Título: Metrópolis
Guion y dibujo: Christian Montenegro, sobre la película de Fritz Lang
Editorial: Libros del Zorro Rojo
Nº de páginas: 128
Precio: 18,90 €
En una de las páginas de Metrópolis, el cómic, se hace mención a Babilonia la Grande como la figura femenina definitiva, capaz de condicionar a las masas y de encender los corazones con ansias de pecado y libertad. Esta visión marcadamente bíblica y mitológica —en este sentido, recomiendo visitar la serie de artículos que el blog Espiademonios le ha dedicado a la película y a su simbología oculta— es tan solo una de las múltiples y arrolladoras interpretaciones que arroja Metropolis, una de las obras capitales de la historia del cine que ha sido adaptada a las viñetas en este volumen de punzante impacto visual.
Al final del cómic se nos aportan unas notas sobre la creación de la película y la cambiante vida que tuvo tras su estreno. Es pertinente conocer que Metrópolis fue cortada —mutilada, si se prefiere— dando lugar a muchas versiones distintas que, en lugar de buscar la máxima coherencia, solo lograron acentuar el carácter anárquico y desigual de una producción que buscaba el arraigo en otro lugar, enmarcándose en un terreno más sensorial que lógico. Al contrario de lo que pueda parecer, esto aumentó su leyenda y su espíritu fundacional en todos los sentidos, ya que su desarrollo da lugar a tantas interpretaciones como espectadores acuden a ella. Trasladar tal concepción a un formato de novela gráfica era sin duda un reto complicado, pero el artista Christian Montenegro ha conseguido alumbrar una obra muy especial.
Metrópolis, el cómic, ahonda en la amplitud de miras a nivel temático, dejándonos saborear su contenido político, religioso y humano bajo una historia de tintes muy shakesperianos. Asistimos a la descomposición de una ciudad erigida a base del trabajo de la gente pobre, que entrega su tiempo y su vida para que las gigantescas estructuras que perfilan la urbe sigan funcionando. La curiosidad del hijo del dueño de Metrópolis le lleva a comprobar de primera mano la abismal desigualdad entre ricos y pobres, entre la gente de los niveles superiores y las esclavizadas masas que mantienen la maquinaria en marcha. El amor y la traición son los motores que arremeten contra el orden establecido, resquebrajando la realidad que hasta ese momento nadie se había cuestionado.
La cabeza y las manos necesitan un Mediador. ¡El Mediador entre la cabeza y las manos debe ser el corazón!
Es curioso ver cómo la metáfora sobre los regímenes totalitarios, que parece lo más evidente a primera vista, ya fue interpretada de distintas maneras tras el estreno de la película. Tal y como nos dice el historiador de cine Fernando Martín Peña en el magnífico epílogo incluido, la izquierda veía la película como una aplogía del fascismo, la derecha veía el fantasma del comunismo asomar tras el mecanismo de relojería que compone la obra. Quizá sea ese el mejor ejemplo de la universalidad de Metrópolis, ejemplo que queda perfectamente reflejado en el cómic. Además de ello, hay cuestiones como la búsqueda de libertad, la facilidad con que somos conducidos a fines que solo sirven a los poderes fácticos, el peligro de las figuras mesiánicas, el desapego de la individualidad, la pérdida de identidad… Todo un crisol de huellas impresas en un título que, al igual que todas las grandes obras, se dedica a plantearnos preguntas.
Decía que lo sensorial adquiere una importancia primordial en la obra. El arte de Christian Montenegro es una de las creaciones visuales más impresionantes del cómic de los últimos años. Primero, por el increíble amor que rezuma hacia la obra original, no solo en el diseño de personajes, edificios y maquinaria, sino en su propia estructura a nivel de página, que amplifica el espíritu mecánico y artificial de la propia ciudad. El perenne blanco y negro respeta la impresión del celuloide, y los parcos textos y diálogos nos remiten directamente a la época del cine mudo. Resulta fascinante observar detenidamente los efectos de luces y sombras tan propios del expresionismo alemán, siendo trasladados de esta manera a las páginas de una novela gráfica. Merece la pena perderse en las viñetas, en su detalle, en su estilo, en su atmósfera. La mayoría de páginas son verdaderas obras de arte que merecerían ser expuestas en algún museo.
Para completar, la fabulosa edición de Libros del Zorro Rojo no decepciona en absoluto, dotando al interior del cómic de un omnipresente negro para separar las viñetas y envolviéndolo todo en un álbum de generoso tamaño y tapa dura muy en la línea del reciente cómic europeo.
En definitiva, estamos ante una auténtica delicatessen que no decepcionará a nadie, gracias a la manera de proponer un regreso a una época creativa sin parangón, y a una ciencia ficción distópica —no olvidemos que Metrópolis es ciencia ficción con mayúsculas— que ha sido imitada muchas veces pero nunca igualada. Tomemos su historia, si queremos, como advertencia de lo que sucede cuando borramos el corazón de nuestra ecuación vital, confiándolo todo a la cabeza y las manos. Maravilla.
José Luis Pascual
Administrador
2 comentarios
Muy interesante. Siempre he pensado que Metrópolis es una película que se izo para avanzar el futuro por venir a aquellos que tenían el conocimiento adecuado para interpretarla. Por el camino acabó convirtiendose en un icono universal del cine. Si el comic es una recreación fiel del espíritu original de la película, tiene que ser una verdadera maravilla.
Estamos de acuerdo. Diría que está algo olvidada, así que este tipo de homenajes vienen de perlas.
Muchas gracias por pasarte!