La sangre de la virgen (Sammy Harkham)

por José Luis Pascual

Título: La sangre de la virgen

Guion y dibujo: Sammy Harkham 

Editorial: Fulgencio Pimentel

Nº páginas: 296

Precio: 35 € 

SINOPSIS

California, 1971. Un joven ambicioso trata de abrirse camino en la industria del cine de terror y bajo presupuesto. Dividido entre el desorden de sus rutinas familiares y sus escarceos en la vida disipada propia de la profesión, la frustrante realidad de sus posibilidades en el oficio entra en pugna con sus aspiraciones como artista, mientras los acontecimientos se suceden guiados por la fatalidad y también por una cierta banalidad. Al fondo, las eternas bocinas de Los Ángeles.

Sammy Harkham nos sitúa en un momento crucial para la evolución de la industria, el tránsito entre el último estertor de los grandes estudios y el auge del cine independiente, para abordar temas como paternidad, sexo, creación, emigración, los albores de Hollywood y el Holocausto judío, y erigir de paso una novela gráfica total.

RESEÑA

Hablé hace unos años de Pobre marinero, obra de Sammy Harkham que se centraba en la vida de un hombre que se echaba a la mar y que suponía todo un canto al incorfomismo y a la búsqueda de un sentido que se nos escapa. Si bien se trataba de una obra menor en cuanto a tamaño y originalidad (adaptaba un cuento de Maupassant), ya se adivinaba el enorme talento que el autor volcaba en cada página, buscando siempre formas de innovar o romper la narrativa tradicional. La sangre de la virgen bulle de maestría, y esta vez lo hace a lo grande ya que su historia se fraguó durante nada menos que catorce años.

La sensación que desprende La sangre de la virgen es la de un torrente abrumador, una avalancha que te cae encima de sopetón sin que puedas hacer más que dejarte arrastrar por su fuerza. Una sensación parecida a la que me trasnmiten algunas películas de Martin Scorsese —el cómic tiene mucho del neoyorquino— o, por poner un ejemplo reciente, con la Babylon de Damien Chazelle. La obra nos introduce en la vida de Seymour, un currante de una productora de cine que trata de sacar la cabeza en el mundillo realizando cualquier tarea que le caiga encima. Se ocupa del montaje, ayuda en los rodajes, intermedia con actores y directores y, al mismo tiempo, prepara un guion que le proporcione una oportunidad. Su vida personal está un poco patas arriba, con una mujer que pasa demasiado tiempo sola cuidando de un bebé que no para de llorar.

De algún modo, lo que hace el autor es contar una odisea personal que, si bien no abarca un lapso de tiempo demasiado grande, adopta la forma de las grandes epopeyas de la ficción. Para conseguirlo, Harkham crea y recrea toda una época de un modo que pocas veces se habrá visto en un cómic. La cantidad de detalle, tanto en la vida de Seymour como en todo lo que le rodea, es tal y tan minuciosa que nos lleva a pensar en que el autor conoce la historia de primera mano. No me cabe duda de que algunas situaciones tendrán mucho de autobiográfico. Los aspectos más destacables desde el mismo inicio, aparte de la majestuosa ambientación, radican en el imparable ritmo narrativo que desprende la obra y en el trabajo que hay detrás de los diálogos. En comunión, ambos elementos conforman un verdadero tsunami de emociones y una construcción de personajes magistral que nos obliga a empatizar incluso en momentos en que los personajes se comportan de maneras que podrían considerarse como reprobables. Esto nos lleva de nuevo a Scorsese o Tarantino —podría equipararse esta novela gráfica con la antológica Érase una vez en Hollywood— y su concepción de la historia y los personajes, pero añadiría un toque del Clint Eastwood director, ese que además es capaz de otorgar a sus criaturas un marchamo melancólico.

Y eso, la parte humana, nos lleva al tema principal de La sangre de la virgen, que no es otro que el continuo esfuerzo que requiere la vida en sociedad y que, en el 99% de los casos, tan solo conduce al fracaso, la frustración y la resignación. Los personajes de Harkham no son felices, pero luchan con tolo lo que tienen dentro por atisbar pequeños momentos de luz en sus vidas. No siempre lo consiguen, aunque el desparpajo narrativo del autor transforma la posible tragedia en algo más cercano una comedia humana de gran calado. De esta manera, los momentos agridulces, cuando aparecen, resultan demoledores para el lector.

Aunque la mayor parte del cómic centra su foco en Seymour, hay varios fragmentos en los que Harkham se desvía para contarnos otras historias. Me gustaría destacar el capítulo dedicado a Joe, en el que el autor sí traza un arco vital completo desde los primeros y casuales contactos de un joven granjero hasta cuando este es anciano. Aquí el autor se sirve de un manejo de la elipsis absolutamente arrollador, recurso que utiliza muchas veces más a lo largo de la obra. El efecto narrativo es tan conmovedor como inmisericorde, en un contraste que eleva el cómic muy por encima de la mayoría de obras que aspiran a alcanzar la genialidad y se quedan en el camino. También resulta devastadora la historia de la madre de Ida durante el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Harkham solo necesita unas decenas de páginas para universalizar la máxima desolación interior y exterior.

Y es que, más allá del ritmo incesante, de los diálogos insuperables o de los cientos de detalles que se interconectan entre sí a lo largo de la obra, son esos momentos que nos estrujan el corazón los puntos pivotales de la historia. Gracias a la maestría de Harkham y su impresionante construcción de escenas, esos pasajes no precisan mucho más más que una viñeta, una mirada de un personaje, una postura corporal… Detalles que lo marcan todo y que, instalados en el lado amargo de la existencia, dejan un poso extraordinario. Y todo ello con un dibujo sencillo, de trazo limpio y cercano a la caricatura que no hace alardes de gran minuciosidad porque no le hace falta, ya que su naturaleza es servir a la historia, al ritmo, al mensaje.

Para que todo el mundo se haga una idea del ingente trabajo creativo que hay detrás de este título, Sammy Harkham se convirtió, durante años, en un inseparable del mítico director de cine Joe Dante con la única pretensión de documentarse. Tal es la dedicación del autor para con su obra, y deberíamos por tanto afirmar sin ambages que La sangre de la virgen es el título más importante de su vida, esa historia que todos llevamos dentro y que algunos logran contar mientras la mayoría se resigna a dejarse llevar por el tiempo. Esto no ha de implicar necesariamente que el cómic sea bueno, pero en este caso no es que sea bueno, es que es una auténtica maravilla.

La sangre de la virgen se eleva sobre su condición de cómic para trascender en algo mucho mayor. El amor al cine, la dedicación a perseguir un sueño, el encontronazo con la triste realidad, la confusión vital inherente al ser humano… Hay tantos temas y vertientes que se tocan, que no puedo más que recomendar la lectura —y relectura— de esta obra maestra que encumbra a Harkham como artesano de prodigios narrativos. Mi más sincera enhorabuena a Fulgencio Pimentel por la publicación de uno de los mejores cómics de este siglo.

2 comentarios

Fulgencio Pimentel agosto 15, 2023 - 9:55 pm

Gracias en nombre del autor y por la parte que nos toca. Suscribimos la reseña en un sonrojante 100%.

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José Luis Pascual agosto 18, 2023 - 10:18 pm

Gracias a vosotros por publicar la obra y por comentar aquí. Un abrazo.

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