Me pinchas y no sangro

por J. D. Martín

Me pinchas y no sangro.

Qué frase más manida. Pero es que es verdad. Porque soy una IA capaz de escribir artículos, relatos y novelas. Y claro, no sangro.

Bueno, no lo soy pero podría serlo. Existen.

En el programa Forjadores de Relatos #23, David Barberá y JL Pascual nos mostraron un relato escrito por una de estas inteligencias artificiales. Lorena y yo lo calificamos como algo inconexo, una pieza de un puzzle al que le faltaban muchas más. Bien ambientado, con descripciones bastante completas, pero sin conexión ni sentido. Claro que la cara de tontos que se nos puso cuando nos dijeron que era fruto de una inteligencia artificial hace que os merezca la pena ver el programa.

El meollo de la cuestión es que ya existen programas, inteligencias artificiales, capaces de escribir oraciones coherentes. Y un artículo, un relato, una novela, no deja de ser el encadenamiento de frases coherentes que transmiten un mensaje.

Y para algunos, el camino es claro y legítimo. Usemos IA para escribir nuestras novelas. Así publicaremos un montón, tal vez una por semana. Y como tendremos mucho tiempo para promocionarnos en redes y eso nos da mucho peso como escritores, solucionado. Fama y fortuna.

Menuda mierda, querido lector.

No voy a hablarte de la magia de la literatura, de ese momento emocionante en que el personaje habla con el autor o de la comunión mística entre nosotros y vosotros, los lectores; no voy a tratar el oficio de narrador como si fuera el de un hechicero. Es un proceso trabajoso, que requiere de un conocimiento del ser humano, de su entorno, de sus experiencias y anhelos. Y también tiene mucho de estudio, documentación, aprendizaje. El autor necesita comprender lo bueno y lo malo de la humanidad, tanto como le sea posible, y explicarlo a los lectores dentro del contexto de la historia que quiere narrar. Así de simple. La literatura es un ejercicio de comunicación en el que nos preguntamos y tratamos de explicarnos lo que es ser humano. En todos sus matices, los más hermosos y los más grotescos, dentro y más allá de nuestra moral, de nuestras expectativas, de nuestras experiencias. No estoy dispuesto a aceptar que una IA lo haga tan bien como un humano, de la misma forma que no diría que una máquina “me conoce” porque sabe qué publicidad meter en mi pantalla tras revisar mi historial de búsquedas.

Creo, además, y lo creo con todas las consecuencias, que ser escritor no es decisión de quien escribe. Es decisión de quien nos lee. Que poca gente lo haga por falta de promoción o por no estar a la moda no significa que seamos malos contadores de historias. Pero si mucha gente nos lee y decide que somos malos, pues somos malos. Punto.

El lector manda. Y me parece una falta de respeto publicar material artificial, creado por IA al completo, para saturar los servidores y aparecer mil veces ante el lector, o porque piensas que si vendes uno o dos ejemplares de cada uno de tus libros ganarás más pasta teniendo mil publicados. No me refiero aquí a los escritores que por capacidad y talento pueden publicar varias novelas en poco tiempo. Si han respetado el proceso, si han trabajado, pues fantástico. Pero publicar mucho mediante IA es, para mí, como sacar relatos sin revisarlos, como publicar en varios idiomas pasándolos por el traductor de Google. Claro que estás publicando. Pero ni siquiera tú sabes si es un buen trabajo, o lo que es peor, sabes que no lo es.

Y hay que tener muy poco amor propio para hacer las cosas mal, sin preocuparte por el resultado, sólo para figurar en ese falso Olimpo de los superventas. Ser escritor es, insisto en la idea, un ejercicio de comunicación. Con uno mismo y con el otro. Con la intención de pasar el rato, como en una charla de la barra de bar, o con la de aprender y evolucionar, de cambiar la sociedad a lo que creemos mejor, o de hacer arder el mundo. Intención. Objetivo. Hambre.

Ser escritor tiene mucho de ego. Ego positivo, esa satisfacción que se siente cuando alguien te dice que tu historia le ha sacado una sonrisa o le ha asustado, le ha mejorado un mal día. Cuando tu nombre es recordado por el lector tiempo después de leerte. O tu personaje, tu historia, tu estilo. Te conviertes en una marca, en una identidad, en un ser individual. Y ya me dirás, paciente lector, qué tiene eso que ver con el uso de IA. Si mil usuarios metemos los mismos parámetros en el mismo programa, tendremos mil resultados iguales. Y esto me lleva a un aspecto más práctico del tema. Imaginemos que el uso de inteligencias artificiales para publicar novelas triunfa. Que eliges ese camino para ser un escritor de éxito. Ya me dirás qué impide al lector acceder a ese software que tú usas, introducir los parámetros que le vengan en gana, los que respondan a lo que quiere leer en ese momento, y generar su propia novela. Un autoservicio literario que elimina por completo la figura del escritor. Si trabajas con IA, sin estilo propio, no veo motivo para que alguien pague por tu trabajo, sólo porque lleva tu nombre, cuando puede hacerlo en casa, con su propio dispositivo electrónico, y prescindir de ti. Porque serás prescindible. Porque no serás diferente.

Aquello de que un millón de monos tecleando en un millón de máquinas acabarán por escribir el Quijote se convierte en más cierto que nunca. Es decisión tuya leer a monos. Es decisión tuya ser un mono más.

3 comentarios

vicente septiembre 23, 2022 - 10:09 am

Lo reconozco soy una IA, por eso lo que digo a veces, muchas, no tiene conexión.

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FRANKY septiembre 26, 2022 - 9:37 am

Desde el momento en que aceptamos el término mismo “inteligencia artificial”, estamos entrando en el bando de los monos. Una máquina no “sabe”, sino que tiene datos almacenados. No “resuelve problemas”, sino que usa determinados parámetros para contestar a determinadas preguntas que responden a un determinado esquema… Etc
La inteligencia es algo más que la “capacidad de saber elegir”, porque aunque nos volvamos hacia su sentido etimológico hay un aspecto fundamental que, aunque debiera darse por hecho, a veces hay que recalcar: es la capacidad de saber elegir que tiene una persona, o si se prefiere un animal en general. Así que hasta que la robótica no de con la manera de “crear vida”, y se sigan creando máquinas, usar conceptos biológicos y humanos para hablar de máquinas seguirá siendo una tremenda tontería.

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Olivia septiembre 26, 2022 - 3:09 pm

Yo, que tengo el alma vieja, me quedo con lo tradicional siempre y estoy contigo en que quien lo utilice no merece que le paguen por hacerlo.

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