Título: Doppelgänger
Autor: Sebastián G. Sancho
Editorial: Ediciones T&T
Nº de páginas: 261
Género: Thriller, terror
Precio: 19 €
SINOPSIS
¿Y si los nazis hubieran logrado viajar en el tiempo?
Ambientada en plena Segunda Guerra Mundial, la novela comienza con un experimento nazi que pretende alterar el curso de la historia. Lo que sigue es un viaje perturbador a través de la mente de un prisionero sin memoria, encerrado en un sanatorio junto a un campo de concentración. Entre lobotomías, alucinaciones, recuerdos fragmentados y figuras que se ocultan en los espejos… Luther Hicks debe descubrir quién es realmente. O quién fue.
RESEÑA
¿Quién es usted?
Ya, ya sé que ha venido a leer una reseña, no a presentarse. No le pido que lo haga. Sólo le invito a preguntárselo. O más bien es Sebastián G. Sancho, autor de la novela reseñada, quien le invita a hacerlo. Puede que no sea buena idea.
No estoy de acuerdo, no por completo, con quienes definen esta obra como thriller de terror psicológico con toques de novela histórica. Es como decir que cualquier plato de pasta es harina de cereal cocida con salsa de algo. Se queda corto. No nos prepara para la experiencia. Esta novela es por encima de todo una reflexión sobre la naturaleza humana, sobre nuestra propia identidad. Que no es tan difícil, pensará usted, paciente lector. Pero deje un segundo de leer mis palabras. O un minuto. Y responda a la pregunta. ¿Quién es usted?
La respuesta es complicada para cada uno de nosotros. Son demasiadas las variables que nos definen, demasiado complejo el trazado de una identidad y una memoria. Para el protagonista de la novela, la tarea es imposible. Y ahí es donde radica la fuerza del texto.
Nuestro protagonista nos cuenta su historia con su propia voz, en primera persona. Es un soldado aleman en la Segunda Guerra Mundial, que fue herido en el frente de Stalingrado y, después, internado para su recuperación en el sanatorio en el que transcurre la acción. Como dicho sanatorio está adscrito a un campo de trabajo, o de exterminio, donde los prisioneros comunes pasan recluidos el poco tiempo que les separa de los hornos, tenemos claro que se trata de uno de esos centros en los que los nazis se abastecían de personas vulnerables por sus patologías físicas o mentales para los más grotescos experimentos. Así que parece que Sebastián ha optado por un terror externo, eso que llamamos «conflicto personaje contra entorno» los que vamos de listillos literarios, y que ha optado además por uno tan reconocible y reflejado en la narrativa que poco nuevo va a aportarnos esta lectura.
Sin embargo, el planteamiento y desarrollo habrían funcionado igual si el sanatorio estuviese en una playa de las Maldivas en la época actual. Porque dan miedo. No ese miedo de sombras que se despegan de la pared, ojos que brillan al abrir la puerta del sótano o gritos bajo la cama. Ese miedo profundo, que despierta despacio, que se mete como el frío en los huesos y que no sale con facilidad. No basta cerrar el libro y poner un capítulo de tu comedia preferida para olvidar que el terror de nuestro protagonista puede ser el tuyo.
Los desafíos a los que se enfrenta son dos. El primero, evidente, sobrevivir en la situación de encierro. Como luz al final del túnel, breves noticias sobre el avance del ejército ruso. Tal vez lleguen al campo a tiempo de salvarle. Tal vez no. Como Sebastián se ha preocupado de documentarse y nos facilita algunas fechas, podemos tener claro que el rescate está cerca. Pero no tenemos ninguna seguridad sobre la supervivencia del protagonista, porque la muerte puede venir por el hambre, por convertirse en sujeto de experimentos o porque, simplemente, un guardia caprichoso decida pegarle un tiro. Así que la tensión es fuerte.
El segundo desafío está en la propia naturaleza del protagonista. O en su ignorancia. Utilizará su ingenio, los pocos recursos disponibles y la ayuda de peculiares aliados para saber quién es, recuperar su memoria y reconocer a ese extraño del espejo. El plazo es limitado, como ya he dicho, aunque no sabemos de cuánto tiempo dispone, cuánto durará la mecha. Así que la tensión es insoportable.
Y aún peor con cada hallazgo, cada recuerdo. Algunos nos parecen propios del protagonista, otros parecen pertenecer a personajes de su pasado, a personajes de su presente. Pero nunca estamos seguros. Sebastián se mueve muy bien en el limbo, como ya hizo en La cuna de tejo, su anterior novela, que mi compañera Laura Rubio reseñó hace poco en esta misma página.
Y es que hablamos de un escritor honesto, sin abracadabras ni deus ex machina, pero muy capaz de dosificar la información y sembrar pistas, algunas reales y otras falsas, sin caer en el juego sucio. Y un escritor honesto es tan difícil de encontrar como una persona honesta. Así que merece la pena darle una oportunidad y leer esta novela. Porque es difícil saber quiénes somos, pero es fácil saber quién es Sebastián G. Sancho.
Es uno de los buenos.

J. D. Martín
Redactor, Forjador