No suelo, como bien saben vuesas mercedes, hablar –en público sobre todo- del Rey; así que no voy a mencionar su nombre, solo para evitar los radares abstrusos de la internet. Pero sí que voy a dejar aquí algunas cosillas que creo que, para sus verdaderos Lectores Constantes (y esto de verdadero ahorita lo explico), pueden resultar si no valiosas, sí al menos de cierto interés.
Bajo el Dolmen
-
-
A veces lo miro todo como si mi deber fuese transformarlo: lo baladí en sustantivo, lo cotidiano en extraordinario, y sobretodo: lo que no es terrorífico de por sí en terror.
-
Ya he hablado otras veces aquí de la tontuna inacabable de las etiquetas y de lo contrario: de dejar que el texto mande, y sobre todo: su propia enjundia, sin importar tema, forma, contenido o continente. Lo sustantivo es la calidad literaria y la diversión, o poniéndome tonto: lo que te aporte el texto.
-
¿Qué le voy a hacer, si soy racista? Seguro que pierdo amigos (si acaso me queda alguno), que me censuran, me vilipendian, me meten en una jaula con la momia de Hitler y la de Mussolini y nos arrojan sin piedad mondas de patata y otros condumios de mala fama; ¡me pondrán en la lista de los intolerantes! Mis libros dejarán de venderse, condenaránme a ostracismo sempiterno y patético, me instarán a seguir las malas costumbres cicuteras del racista también Sócrates.
¡Pero!
-
Hoy estoy nostálgico, así que busco la compañía de los viejos amigos, vuelvo a Lovecraft, del que tanto, al parecer, se habla, y tan poco se dice; hojeo el segundo volumen de la Narrativa completa, de Valdemar, y me detengo en El que susurra en la oscuridad.
-
La escena se desarrolla en la terraza de una conocida cervecería del Infierno. Todas las mesas están a reventar. Las mesas vip son las que dan al Leteo, por donde deambulan patos desmemoriados a la espera de algún trozo de pan caído, o las más de las veces: un gargajo.
-
ArtículosBajo el DolmenLiteratura
Bajo el Dolmen 24: Junto a las aguas plateadas del lago Champlaim o Imitatio Bradbury
Leí anoche este cuento de Joe Hill, Junto a las aguas plateadas del lago Champlaim, incluido en A tumba abierta. No es necesario que hayas leído, lector, el cuento, pero si vas un momentillo a leerlo, mejor; venga, espero.
-
He visto una película.
Tenía un rato y por razones que al lector ni le van ni le vienen estaba sentado frente a la televisión, sin ánimo de moverme de allí. No suelo ver muchas películas, pero de vez en cuando sí que me gusta echar un rato frente a la caja tonta… (No nos engañemos: es tonta, eh). Le he dado, claro, al botoncito de Netflix y me he ido a teclear incómodamente con el mando a distancia la misma búsqueda de siempre, sempiterna e inevitable: Terror.
-
Hace tiempo que no paso por aquí, bajo mi dolmen. Las plantas están sin regar y los cadáveres se descomponen sin que nadie les escriba una oda… ay; hace tiempo que no paso por aquí, en fin, a pelar la pava literaria, puede que, como afirman algunos, ya todo esté dicho y todo sea boutade y despropósito… O acaso no;
-
Después del pequeño revuelo de mi último artículo en esta sección, quiero hacer una pequeña declaración: me reafirmo en todo lo escrito, con mi nietzscheano y unamuniano espíritu de contradicción incólume —esto por sentado—. Parafrasearé al viejo Goethe: «la noche es la mejor mitad de la vida».