Título: Obscura 2
Autor: Varios autores
Editorial: Obscura
Nº páginas: 368
Género: Antología de relatos de terror
Precio: 21,90€
El segundo volumen de la antología de Obscura nos sumerge en diez nuevas aproximaciones a lo incierto, lo oculto, lo misterioso, lo aterrador. En estas páginas, los sucesos más corrientes adquieren las dimensiones fantásticas, místicas e incluso mitológicas más improbables, y las inquietudes humanas medran entre celos, reproche, desesperación, codicia y remordimiento para sucumbir a monstruos que acechan bajo la aparente inocencia de lo mundano. Esta nueva antología presenta, en definitiva, los inquietantes relatos de diez potentes voces cuyas narraciones convergen en un único propósito: dar a conocer al lector las infinitas caras de la obscuridad.
RITUAL
Empezaré confesando que los relatos son mi medio natural para la lecto-escritura, y por ello me avergüenza no haber degustado todavía la primera de estas compilaciones y arrancar con la segunda (enmendaré). La Editorial Obscura ya ha demostrado, en su poco tiempo de vida, tener unos cimientos sólidos, ambición, y un catálogo lanzado de a poco donde se intercalan novelas consagradas y apuestas de riesgo (se incluye tanto lo foráneo como lo aborigen, sin discriminar al autor en castellano, lo cual se agradece, pues permite descubrir nuevas voces). Encuadrados en la literatura de género, con predominancia por el terror y la ciencia-ficción. Y, además, nos ofrecen estas pequeñas perlas, de nuevo, con mezcla de firmas selectas y otras que quizá recién descubramos. Poca presentación necesitan algunes, pero vayamos al meollo, que son los textos, diez en concreto, para estremecernos. Empezando por…
La novia,de Yolanda Camacho: cuatro antiguas amigas y cómplices de adolescencia, que a parejas de dos llevan tiempo sin verse, y ya rondando la cuarentena, se reúnen inesperadamente en un fin de semana de cabañas para celebrar la próxima boda de una de ellas. La marginal. La rarita. Sin que tengan excesivas ganas. Allí, en una atmósfera cabalística, salen a la luz tanto los posicionamientos y afinidades del pequeño grupo entre sí, como recuerdos de crueldades dentro de las historias que compartieron. Ese entorno paradisíaco y amable, con playa y grupo de mindfulness, enseguida intuimos que tornará por completo. Porque Bego tiene cosas que contar, que necesita sacarse de encima… La construcción de la historia, las personalidades y los vínculos entre esos personajes, como suele suceder en los escritos de Yolanda (me encanta cada cuento suyo al que he tenido acceso), son magníficos y evolucionan a fuego lento, para que su desenlace te estalle en la cara. Brillante.
El tren de las siete en punto, por Emilio Bueso: asistimos a un juego de palabras y rimas arrítmicas, sonoridades variadas, construidas con una gramática irreverente que te acaba por reventar la cabeza en positivo. Esa arquitectura que el autor tan bien maneja, porque es forma y fondo. Metido en el sucio realismo de terror, donde la adolescente tiene que volver, sin desearlo, a una casa sita en ciudad de mierda (conozco la ciudad en nuestro norte, me pilla cerca). Una casa ya sin luz, con doble verja, siniestra. Habitada por una familia tan disfuncional como distorsionada. En juego de pistas. Ella busca refugio en su cabeza, en su cultura, en sus libros, en la imaginación. Pero debe cumplir las normas, y sabe, y sabemos, que esa progresión oscura está esperando su momento; esa presencia conocida, ese secreto, esa atmósfera lúgubre. Mientras, la joven sueña… La prosa retorcida de Emilio Bueso (se le añora en el terror tras su inclusión fantástica en trilogía) nos transporta a una historia terrible, que en parte ofende e incomoda, y en parte produce escalofríos, sin dejar indiferente (la función que se le pide). Magnífico cuento.
Oneiro, de Víctor Sellés: un insomne recorre los bares por la noche, sin rumbo (o quizá con uno fuera de su control) encontrando a los más extraños personajes, escuchando historias que trasgreden lo increíble. Hasta que oye sobre Oneiro, una leyenda urbana, un lugar improbable, un sitio donde sucede lo macabro. Una promesa de aventura que cambia una vida, que te ofrece un reto para salir de la mediocridad y, con valor, conseguir el añorado descanso, el final de los problemas… u ofrecerse como solución a los mismos. Siniestro. Apetecible. La vida y la muerte. A eso acuden los vagamundos hasta Oneiro. A esa carretera… La premisa nos convence, mucho. Sugiere. ¿En cuántos bares no habremos estado cerca de Oneiro…? ¿Por qué a mí no me lo han contado? Eso os preguntareis. Con un poso que el texto nos lega y permanece en el subconsciente. Bueno de inicio a final.
