El cisne en el ocaso (Rosamond Lehmann)

por José Luis Pascual

Título: El cisne en el ocaso

Autor: Rosamond Lehmann

Editorial: Errata naturae

Nº de páginas: 192

Género: Autobiografía

Precio: 18,50€

En los últimos años de su vida, sobre todo después de casarse, semejaba una joven diosa de la cosecha. A veces, sin embargo, desaparecía su aureola; en ocasiones estaba macilenta, con los ojos oscurecidos y la piel cubierta por una sombra azulada, como una Perséfone en ascenso a la que aún no hubiera tocado el sol.

No es esta una reseña sencilla. Primero, porque El cisne en el ocaso no es en absoluto el tipo de libro que solemos traer a este espacio (aunque aquí nos atrevemos con todo). Segundo, porque, dentro de la subjetividad de cada lector o reseñador —ya he dicho aquí alguna vez que debemos tender a la máxima objetividad aunque ello parezca contradictorio—, este libro pertenece a ese tipo de obras cuya valoración cambiará ostensiblemente de una persona a otra, ya que estamos ante un título tremendamente personal y con un tono muy marcado.

Hablo de libro, no de novela, ya que El cisne en el ocaso transita entre la narrativa y el libro de memorias, quizá tendiendo más a esto último. Rosamond Lehmann se dedica a abarcar en la obra buena parte de su vida, ofreciendo una mirada que orbita siempre sobre un foco fundamental y omnipresente: el temprano fallecimiento de su hija Sally. 
La narración de la autora se fragmenta en tres partes. En la primera asistimos a la infancia, en un fascinante ejercicio retrospectivo que, sin embargo, puede ser el más pesado de la obra. La segunda parte, vertebral y breve, mira directamente hacia el momento de la muerte de Sally. En la tercera, se nos narra todo lo que sucedió después y cómo Lehmann encontró paz en ciertas doctrinas para lidiar con la tragedia. 

Encanta, desde el principio, el naturalismo en la prosa, que se convierte en un fluir de momentos pasados y emociones recordadas. Rosamond Lehmann ejecuta continuamente un pequeño milagro: el conjuro de su infancia, trasladando a las páginas las mismas sensaciones que experimentaba entonces, quizá tamizadas por el paso del tiempo pero tratadas con una naturalidad asombrosa. No es fácil escribir desde la niñez, pero la autora lo borda. 

Hay magia en esa sucesión de pasajes, pero no viene sola. Una impresión de fatalidad acompaña al texto desde el mismo inicio, algo intangible que se hace presente en determinados momentos y que otorga a la obra ese componente de tragedia inevitable, de suceso que sabemos que, tarde o temprano, acaecerá. A veces se lo menciona directamente, sin templanzas. Pero otras veces sobrevuela en forma de metáfora fantasmal, como ese mirlo atrapado en una redecilla que, de manera inexplicable, es abandonado a su suerte.

A partir de ahí, nos metemos de lleno en la edad adulta y la aceptación de la oscuridad. Resulta emocionante el momento cumbre, por supuesto. Difícil no ponernos en la piel de Lehmann, aunque nos separen muchos años y escalafones sociales. Pero también resulta muy interesante, al menos a este que escribe, toda la diatriba referente a lo sobrenatural. Las experiencias que cuenta la autora pueden enmarcarse en el misticismo, pero de algún modo el texto se las apaña para no inmiscuirse demasiado y mirar con objetividad la fenomenología que se desencadena. Sin duda —y de ahí las palabras que abren la reseña—, mucha gente sentirá rechazo hacia los sucesos narrados en el libro por considerarlos obra de la mente de una persona afectada por la muerte de su hija. Otros muchos encontrarán una mirada coherente y bastante fría, con toques de cientificismo. Y los demás lectores, por qué no, hallarán consuelo en la imaginería dibujada y vivida por Lehmann.  

Más allá de eso, resuena también el modo en que esta autora explicita sus razones para escribir, llevándonos a creer que el talento es innato, al menos en su familia y entorno. Es realmente curioso comparar sus apreciaciones sobre la controversia de su obra tras ser creada y el olvido que el creador debe dispensar a lo ya escrito. Una vez publicado, a otra cosa. Justo lo que pensamos muchos en la actualidad. 

Con una delicada edición por parte de Errata Naturae, El cisne en el ocaso bien puede servir como faro y guía para quien tenga la desgracia de hallarse en el mismo trance que Rosamond Lehmann. Me parece un motivo más que suficiente para leer el libro. Pero hay mucho más, una poética de la pérdida y una construcción de la fe, un dibujo de otra época y el quiebre de un tabú. A menudo se abusa hoy en día del término «obra necesaria». Esta lo es. 

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