Título: La historia que jamás deseé escribir
Autora: Chus Sánchez
Editorial: Malas artes
Nº de páginas: 174
Género: Terror gótico
Precio: 17€
SINOPSIS
Aunque creas que estás ante una novela fantástica, La historia que jamás deseé escribir se basa en delirantes hechos reales que sucedieron en el siglo XIX. Durante esa centuria en la que epidemias y afecciones como la tuberculosis diezmaban la población, unos cuantos privilegiados se lanzaron a la búsqueda desesperada de un milagro que los sanara. Potentados y aristócratas arriesgaron lo que tenían para obtener una reputada medicina procedente de Egipto famosa durante la Edad Media: Mumia vera. Tras siglos de olvido, este producto entró en circulación de la mano de peligrosas bandas organizadas que combinaron su venta clandestina con la falsificación de antigüedades y el tráfico de cadáveres. Los rastreadores más osados acabaron en Egipto tratando de hallar por sí mismos el preciado remedio que se les negaba en Europa. Entre estos alocados viajeros se encuentra la protagonista de esta historia, una mujer adinerada capaz de enfrentarse a cualquier obstáculo por salvar al amor de su vida.
RESEÑA
Me he acercado a esta novela sin saber nada absolutamente de la autora, no la había leído antes y no tenía idea de qué me iba a encontrar… el título no dice tampoco mucho, y la portada menos. Pero me interesó, vete tú a saber por qué; los engranajes de la maquinaria cósmica de mi mente, ya se sabe.
Lo que me he encontrado me ha retrotraído mágicamente a mis queridos y fantásticos románticos alemanes, sobre todo a Ernst Theodore Amadeus Hoffmann y a Sheridan Le Fanu (si alguien se va a poner a cantar las virtudes de Carmilla, os diré, por favor, que aquí no… porque Le Fanu escribió muchísimas cosas y muchísimo mejores. Lo mismo os digo con Kafka y La metamorfosis… por favor, dejad ese tema. Cierro paréntesis), y esto ya de por sí representa para mí un éxito. La atmósfera decadente es la protagonista desde que arranca la novela: es un video de Tool, Sober. Y también Lemonade, de Coco Rosie. Debo hablar así, emborronando este lienzo, esta reseña, con pinceladas diversas que al final formarán un color sin nombre (ese que adquiere la bola de plastilina después de haberlas mezclado todas).
Este relato fue escrito «en un lugar gélido, devastado sin embargo por un árido fuego sobrenatural en el que solo se debería buscar a Dios» ; y la autora, aún sabiéndolo, se ha dedicado a buscar otra cosa.
Y mira que es una historia de amor. ¿Lo es?
El amor es uno de los motores que animan protagonista y trama, en efecto: sin embargo, hay algo más. Acaso esta protagonista es una buscadora, en el más noble y metafísico sentido del término, lo que sucede es que ella misma no lo sabe, y gracias a cierto accidente relacionado con el amado, se decide a emprender la búsqueda: de lo maravilloso, de lo preternatural, de lo otro que nos completa.
La historia tiene mucho, también, de gótico.
Hablemos del amado antes mencionado: da que pensar. Aunque en ciertos momentos de la historia no nos topamos con él, sino sólo apenas con su nombre y con una sucinta idea suya, no podemos evitar construirlo, llenarlo de atributos fantásticos, ominosos unas veces, otras no, incluso lo contrario: lo convertimos en un insulso idiota, un tipo sin trascendencia para la historia. Se trata de un enigma perfectamente construido.
La resolución de la novela también me ha parecido acertada, sin destripar: baste decir que cierra el círculo elegantemente —o acaso lo deja abierto…
Fco. Santos Muñoz Rico
Redactor