Cobre, por Lola Robles: metaliteratura sobre una autora y la relación con su personaje. El periplo, la experiencia, el descubrimiento mutuo (¿o unidireccional?). Narrado con la prosa impecable de Lola Robles. Ya nos crea un apego de inicio, una necesidad por conocer a esa pobre niña que se va creando en nuestras mentes a la par que en la de su progenitora literaria. La niña extranjera, secuestrada, llevada allende la mar. Vendida, adoptada por otro pueblo pese a la diferencia de colores. Entrenada por las sacerdotisas del metal. Su historia, una historia de aprendizaje, de madurez. Que, pese a su bondad, acabará por tornar oscura cuando la vida caiga con todo su peso injusto. Excelso texto dominado por el lírico estilo al que nos tiene acostumbrados.
Estás muerta, de Alicia Pérez Gil: un relato a dos tiempos, del pasado al futuro, o quizá coincidan en el presente estas historias. La del niño y una niña que pueden ver a los muertos en su colegio maldito. La del viejo defenestrado que está a merced de su cuidadora y también contempla a esos fenecidos. Algo a descifrar para la intrépida lectora (es un texto complejo de construcción, con pistas y enigmas, lo cual se agradece). Pero cada niño y niña muerta, cada fallecido, tiene su propia idiosincrasia, intereses particulares, bondades y maldades. Unos muertos que se presentan por doquiera, exigiendo, algunos sin saber que ya no forman parte de los vivos, y que no gustan de descubrirlo, porque recuerdan quién o qué los mató en forma de revelaciones terribles. Tras eso, ¿de qué son capaces los muertos cuando deciden ignorar su tránsito? Vamos a descubrirlo. Pues el resto del relato discurre cuesta abajo. Existen unos códigos y unos miedos en este cuento que te obligan a prestar atención, con grandes resultados. ¿Qué será será?
La cosecha, por Guillem López: una cultura, quizá pequeña civilización, en una ciudad devastada, que cumple normas severas. Muy pocos pueden ver, usar los ojos. Ciegos artificiales. Cuando a uno de los hijos de la familia se le regala la oportunidad de dirigir su turno de trabajo con los ojos curados, unos turnos escrupulosos para que la gente no coincida y los campos continúen siendo fértiles, sucede un accidente. Este muchacho, abrumado por la visión que nunca había tenido, comete un error. ¿Qué, quién es esa figura que lo ha distraído? ¿Por qué no puede dejar de pensar en ella? Algo etéreo fuera del orden y la norma que no pertenece a su minúsculo mundo, que no debería existir. Pero mientras, debe lidiar con las consecuencias severas, una carga de culpa propia y ajena que lo destroza. Así conoceremos ese mundo, apenas una pequeña distorsión del nuestro, a un paso futuro. Podría suceder. Cuando somos ciegos y mansos a la misma realidad desconocida, cuando no se ejerce la resistencia, cuando todes forman parte de la colmena. Guillem López, en el terreno que domina, en parte premonición, en parte desesperación con gotas de esperanza. Oscuro, siniestro, sugerente. Los ojos sanos mienten.
Ventana a la oscuridad, de Juan Miguel Aguilera: Vidocq, legendario criminal que ahora forma en las filas de la ley, tiene nuevos métodos de investigación para atrapar a los más especiales delincuentes. Y decide sopesar la posibilidad de una máquina de cálculo extraordinaria, que antecede a su tiempo, y que podría ayudar en los cálculos de inestimable utilidad para dicha labor detectivesca. Pero, ¿ese artefacto revolucionario funciona? ¿La inversión es segura? Es herencia de genios, inventores, matemáticos… quienes intentaron desentrañarlo. El coloso Vidocq no duda, porque necesita saber, siempre necesita saber. Y a partir de ese primer crimen se ponen a prueba las capacidades, tanto del invento matemático, como de sus inventores y del mismo Vidocq. Hasta el enfrentamiento final en desenlace con nuevas revelaciones… Entretenido, pero quizá el cuento más deslavazado, a escenas, pues cuesta conectar, aunque la premisa sea espléndida. Sin quitarle méritos e intriga, que los tiene.
