Con bastante retraso, pero al fin llegó a nuestro país I’m not a serial killer, película considerada como una de las sorpresas agradables del prolífico 2016 dentro del cine de género. Estamos ante una película que casi podría definirse como un remake inconfeso de Noche de miedo (Fright Night, 1985), ya que contiene muchos elementos que la emparentan con la obra de Tom Holland. «I’m not a serial killer» nos presenta a un joven inadaptado que trabaja ayudando a su madre en la funeraria que ésta regenta, mientras acude a terapia por sus tendencias psicopáticas. Su pueblo se está convirtiendo en noticia debido a la aparición gradual de un puñado de cadáveres que apuntan a ser víctimas de un asesino en serie. Bajo estas circunstancias, la relación del joven con un vecino anciano empieza a cobrar tintes extraños.
La película de Billy O’Brien adapta la novela homónima de Dan Wells, y nos ofrece un curioso tono que mezcla ironía y drama con un aspecto muy “indie”, lo que unido a un guion que contiene un twist absolutamente rompedor (de esos que pueden cargarse la película entera si no comulgas con él), puede causar cierto desconcierto en el espectador. De hecho, todo ello es lo que impidió mi total disfrute de la cinta, ya que de ninguna manera esperaba lo que me terminé encontrando. Además, reconozco que, sin ser una película demasiado larga, se me hizo algo pesada en algunos tramos. Ahora bien, eso no me impide destacar sus evidentes virtudes.
Y es que la cinta se beneficia de una muy acertada ambigüedad en su planteamiento, que mantiene a la audiencia expectante ante su resolución mientras duda de cómo y por qué se suceden los hechos que vemos en pantalla. El ritmo pausado y un cierto aire costumbrista le van muy bien a esta historia, que además se beneficia del buen pulso en la dirección de O’Brien. El director consigue poner el foco de manera sutil y gradual sobre el misterioso vecino del protagonista, que irá cobrando importancia hasta convertirse en el verdadero leit motiv de la película. Aunque vamos a encontrar elementos de cine de terror, en realidad yo calificaría a la película como un thriller con momentos inquietantes.
Además del buen trabajo de dirección, el otro pilar sobre el que se sustenta «I’m not a serial killer» es su reparto principal. Max Records resulta totalmente convincente como el joven adolescente obsesionado con los asesinos en serie, y consigue darle a su personaje un punto inquietante que alterna con algún toque de sensibilidad que ayuda a que nos identifiquemos con él. Pero el que se come la película no es otro que un enorme Christopher Lloyd que realiza su interpretación de más peso en muchos, muchos años. De nuevo, la ambigüedad sobrevuela sobre su personaje en todo momento, pero será en las escenas más intensas donde, literalmente, nos pondrá la piel de gallina con su mirada, su voz y ciertos efectos de sonido que no desvelaré pero que resultan estremecedores. Me llevé una doble alegría viendo a Lloyd a tal nivel, ya que en algunos pequeños papeles recientes me daba la sensación de que el actor estaba realmente perjudicado, cosa que aquí no se nota en absoluto.
Tal vez el giro sorprendente que propone el guion pueda arruinar en parte el visionado, de hecho yo lo encontré un tanto innecesario. Pero, como todo, es cuestión de gustos. Por lo demás, creo que estamos ante una cinta más que decente que merece ser disfrutada por sus detalles de calidad y, sobre todo, por la gigantesca aparición de un magnífico Christopher Lloyd.
Mi nota: 6,5