Cuando pensamos en objetos malditos, seguramente lo primero que se nos venga a la mente sean mansiones, joyas o muñecas. Sin embargo, hay imágenes imborrables que quedan grabadas en nuestro subconsciente como recordatorios de traumas del pasado. Probablemente este sea el nexo común a estas pinturas.
Aunque existen muchos cuadros con fama de malditos, he elegido estos cuatro porque las leyendas en torno a estas obras son bastante dispares unas de otras. Contemplemos pues esta galería del terror.
EL HOMBRE ANGUSTIADO
La historia de este cuadro se remonta a los años 80, cuando lo adquirió la abuela de su actual propietario, Sean Robinson, afincada en el norte de Inglaterra. La abuela lo recibió como un regalo, pero pronto se dio cuenta de que algo extraño sucedía con aquella obra pictórica.
Al principio tuvo la sensación de que había una presencia en la casa. A continuación, vio sombras deslizándose por las paredes mientras oía ruidos extraños, incluido el llanto de un hombre. Esto le llevó a investigar el origen del cuadro, y lo que descubrió no fue nada tranquilizador. Su autor se había suicidado inmediatamente después de terminarlo y había enriquecido la paleta de colores con su propia sangre. Con todo esto presente, la mujer decidió ocultarlo en el desván de su casa, y allí estuvo guardado hasta su muerte.
Sin embargo, su nieto Sean, al que siempre había fascinado el retrato, lo sacó de su escondrijo y lo instaló en el sótano de la casa. A partir de aquel momento, reaparecieron los mismos ruidos extraños, el llanto del hombre y aquella sombra perturbadora recorriendo la sala.
Sean, lejos de amedrentarse, decidió experimentar con el cuadro y lo llevó a su casa para instalarlo en su dormitorio. El 1 de junio de 2010, Sean subió un vídeo a Youtube, donde se muestra la pintura y habla de los perturbadores ruidos que se escuchan desde que llevó el cuadro a su casa. En febrero de 2011, decidió colocar la pintura en una habitación diferente y grabarla una noche entera para poder estudiar los fenómenos que sucediesen a su alrededor. En la grabación se escuchan ruidos extraños y, de repente, la puerta de la habitación parece cerrarse sola, entre crujidos. A esta grabación le siguieron tres vídeos del mismo estilo, durante los cuales se repetían los mismos fenómenos paranormales.
En 2013, un grupo de investigadores, llamado Mysteria Paranormal, se interesa por el cuadro y decide trasladarlo al castillo de Chillingham para realizar una sesión de espiritismo. Este castillo es elegido para el experimento porque tiene fama de ser el lugar más embrujado de todo el Reino Unido. El castillo, que inicialmente fue un monasterio, es el hogar de varias almas en pena. El más famoso es el Muchacho Triste, cuyos gritos resuenan cada medianoche y, una vez se desvanecen, la figura del chico aparece tumbada sobre su cama durante unos segundos.
A lo largo de la sesión, la temperatura de la sala descendió varios grados centígrados; a continuación, en medio del círculo que formaban los asistentes, apareció una sombra. Entonces, John Blackburn, uno de los integrantes del grupo, comenzó a hacerle preguntas acerca del cuadro. Como respuesta, un banco de madera comenzó a golpear el suelo. No se pudo esclarecer el origen de aquellos golpes y el misterio sobre la pintura se acrecentó.
En febrero de 2016, Sean Robinson subió un nuevo vídeo en el que declaraba que acababa de recuperar el cuadro y que habían reaparecido los fenómenos extraños de inmediato. Pero, en esta ocasión, la fenomenología se había ampliado. Quien miraba fijamente al cuadro comenzaba a sentir una fuerte sensación de náuseas; en algunos casos, incluso se llegaba a sangrar por la nariz. Por esta razón, Sean decidió guardar el cuadro en el sótano.
En el último vídeo, que fue presentado en 2018, Sean nos informa de que ha grabado el cuadro durante cuatro noches consecutivas, a razón de siete horas cada noche. Durante esas grabaciones, según Sean, ha habido extrañas anomalías lumínicas, a pesar de que en toda la casa las cortinas estaban corridas y toda su familia dormía. Al terminar de grabar estos vídeos, su hijo cayó por las escaleras. Según nos cuenta, el niño sintió cómo algo le había empujado. Después de este suceso, volvió a guardar el cuadro en el sótano.
Sean ha consultado en varias ocasiones si es posible quemar la pintura o incluso enterrarla. Sin embargo, varios expertos en lo paranormal le han recomendado que no la queme, porque podría liberar al espíritu en nuestra realidad, ya que la pintura podría ser una especie de portal hacia el más allá.
Sean y su familia esperan que, con el tiempo, se descubra el nombre del artista y poder así arrojar un poco de luz a estos fenómenos. Algunas personas piensan que todo esto es solo un invento de Sean Robinson. Sin embargo, no son pocos los que aseguran haber sentido malestar cuando miraban fijamente la pintura.
