Yo soy Dios. Porque yo os he creado, sois mis creaturas, carne de mi carne, pero mi mente es incognoscible hasta que el último átomo de esa carne, efímera en verdad, se disgregue en la compactadora universal que es mi propio sistema digestivo.
Bajo el Dolmen
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Francisco Santos Muñoz nos habla de la obra de Francisco Javier Olmedo Vázquez, poniendo el foco en su última novela «Corteza amarga».
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En este Bajo el Dolmen, Francisco Santos Muñoz Rico realiza un excelso repaso por la bibliografía de Juan de Dios Garduño, un auténtico contador de historias.
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No suelo, como bien saben vuesas mercedes, hablar –en público sobre todo- del Rey; así que no voy a mencionar su nombre, solo para evitar los radares abstrusos de la internet. Pero sí que voy a dejar aquí algunas cosillas que creo que, para sus verdaderos Lectores Constantes (y esto de verdadero ahorita lo explico), pueden resultar si no valiosas, sí al menos de cierto interés.
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A veces lo miro todo como si mi deber fuese transformarlo: lo baladí en sustantivo, lo cotidiano en extraordinario, y sobretodo: lo que no es terrorífico de por sí en terror.
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Ya he hablado otras veces aquí de la tontuna inacabable de las etiquetas y de lo contrario: de dejar que el texto mande, y sobre todo: su propia enjundia, sin importar tema, forma, contenido o continente. Lo sustantivo es la calidad literaria y la diversión, o poniéndome tonto: lo que te aporte el texto.
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¿Qué le voy a hacer, si soy racista? Seguro que pierdo amigos (si acaso me queda alguno), que me censuran, me vilipendian, me meten en una jaula con la momia de Hitler y la de Mussolini y nos arrojan sin piedad mondas de patata y otros condumios de mala fama; ¡me pondrán en la lista de los intolerantes! Mis libros dejarán de venderse, condenaránme a ostracismo sempiterno y patético, me instarán a seguir las malas costumbres cicuteras del racista también Sócrates.
¡Pero!
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Hoy estoy nostálgico, así que busco la compañía de los viejos amigos, vuelvo a Lovecraft, del que tanto, al parecer, se habla, y tan poco se dice; hojeo el segundo volumen de la Narrativa completa, de Valdemar, y me detengo en El que susurra en la oscuridad.
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La escena se desarrolla en la terraza de una conocida cervecería del Infierno. Todas las mesas están a reventar. Las mesas vip son las que dan al Leteo, por donde deambulan patos desmemoriados a la espera de algún trozo de pan caído, o las más de las veces: un gargajo.
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ArtículosBajo el DolmenLiteratura
Bajo el Dolmen 24: Junto a las aguas plateadas del lago Champlaim o Imitatio Bradbury
Leí anoche este cuento de Joe Hill, Junto a las aguas plateadas del lago Champlaim, incluido en A tumba abierta. No es necesario que hayas leído, lector, el cuento, pero si vas un momentillo a leerlo, mejor; venga, espero.