Título: Oso
Autora: Marian Engel
Traductor: Magdalena Palmer
Editorial: Impedimenta
Nº de páginas: 168
Género: Narrativa contemporánea
Precio: 20,50 €
SINOPSIS
La joven e introvertida Lou abandona su trabajo como bibliotecaria cuando se le encarga hacer inventario de los libros de una mansión victoriana situada en una remota isla canadiense, propiedad de un enigmático coronel, ya fallecido. Ansiosa por reconstruir la curiosa historia de la casa, pronto descubre que la isla tiene otro habitante: un oso. Cuando se da cuenta de que este es el único que puede proporcionarle algo de compañía, surgirá entre ellos una extraña relación. Una relación íntima, inquietante y nada ambigua. Gradualmente, Lou se va convenciendo de que el oso es el compañero perfecto, que colma todas sus expectativas. En todos los sentidos.
RESEÑA
Lo salvaje depara sorpresas. Siempre. Que se lo digan al capitán Ahab, al Martin Brody de Tiburón o a los protagonistas de Los sauces. Saliendo de la ficción, mucho tendrían que decir al respecto personas como Dian Fossey, Steve Irwin o Timothy Treadwell (sí, el que terminó devorado por osos grizzly). El mundo animal, especialmente el que no está sometido a la cautividad, posee ese carácter imprevisible que jamás se deja domar por la intervención humana. Pero ¿y si lo salvaje también ofrece el otro lado? ¿Y si se convierte en un refugio perfecto? Eso es lo que parece servir en bandeja Marian Engel en Oso.
La novela, publicada en el lejano 1976, presenta una trama que, imagino, resultaría tan provocativa como radical en aquella época. Lou, una joven documentalista, es enviada a una isla para catalogar y clasificar todo lo que hay en una vieja mansión que ha sido cedida al instituto para el que trabaja. A lo largo de todo un verano, Lou se va a enfrentar con los obstáculos y las bondades de la vida aislada en plena naturaleza. Y no solo eso, ya que además emprenderá una relación con el oso domesticado que la antigua dueña conservaba como mascota.
Oso cala poco a poco. Marian Engel utiliza la trama para realizar toda una reivindicación de la vida fuera de las grandes urbes, una llamada al viaje interior —y exterior— para que tomemos la máxima conciencia de nuestros sentidos y de lo que significamos como individuos. La manera de hacerlo no carece de encanto, pues la autora apuesta por la sencillez estilística como forma de apuntalar la otra sencillez, la de la vida en la naturaleza. Con bastantes toques metaliterarios, en cuanto a las obras que cataloga la protagonista, y con una cuidada construcción del personaje principal y de sus dos contrapartidas —la antigua dueña y el propio oso—, la novela va atacando nuestros sentidos en un juego sensorial que se va ampliando en círculos concéntricos.
Sin duda, lo más llamativo para el público generalista será la controvertida relación sexual entre Lou y el oso, resumida en una serie de escarceos sumamente explícitos que Engel aprovecha para defender la libertad sexual de la mujer. Si bien pueden existir paralelismos con películas como La criatura (Eloy de la Iglesia, 1977), mi impresión es que la autora utiliza la figura del animal como una metáfora que funciona en segundo plano, otorgando cierta ambiguedad a la novela. Sea como sea, Oso puede leerse en ambas claves, la literal y la metafórica.
La brevedad de la novela ayuda a que el efecto de la acogedora austeridad que promulga se amplifique. Podríamos considerar Oso como una obra de ficción tangencial a la nature writing. Sus valores y querencia hacia el ecologismo y lo natural —en todos los sentidos— resultan envolventes y convierten la lectura en un auténtico placer. Un placer animal.

José Luis Pascual
Administrador

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