MADAME DELPHIN LALAURIE
Esta pintura representa a Delfina Lalaurie, una aristócrata de Nueva Orleans conocida por haber torturado y asesinado a un gran número de esclavos negros. Fue pintada por encargo para la conmemoración del Mardi Gras en 1997 por el artista local Ricardo Pustanio.
El encargo llegó de parte de uno de los residentes de la actual Lalaurie House, que había sido reformada para convertirse en un edificio de apartamentos de lujo; al inquilino le apetecía tener el retrato en su apartamento como vínculo con la escabrosa historia del edificio.
Desde que el cuadro estuvo en el apartamento, su propietario tuvo la sensación de que estaba maldito. Durante las fiestas que celebraba en su casa, comenzó a mostrarla a sus invitados y, con el tiempo, la gente llegó a creer que la obra era antigua, ya que, por petición expresa de su cliente, Pustanio la había envejecido a propósito.
La fama de la pintura embrujada creció, y hasta el apartamento se acercaron turistas e investigadores de lo paranormal. Sin explicación aparente, el cuadro empezó a caer de la pared, golpeándose contra el suelo con gran estrépito. A partir de entonces, se sucedieron otros hechos extraños; los ojos del retrato se movían y la pintura suspiraba. Por lo visto, el propietario no pudo soportarlo, decidió abandonar la mansión y le regaló el cuadro a una vecina del edificio.
De inmediato, su nueva propietaria detectó los mismos fenómenos paranormales en su vivienda. El cuadro se movía solo, los ojos de la pintura la seguían, etc. Harta de aquella situación, fue a visitar al autor de la pintura para entregarle el cuadro.
Pustanio, por su parte, afirma que durante el tiempo que la obra estuvo en su poder, no se produjo ningún fenómeno extraño. Más adelante, se pasó a una colección privada, cuyos propietarios prefieren permanecer en el anonimato y no han querido hacer declaración alguna sobre la supuesta maldición.
Quien sí ha dado su parecer al respecto ha sido su autor: «He pintado un montón de cosas en mi vida que la gente dice que están encantadas» ─declaró Pustanio─, «yo, personalmente, no creo que sea así. Tampoco creo que lo que hago atraiga fantasmas, o estén destinados a convertirse en objetos encantados o malditos. Creo que algunas personas, más bien, contactan con el artista porque vuelco mis emociones en las obras. Esto no es inquietante: se supone que el arte es precisamente eso: fuertes emociones que se manifiestan en una obra».
Pustanio añade: «Por ejemplo, yo hago muñecas vudú y botellas de licor para los ritos que realizan los Voodooants locales. Ellos no creen que hayan capturado los espíritus en las botellas o en los materiales que me dan para su inclusión en las muñecas. Ellos ─los espíritus─, nunca me han puesto la carne de gallina o se me manifiestan. Quizás, algún día, yo también tenga una experiencia paranormal con alguna de mis obras y eso haga cambiar mi forma de pensar».
CARTAS DE AMOR
El Hotel Driskill se inauguró en 1886 en el centro de Austin, Texas. Su dueño original fue el coronel Jesse Driskill, cuyo apellido dio nombre al establecimiento. Jesse era un jugador compulsivo, y en 1887 perdió la propiedad del hotel en una partida de póquer. Precisamente fue en 1887 cuando se produjo el primer hecho extraño en este hotel con fama de embrujado.
Samantha Houston, una niña de cuatro años, que era hija de un senador de los Estados Unidos, murió cuando perseguía una pelota por los pasillos y cayó accidentalmente por la gran escalera del vestíbulo del hotel. Como homenaje, el propietario encargó un retrato de la niña, que todavía cuelga de la pared del quinto piso. El cuadro muestra a Samantha sonriendo dulcemente, mientras porta un ramo de flores y sostiene una carta.
Los visitantes dicen padecer mareos o náuseas cuando observan el cuadro, algunos incluso afirman que sienten una extraña sensación de ser levantados del suelo. Otros aseguran que Samantha trata de comunicarse con ellos a través de la pintura, y que si la miras fijamente, puedes ver cómo su expresión cambia. Muchos son los que dicen haber oído sus risas infantiles en los pasillos del hotel, y el sonido de la pelota rebotando escaleras abajo.
Lo más extraño de todo el asunto es que, en realidad, el cuadro encantado no es un retrato de Samantha Houston, sino una réplica moderna realizada por Richard King de una obra titulada Cartas de amor de Charles Trevor Garland (1855-1906).
De todas formas, este establecimiento nos depara más sorpresas. Otra leyenda cuenta que dos novias se suicidaron por razones desconocidas en la bañera de la habitación 525 del hotel durante su luna de miel con una diferencia de exactamente veinte años. Una vez más, la quinta planta del hotel forma parte de la maldición, puede que exista relación con la pintura de la niña.
Los clientes aseguran haber visto a una mujer vestida de novia en esa habitación y tener problemas con las luces y los grifos del baño.
Existe todavía una última leyenda alrededor de este hotel. En 1890, el coronel Driskill murió y se dice que sigue rondando por allí hasta el día de hoy. El aroma del humo de sus cigarros puede olerse por los pasillos enmoquetados y, de vez en cuando, se aparece en la habitación de algún huésped, especialmente en las de las damas. Un gran retrato suyo está situado en el centro de la escalera del vestíbulo principal y no se recomienda mirarlo directamente, ya que, en ese caso, el viejo soldado mirará fijamente a tu alma hasta hacerte llorar.
