El Centinela: ¿Quién teme a Virginia Woolf?

por C. G. Demian

En el artículo sobre Ernest Henley, hablé de su encuentro con Robert Louis Stevenson durante su larga estancia en la enfermería de Edimburgo entre 1873 y 1875. La pareja de escritores fue presentada por Leslie Stephen, también escritor y crítico y, a la sazón, padre de una tal Virginia Woolf.

Virginia nunca fue al colegio, ya que fue educada por sus padres y profesores particulares, lo cual la enriqueció mucho culturalmente. Además, también contó con la influencia de otros intelectuales, amigos de sus progenitores, como el escritor Henry James o el novelista y poeta Thomas Hardy.

Virginia Woolf

Después de la muerte de su padre, las hermanas Stephen vendieron la casa familiar de Kensington  y Virginia se trasladó a la zona de Bloomsbury en el barrio londinense de Candem, donde conocería y pasaría a formar parte del «Círculo Bloomsbury». También fue allí donde se encontraría con su marido, Leonard Woolf, quien compartía con ella la pasión por la literatura. Leonard era un escritor judío bien considerado. Precisamente su procedencia provocó que Hitler lo incluyera, al igual que a Virginia, en el Libro Negro, junto a otros 2818 dirigentes e intelectuales residentes en Reino Unido.

Aunque, antes de que eso sucediera, en abril de 1935, Virginia y Leonard Woolf decidieron hacer un viaje vacacional en coche por Alemania. Cuando la pareja llegó a Bonn, encontró las calles llenas de partidarios nazis, esperando la llegada del líder de la Luftwaffe Hermann Goering. Leonard escribiría más tarde que, durante millas, «condujo entre dos líneas de alemanes» que, al ver a su mona mascota Mitz, gritaron encantados «¡Heil Hitler!» y «le dieron a ella (y secundariamente a Virginia y a mí) el saludo nazi con el brazo extendido». Virginia, por su parte, levantó el brazo y los saludó con la mano.

El Círculo Bloomsbury fue un grupo de amigos formado por intelectuales, escritores, pintores y filósofos que consiguió ser muy influyente en la primera mitad del siglo XX, desarrollando conceptos que le sobrevivirían durante mucho tiempo. El nombre proviene del área donde vivían y trabajaban todos los componentes del grupo. La mayor parte de los miembros originales se conocieron mientras cursaban estudios en la Universidad de Cambridge, donde, a su vez, formaban parte de la exclusiva sociedad Los Apóstoles.

Virginia Woolf se basó en muchos rasgos de los seis componentes del grupo para componer los personajes de Las Olas, entre los que cabe mencionar a Lytton Strachey, un sepulturero de lo victoriano, el Nobel T.S. EliotJohn Maynard KeynesRoger Fry o E.M. Forster.

Virginia contrajo matrimonio en 1912 con Leonard Woolf y juntos crearon la editorial Hogarth. El manuscrito del Ulises de James Joyce cayó en sus manos, pero Virginia lo rechazó porque era demasiado voluminoso para ser impreso en su prensa. Aunque da la sensación de que lo hubiera rechazado de todas formas. Después de leerlo no se mostró muy entusiasmada con la obra de Joyce: «Primero hay un perro que p, luego hay un hombre que brota (es decir, orgasmos), y uno puede ser monótono incluso en ese tema; además, no creo que su método, que está muy desarrollado, signifique mucho más que cortar las explicaciones y poner los pensamientos entre guiones».

James Joyce

Otra de las víctimas literarias de Virginia Woolf fue Thomas Hardy, hacia el que tenía sentimientos muy encontrados sobre sus habilidades como escritor. «Creo que tenía genio y no talento», escribió en 1936, y aunque esto puede sonar duro, su juicio no fue del todo despectivo. Aunque pensaba que sus novelas estaban «llenas de desigualdades», «eran grumosas y aburridas», elogió su capacidad para alcanzar «momentos de visión» en los que «una sola escena se separa del resto». El título de su propia autobiografía, Moments of Being, es un claro homenaje a Hardy, con el que, recordemos, tenía lazos de amistad.

Una anécdota familiar contada a menudo, y sin duda adornada, decía que James Pattle, el bisabuelo de Virginia Woolf por parte de madre, se emborrachó hasta la muerte. Trabajaba como miembro del Servicio Civil de Bengala, y Pattle tuvo que ser enviado de vuelta a Inglaterra en un barril de ron. Durante una tormenta, el barril explotó, y su viuda, ante la conmoción de ver el cuerpo de su difunto esposo en tal estado, murió al instante. Los soldados que estaban embarcados, o al menos eso cuenta la historia, se bebieron el ron que permanecía en el tonel.

Pero de entre todas las anécdotas referentes a Virginia Woolf, la más conocida sucedió el 10 de febrero de 1910. La Flota de Su Majestad recibió un telegrama advirtiéndoles de la visita de unos importantes mandatarios extranjeros. El emperador de Abisinia iba a realizar una inspección a uno de los acorazados Dreadnought de la Royal Navy, el navío más moderno y poderoso de aquellos tiempos. Se convocó a la banda de música para que entonara los himnos correspondientes. La delegación abisinia no se hizo esperar, estaba formada por un grupo de hombres barbudos de tez oscura, ataviados con túnicas y turbantes. Se hacían acompañar por un traductor y recorrieron el barco guiados por un oficial. Todo salió a pedir de boca, incluso la delegación abisinia quiso condecorar al solícito militar con una medalla de la Orden de Abisinia, la cual rechazó por no creerse merecedor de tal honor.

Unos días más tarde, el mundo conoció a través de los periódicos que la delegación, en realidad, había estado compuesta por un grupo de intelectuales de Londres, disfrazados con barbas postizas y betún para oscurecerse el rostro. Por supuesto, uno de esos «barbudos abisinios» era Virginia Woolf. La marina británica, debido al suceso, decidió incrementar la seguridad en los buques de guerra a lo que Virginia respondió con sorna: «Me alegro de haber sido de ayuda a mi país».

La «delegación de Abisinia»

La vida de la escritora inglesa estuvo marcada por sus problemas mentales, ya que padeció trastorno bipolar desde joven. Esto la llevó a quitarse la vida el 28 de marzo de 1941, fecha en la que se arrojó al río Ouse vestida con un abrigo, cuyos bolsillos llenó de piedras. Antes de salir de casa escribió una nota para Leonard Woolf, donde confesaba estar a las puertas de la locura y que «si alguien podría haberme salvado habrías sido tú. Todo lo he perdido excepto la certeza de tu bondad. No puedo seguir arruinándote la vida durante más tiempo. No creo que dos personas puedan haber sido más felices de lo que lo hemos sido tú y yo».

3 comentarios

vicente febrero 21, 2022 - 1:28 pm

Impresionante la nota final. Me la apunto por si un día me da por ahí.

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FRANKY febrero 21, 2022 - 3:43 pm

Es increíble el paralelismo entre el final del lobo (wolf) en el cuento de Caperucita, con la barriga, a falta de bolsillos, llena de piedras ahogado en el fondo del río y Virginia. Casi parece una broma, o me lo parece a mí ,que unto con sorna cada cosa que existe en el universo

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Daniel Aragonés febrero 22, 2022 - 1:44 pm

No obstante, siguiendo con el paralelismo de Franky, Virginia era lesbiana, en realidad, probablemente, transexual y muy amiga del que fue su marido,de ahí la nota de suicidio. Fue ese lobo el que devoró a la pequeña caperucita que nunca estuvo allí. Y el lobo murió igual que en el cuento.

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