lo menos, que asesinaba de noche a mujeres en el conflictivo barrio de Whitechapel, Londres, cortándoles la garganta. Quien se haya adentrado más aún en el tema, habrá escuchado que también mutilaba los genitales de las mujeres, apuñalaba numerosas veces sus abdómenes, posiblemente ya inmóviles, y que posteriormente desfiguraba de forma macabra sus rostros. Además, seguro que todos ellos tienen total convencimiento de que era un asesino de prostitutas, y pueden llegar a saber que fueron cinco sus víctimas (al menos canónicas) pero pocos sabrán sus nombres, y prácticamente ninguno sus historias o sus circunstancias. Habitualmente, cuando se narra esta oscura historia ellas son simples números, solo cadáveres, ni siquiera se las describe como personas, sino que funcionan como personajes planos porque su homicida es el misterioso, el desconocido, el que interesa porque intriga y porque, por mucho que lo intentemos, nunca le podremos conocer, es imposible indagar en la vida de alguien cuya identidad desconoces por completo.

Por suerte, la historiadora Hallie Rubenhold ha venido a cambiar eso con Las cinco mujeres, así como a rebatir y cuestionar muchas de las verdades absolutas que creemos saber de estos misteriosos crímenes y que, en muchos casos, fueron inventos de la prensa sensacionalista o de la rígida moralidad de las clases pudientes de la época, que se han mantenido sorprendentemente intactas hasta hoy.

Por ejemplo, ¿sabíais que, de las cinco víctimas canónicas, solo tenemos seguridad de que dos de ellas ejercieran la prostitución? Lo que sí sabemos que tenían todas ellas en común era la vida complicada de asilos y pensiones de mala muerte, de mendicidad, de parejas forjadas por la necesidad y la supervivencia, de ropajes sucios e hijos descuidados. Sin embargo, para la alta sociedad victoriana las mujeres pobres que dormían en la calle y las prostitutas eran lo mismo, y eso es lo que transmitieron a las generaciones venideras que se interesasen por esta ola de crímenes. Es extraño, ¿verdad? Pensar que todo aquello que te han contado como verdad, y no como suposición o teoría, es fácilmente refutable mediante la búsqueda de documentos y testimonios de la época. No obstante, es satisfactorio al mismo tiempo ver cómo Rubenhold documenta esta obra con tanta paciencia y dedicación que resulta casi imposible dudar de lo que nos plantea, por mucho que chirríe con nuestras ideas preestablecidas.

Si esperáis detalles morbosos de los crímenes o un perfil psicológico de la perturbada mente de Jack el Destripador tengo que seros sincera: no lo vais a encontrar, pero no creáis que hay pocos detalles macabros, extraños, dolorosos o terroríficos en la obra que la hacen digna de protagonizar una entrada en Dentro del monolito. En ella os adentraréis en las morgues para descubrir la reacción de familiares y amigos de estas cinco mujeres a los que se pidió que identificaran sus maltrechos cadáveres, dispondréis de un inventario de los objetos que llevaban encima cuando la policía encontró los cinco cuerpos sin vida y, además, asistiréis a las historias de sus vidas, todas ellas plagadas de tragedia. Alcoholismo, violencia doméstica, trata de mujeres, controles policiales para enfermas de sífilis, niños que mueren de inanición, separaciones dolorosas, canciones escritas para un condenado a muerte a punto de ser ahorcado, nombres falsos e identidades inventadas, un naufragio que se cobró cientos de víctimas, muertes de tifus y tuberculosis, bares de mala muerte, apartamentos infestados de ratas. El terror más mundano, asqueroso y cotidiano mostrado en todo su esplendor y, además, basado en hechos reales. En definitiva, duros retratos de las vidas con las que acabó el destripador del que, a pesar de su anonimato, parecemos saber mucho más que de Annie, Polly, Kate, Mary Jane y Elisabeth.

Por otro lado, además de truculentas historias de las que alimentarnos, en este volumen se nos ofrecen numerosos detalles muy necesarios para entender lo que los crímenes de este sangriento asesino sin rostro supusieron en su espacio temporal y geográfico. Se nos dibuja una imagen fiel de lo que la sociedad victoriana sentía, pensaba y temía en su conjunto, y para ello se aporta una sólida base documental con bibliografía de la época, que engloba desde investigaciones sociales llevadas a cabo por eruditos de clase alta que querían entender la pobreza hasta cartas de jóvenes religiosas que escribían a los periódicos predicando la rectitud y, en especial, la abstinencia. Tampoco ignora la autora las diferencias de clase y de género, y a menudo se pone en la piel, para su narración, que es a un tiempo rigurosa y novelada, del personaje del que habla, sea este un marido abandonado, una mujer alcohólica o una niña huérfana. Muchas veces no suele costar darle la magnitud adecuada a ciertos acontecimientos de la historia porque tratamos de filtrar los acontecimientos del pasado con nuestras categorías mentales actuales y precisamente Rubenhold nos ayuda con esto, poniéndonos unas gafas de realidad victoriana para que entendamos mejor la histeria de la sociedad, de la prensa y, sobre todo, de las mujeres del East End londinense, que seguramente pasaron meses creyendo que ellas podían ser las siguientes. En el caso de cuatro de ellas, lo cierto es que no se equivocaron. Fueron las siguientes, y hoy por fin podemos conocer sus nombres, ambiciones, miedos, defectos e historias.

1 comentar

FRANKY febrero 12, 2021 - 4:20 pm

Sofi! Es el asedino más famoso de todos los tiempos, normal que lo adornen un poco y que codifiquen a sus víctimas. En otro orden de cosas, me he acordado del Suyo afectísimo, Jack el destripador, de Robert Bloch…. ay…. Y si quieres seguir indagando en lo que pasaba en el east end, ese pozo de mierda, te recomiendo El pueblo del abismo, de Javk London, si no lo conoces ya estoy seguro de que te va a interesar

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