LOS NIÑOS LLORONES
El 4 de septiembre de 1985 el periódico británico The Sun daba a conocer la maldición de El niño que llora, según la cual, cualquiera que colgara el cuadro en su casa la perdería en pocos días a causa de un incendio del que el cuadro saldría intacto. En dicho rotativo, un bombero de Yorkshire declaraba que en las casas donde había alguno de estos retratos, las copias eran encontradas intactas, mientras que a su alrededor todo estaba abrasado.
El autor de la obra, Bruno Amadio, fue un artista italiano nacido en 1911 y que pintó bajo el seudónimo de Giovanni Bragolin. Se dice que en su juventud se adhirió al fascismo y se enroló en el ejército italiano durante la Segunda Guerra Mundial. Durante la guerra vio el sufrimiento de los niños en diversas aldeas y ciudades; supuestamente, esto le habría servido de inspiración para crear la serie de pinturas llamadas Los niños llorones, una colección formada por veintisiete cuadros. El tema de la colección es recurrente: niños y niñas de grandes ojos, con aspecto triste y lágrimas que les caen por las mejillas.
Otra teoría apuntaría a que, al menos, el más conocido cuadro de la serie muestra el rostro de un niño que vivía en un orfanato que el pintor visitó durante el tiempo que vivió en Sevilla. Bruno Amadio quedó tan impresionado por la tristeza del niño que la plasmó en un lienzo. Unos meses más tarde, un fuego calcinó el orfanato y el niño murió en el incendio. En este momento se inició la leyenda sobre la maldición del cuadro, que asegura que el espíritu del muchacho ha quedado impreso en la pintura.
El pintor italiano no tardó en ganarse fama de maldito. Se rumoreaba que había hecho un pacto con el diablo para obtener celebridad. Comenzó a pintar su colección de cuadros de Niños llorones, que gozó de cierta reputación y de la cual se distribuyeron hasta 50.000 copias en papel. Después de alcanzar el éxito, volvió a Italia y eligió Padua como ciudad de residencia. El diablo todavía no le había reclamado su deuda.
No tardaron en presentarse los primeros sucesos extraños. La casa del dueño de uno de los cuadros fue devorada por un incendio y lo único que se salvó de las llamas fue el retrato del niño. Otros propietarios comenzaron a relatar sucesos extraños, escuchaban lamentos de niños por las noches, que provenían de la habitación donde estaba colgada la pintura. En algunas casas, los cuadros caían repetidamente de las paredes sin explicación alguna. Algunos de ellos trataron de demostrar la veracidad de sus historias grabando psicofonías en las que se oían los lamentos descritos. Algunos parientes de propietarios de las láminas murieron en circunstancias misteriosas. Lo cierto es que, cuando esta pintura en particular se comenzó a comercializar en diferentes países, los sucesos extraños se multiplicaron. Ya no solo se trataba de incendios; también aparecían gusanos detrás de él y si se ladeaba noventa grados, daba la impresión de que un pez iba a comerse la cabeza del niño. La maldición de El niño llorón fue tomando forma y muchos quisieron ver en esos sucesos la mano del diablo exigiendo el cobro por el pacto que había realizado con Giovanni Bragolin.
Durante los meses siguientes, varios periódicos publicaron artículos sobre incendios de casas, cuyos propietarios poseían el cuadro. Hacia finales de noviembre, la creencia en la maldición de la pintura estaba tan extendida que, ante la psicosis colectiva, The Sun organizó una cruzada en la que alentaba a sus lectores a entregar las copias del cuadro al periódico y organizar una gran quema pública de todos los ejemplares.
Algunos regalaron el cuadro a conocidos, buscando librarse de la maldición. En ese momento era muy difícil distinguir entre hechos reales e inventados para aparecer en las noticias locales y obtener sus cinco minutos de fama. Con el paso de los meses, estas historias comenzaron a tomarse como una leyenda urbana y fueron cayendo en el olvido.
C. G. Demian
Redactor
4 comentarios
Joer, qué mal rollo. ¿Cómo podía la gente colgarlos en su casa?
Un abrazo
En mi opinión son los propios dueños los que inventan las maldiciones, aunque siempre hay que dejar un lugar para la duda. Es lo divertido del misterio 😬
Un abrazo!
Me hace pensar… ¿Qué pasaría de juntarlos todos en la misma sala, en la misma o enfrentadas paredes?
Una, y otra, y otra noche.
Y, casi más importante, ¿cómo y cuándo lo hacemos?
Mi hermano escribió hace mucho mucho tiempo una novela que creo títuló Galería de espejos que se repiten, así que eso es lo que pasaría de juntarlos todos: la novela de mi hermano cobraría vida y el paradigma de la realidad cambiaría por completo. Creo yo. Por fuerza los cuadros se retroalimentarían, una especie de nuevo y fantasmal condensador de fluzo a lo grande.