Lápidas tras las paredes, por Iván Mourin: el texto comienza tan sugerente como apetecible, con un suceso en la mar, a bordo de un pesquero, en el que un marino por esencia, tras la pesca, advierte una sustancia bulbosa adherida a su captura, quizá medusas, que se convierte en depredadora de los pescadores. Y saltamos a una niña, recién huérfana, acogida por una anciana tía-abuela a la que desconoce. Llegando a la mansión, la pequeña se sobrecoge con esas estatuas, ornamentos, fuentes con motivos marinos, quimeras entre peces y humanos. Y el descubrimiento de una puerta prohibida, que dejó el marido de la señora, y que no se puede abrir, aunque su excéntrica nueva tutora anima a la niña a que lo intente y descubra qué hay detrás. Toda esta trama impulsa a seguir leyendo, inevitable. Oliendo a mar. A esos ruidos nocturnos. A esa voz acuosa desde las tinieblas. Un cuento quizá lento, que pierde un poco de fuelle a medida que avanza por las expectativas del arranque, lo que no le resta valor; para nada. Entrando en detalle con los descubrimientos de la niña, resultando inevitable cuanto encuentra, sin apenas oposición que pueda presentar. Pero la atmósfera insana que transpira el texto resulta en su mejor arma. Porque huele a profundos (que no a horror cósmico).
Expiación, de Nuria C. Botey: un hombre descastado decide cambiar la ciudad por el campo. Y, mientras realiza ese viaje, inverso a la mayoría, recuerda. Recuerda Escocia con su amada, aquella que creía y se comunicaba con todo tipo de criaturas feéricas, aprendiendo sus mitologías con anhelo. Pero esa mujer desapareció de su vida, y el protagonista quedó hundido en el fango, del que necesita salir, aunque esa memoria sea un lastre. Retomando una nueva vida, aunque su primer encuentro en la zona resulta negativo. Ese rechazo es pronto paliado con el buen trabajo de veterinario y el respeto que se gana de la comunidad. Pero ¿qué se enconde tras ese telón rural tan apacible? Una noche sale para atender un parto y, cuando la cría de ternero muere, los dueños de la finca le instan a dejarla allí como ofrenda a cierta criatura, que acude por las noches para llevarse los restos. Él decide quedarse mientras los dueños marchan, para saber. Lo acontecido hace que todos los lazos y tramas se unan para mostrarnos la verdadera realidad de tal lugar profundo, tanto como el protagonista. Este tipo de mitologías rurales son enriquecedoras, sobre todo contadas con el lenguaje adecuado, con tino y tiento, como aquí sucede. Bien trenzado, tanto personajes como argumento, destacando la atmósfera, aunque el final sea ligeramente anticlimático. Buen cuasi cierre de colección.
Nuestra Señora de la Concepción del Gran Jaguar, por Elia Barceló: una mujer, Mariana, traductora en país ajeno cuasi imposible de ubicar que salta de Viena a México a España… Dentro de una escena atemporal la cual muestra algo erróneo, que parece cambiar o repetirse. Ella, acudiendo a la casa de un colega Don Juan. Con el escenario preparado de atmósfera sugerente. Con mitología tanto en las palabras como en las paredes y ornamentos. Pero continúa sintiendo que hay algo mal; con él, con el lugar, quizá con ella, plena de deseo. Ambos. ¿Qué es? Ella se contiene, el trasvase. Lo contiene todo… hasta que llegue el momento en que el dique se rompa. Un relato corto para despedir la antología que, aunque comienza flojo, te acaba sumergiendo con su esoterismo romántico, al ritmo de zampoñas y percusión, para dejar buen sabor de boca. Aunque ojo, échale dos lecturas para no perder detalle.
En conclusión, una buena antología, la cual arranca fuerte en sus primeros cuentos, y que mezcla autores ya consagrados con otras voces emergentes, sin diferenciar o hacer ascos a ninguna perspectiva del miedo; siendo cada texto diferente, con sus cualidades, intensidad y capacidad de inmersión (ya sabemos que el miedo es un sentimiento y sensación muy propio, casi íntimo). La venganza en el tiempo, el temor a la familia claustrofóbica, una leyenda que se convierte en obsesión y necesidad, una cultura antigua donde la niña extraviada se transforma, el muchacho que contempla muertos toda su vida, la sociedad que se niega la vista para evitarse a sí misma, el héroe que necesita nuevos desafíos, la mar vomitando a tierra sus criaturas ominosas, el desolado que busca redención en una nueva vida rural, y la mujer atemporal…
Mucho y bueno a elegir, y, con mi tendencia al relato, una colección para no dejar escapar. Porque los relatos están vivos, evolucionan, son orgánicos, permiten la experimentación… mientras que la novela es un formato más estancado, de menos riesgo. Por lo cual, siempre se agradecen estas iniciativas, que se promulgue el formato, que se lancen más colecciones y antologías selectas que nos permitan descubrir nuevas voces o distintas facetas de nuestras autoras favoritas. Adentraos. Os invitamos a la obscuridad.
Pd: Todos y todas las grandes maestras de la literatura cultivaron el relato cual tesoro, ¿por qué ahora resulta tan denigrado, marginal, casi de culto y fanzine actual? Ahí lo dejo.
Román Sanz Mouta
Redactor