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La habitación (Room, 2015) nos cuenta la historia de una joven que fue secuestrada y lleva 7 años encerrada en una habitación con su hijo de 5 años. Su captor la visita cada noche para tener sexo, y el único contacto que tiene con el exterior es una vieja televisión que apenas funciona. Pese a todo, ella intenta que su hijo viva feliz entre esas cuatro paredes, creándole un universo ficticio con los pocos elementos que tiene a su alrededor.
La película está basada en la novela homónima de Emma Donoghue, que a su vez se inspira en el célebre caso de la austríaca Natascha Kampusch. Evidentemente, estamos ante un drama con todas las letras, con unas brillantes interpretaciones por parte de la emergente Brie Larson y del niño Jacob Tremblay que resulta todo un descubrimiento. No cabe duda de que el trabajo de estos dos actores supone una de las grandes virtudes de la película.
¿Cuál es el problema? Pues que “La habitación” está formada por dos películas diferentes. Me explico. La primera mitad me parece magnífica, y nos sumerge dentro de ese universo tan particular de un modo intimista, pero con un elemento amenazador siempre presente. Aquí, a pesar de la evidente situación dramática, tenemos un componente de thriller. Además, lo vemos todo como si fuéramos el niño protagonista gracias a un gran trabajo de dirección, y ese es el gran triunfo de este primer segmento. En la segunda mitad, todo se viene al traste y la película se convierte en un auténtico telefilme de sobremesa sin ningún interés, consiguiendo arruinar todo lo bueno que habíamos visto y haciendo que nos quede un mal sabor de boca al final.
Una pena, porque creo que si la película hubiera terminado tras su primera hora, habríamos tenido una de las películas del año. Lamentablemente se ha optado por alargarla innecesariamente y hacer que quede como una película del montón.
Mi nota: 5