Personaje histórico
Hoy hablaremos del Dr. John Harvey Kellogg, médico eugenésico norteamericano, popular, entre otras cosas, por dirigir el sanatorio de Battle Creek, fundado por un segmento ilustre de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, y por las más que discutidas prácticas que se emplearon allí. Metodologías holísticas.
En el sanatorio se hacía un específico énfasis en la nutrición, el deporte y los enemas como forma de terapia (ahí es nada). El objetivo principal: disminuir la estimulación sexual de los pacientes. La iglesia Adventista y su dogma de fe, en contra de la masturbación y el sexo por placer.
Por su parte, Kellogg era partidario del vegetarianismo, de ahí que se hiciese famoso (a día de hoy) por inventar los Corn Flakes. Gracias a su idea se lanzó una carrera imparable, pues comenzaban los prototipos de comidas procesadas que terminaron por implantarse en la dieta de los Estados Unidos.
La idea global del doctor se basaba en disfrutar de una vida sana. Y uno de sus principales cánones, cuasi mandato, era la abstinencia sexual. En serio, no os perdáis esto: la práctica sexual que más condenaba, es más, le parecía abominable, la de peor categoría y que convertía a sus pacientes casi en monos, era la masturbación. De este modo fue como Kellogg desarrolló una serie de métodos y alimentos para aniquilar el estímulo. De ahí el descubrimiento de los Corn Flakes, usados como un desayuno capaz de combatir la masturbación (locura total).
Sin duda, se trata de un tipo absolutamente terrorífico en cuanto a los procesos esgrimidos. Me atrevería a decir que un sádico a la sombra de la Iglesia Adventista del Séptimo día.
John Harvey Kellogg
Kellogg, como director del sanatorio de Battle Creek, se cercioraba en primera persona de que los intestinos de sus pacientes fueran eficazmente regados con agua, tanto por la boca como por el recto. Su máquina favorita aplicaba enemas. Era capaz de inyectar más de 50 litros de agua, ojo al dato, en los intestinos de un paciente en menos de un minuto. Tras la amable irrigación, medio litro de yogur natural, mitad de forma normal, con cuchara y una sonrisa alegre, y la otra vía rectal. «De este modo se plantan los microbios protectores en el sitio en el que son más necesarios y pueden prestar un servicio más efectivo». El yogur se utilizaba para reverdecer la flora intestinal. El doctor, según las fuentes, tras el proceso decía que era un intestino «relimpio», supongo que con cierto repiqueteo.
Cuando aparecía un caso en el que su procedimiento no funcionaba de la forma correcta, era culpa de la masturbación secreta del paciente. Imaginad la estampa. Un director reputado echando la culpa al onanismo.
Y no penséis que su asalto a la masturbación se reducía a establecer una dieta inflexible, tomar el sol y una hora de calistenia. Exponía al paciente a rutinas más peligrosas y aberrantes: circuncisión sin anestesia, colocar un cable metálico alrededor del prepucio o directamente, sin anestesia, quemar con ácido fenol el clítoris para que las mujeres perdieran sensibilidad y sintieran dolor. Defendía la mutilación de los órganos sexuales. Y todo bajo prácticas y organismos legales.
Kellogg estaba convencido de que la mayoría de las enfermedades podían ser debilitadas haciendo cambios en la flora intestinal: las bacterias que sobreviven en nuestros intestinos pueden favorecer, o bien entorpecer, el funcionamiento normal del organismo. Las bacterias dañinas producen toxinas capaces de envenenar la sangre durante la digestión de las proteínas. Una alimentación de mala calidad favorece la aparición de estas bacterias perjudiciales. Según el doctor, «si se sigue una dieta vegetariana equilibrada rica en alimentos laxantes, con mucha fibra y bajos en proteínas, dicha alteración será para mejor». El cambio en la flora se puede activar utilizando enemas que contengan bacterias beneficiosas, o siguiendo dietas individualizadas, específicas para curar ciertas dolencias.
También estaban aprobadas las curas apoyadas en los baños de agua fría con radio, o en el uso de una silla vibratoria inventada por el propio doctor. Para rematar, no aprobaba la cirugía para tratar enfermedades, ya sean intestinales o de otro tipo.
Como apunte literario, Kellogg tiene una obra, ensayo, titulada así: Tratamiento contra el auto-abuso y sus efectos.
La mayor parte de su vida estuvo basada en la lucha contra los deseos sexuales (ajenos, por supuesto).
De su puño y letra, traducido:
«Nada, ni la guerra, ni una plaga, ni la viruela, ni ninguna otra enfermedad, nada es tan dañino ni tan desastroso para la humanidad como el pernicioso hábito de la masturbación».
Bajo su criterio, la masturbación causaba más de 30 dolencias: enfermedades urinarias, cáncer de útero, cáncer de próstata, acné, impotencia, epilepsia, pérdida de visión, anemia, problemas cardíacos, y un largo etcétera.
En la película de Mel Brooks Dracula: Dead and Loving It, el Dr. Jack Seward, director de un sanatorio que trata a sus pacientes con enemas (dando igual el tipo de enfermedad), está basado en Kellogg. En una de las escenas se le ve tomando Corn Flakes.
Como podemos apreciar, la realidad siempre supera a la ficción.
Puedes encontrar todas las entregas de esta serie de artículos aquí: El Terror
Daniel Aragonés
Colaborador
7 comentarios
Pedazo artículo. Ahora me apetece pelármela comiendo cornflakes de esos xD
Acabo de conseguir exactamente lo que pretendía.
Estoy seguro que ese tío tiene un infierno personal muy interesante. Me lo imagino con una mazorca de maíz metida por el culo como desayuno… Brutal historia, Daniel.
Lo impactante de este artículo no es el artículo en sí, a no ser para el que no conociese los datos, que también; lo que debe hacer pensar al lector son las implicaciones, que llegan a nuestro tiempo, de este trocito de historia y de otros semejantes: en mi adolescencia tuve un amigo que fue pescado in fraganti meneándosela por su tía, una recalcitrante católica, que en seguida se echó las manos a la cabeza, empezó a llorar y a gritar, y a advertirle de que ese líquido que le salía de su gusanito no era otra cosa que la sustancia que rellenaba los huesos, y que si seguía haciendo esa asquerosidad además de ir al infierno y de que Dios nunca le perdonaría, los huesos se le quedarían flácidos y se convertiría en una especie de hombre de goma inútil. El pobre estuvo sin cascársela un tiempo, y casi revienta… Para un niño de 12 o 13 años la masturbación no es un juego ni un entretenimiento, aunque también, es una necesidad casi vital, desde luego es vital para la salud mental. Y ya paro que sabes que te planto mil palabras fácilmente en un comentario, jajajaja, un placer leerte, como siempre.
¿Me estás diciendo que esa sustancia lechosa no es nuestra alma que se escapa ante la tentación? ¡He sido engañado toda la vida! ¿Qué hago ahora?
Pues pajearte hasta morir
😲😲😲… Media vida sin saber esto!!!… Nunca me gustaron esos ni ningún otro de esos cereales, siempre los considere inventos del infierno… Y no estaba tan equivocada.