El terror (I)

por Daniel Aragonés

Es de noche. Hace bastante frío fuera de casa, pero eso no me impide fumar en la pequeña terraza de la cocina. Pienso en mi propia literatura y lo que intento trasmitir al lector en muchas de mis novelas, en lo complicado del terror, el horror y el miedo. Pienso en la psique humana y su evolución durante siglos de cambios socioculturales, religiosos y políticos. Nuestro cerebro, ese gran desconocido, es capaz de convertirlo todo en un sinsentido, en fantasía, en pesadilla, solo necesita un simple estímulo negativo, un parámetro oculto en la oscuridad del bosque, en la quietud del desierto, en la cumbre más alta de una montaña. Mitos, leyendas y hombres amparados por la maldad. Miedos creados para proteger la integridad del grupo y, a medida que el hombre fue evolucionando, para salvaguardar a los altos cargos, tanto políticos como espirituales. La propia religión se basa en miedos ancestrales, en la propia oscuridad del ser humano, en la culpa, la expiación. El instinto de supervivencia más primario se convierte en fobia para proteger nuestra integridad.

Mejor empezar por el principio:

Sin duda, antaño, otrora, como diría Francisco Santos Muñoz Rico, el mayor terror era la oscuridad, el miedo primigenio por llamarlo de algún modo. Estar privados del sentido de la vista, sometidos a un negror sin contaminar, carente del abanico de penumbras al que estamos acostumbrados en nuestros días, repleto de calles iluminadas y callejones penumbrosos, llevó al hombre a imaginar cosas indescriptibles, transformadas en mil y una cosas: monstruos que se alimentaban de fuego, mujeres y hombres que podían ser devorados para siempre por la oscuridad, un frío demoledor capaz de congelar la vida para siempre y, cómo no, depredadores reales, con un sentido de la vista mucho más agudizado que el nuestro. En la antigüedad era un sometimiento absoluto, la noche devoraba al día en cuestión de minutos y, hasta que llegó el fuego, capaz de regalar paz a nuestro entorno cercano; el resto era frío, reflejos azules, negror, un horror sin límites habitado por nuestros propios demonios. La imaginación, capaz de encontrar monstruos en lugares de sobra conocidos cuando existe la luz, toma el control de la situación y devora cualquier atisbo de esperanza. La ansiedad toma los mandos y nos exige algo inexistente: la paz interior, un concepto tan desconocido como ansiado para el hombre primitivo. Toda esa amalgama de emociones y sentimientos encontrados han pasado de generación en generación, anclados a nuestro ADN, hasta convertirse en una verdadera obsesión.

El ser humano siempre estuvo encandilado por la luz, atraído por las sombras de lo imposible, por los habitantes del negror, bien convertidos en bestias atávicas o en realidades monstruosas. Un hogar bien iluminado estaba exento de visitas nocturnas. La mano del mal no podía atravesar la cortina de luz de un candil, una vela o un quinqué. Todo aquello que no se puede ver da pie al miedo a lo desconocido, el enemigo invisible que rompe esa paz.

Al hilo del texto, se me ocurre nombrar El Wendigo, de Algernon Blackwood, como una de esas obras capaces de plasmar lo que intento contar. Bosque cerrado, oscuridad absoluta, el rumor del agua contra las rocas, y un monstruo que habita en la profundidades de lo desconocido: mito, realidad, un ente fruto de la locura y la ansiedad. En definitiva, el terror más puro.

El hombre y la muerte. Sufrimiento, dolor, pérdida. ¿Qué pensarían nuestros ancestros de la oscuridad? Quizás lo veían como un ser superior que apagaba el sentido de la vista en las noches sin luna. Puede que la oscuridad fuese una bestia hambrienta, devoradora de almas, capaz de absorber el aliento al hombre más fuerte.

Infinidad de películas y libros actuales mantienen el hilo argumental basándose en un terror hacia la oscuridad. Y lo cierto es que convierte las obras en algo magnífico durante el 50% de las mismas, hasta que, quizás por miedo a continuar o por simple ansia de mostrar algo imposible, aparece el bicho, el monstruo, la cosa, rompiendo así ese horror, ese terror con el que han mantenido viva la ansiedad. No olvidemos que el hombre siempre fue cazador, si existe algo a lo que se le puede dar caza desaparece ese horror que nos debilita y lo convertimos en valentía. La ansiedad cambia de manos de una forma muy rápida. No olvidemos que existen diferencias claras entre terror, horror y miedo.

Aprovecho para introducir otra obra: El terror, de Arthur Machen. Algo fuera de lo normal aparece cada cierto tiempo en una pequeña región de Gales, es el terror, ajeno a esa aura maldita que regó Europa en la Primera Guerra Mundial. Se trata de algo atávico, invisible, maléfico. Cuando llega, la gente muere, ocurren cosas horribles carentes de explicación. Lo desconocido se hace con los mandos y la ansiedad riega los campos de la locura.

Como autor del siglo XXI me gusta ponerle cara a ciertos monstruos, busco que el ser humano se imagine los actos y no los rostros, quiero que mis lectores sientan pavor nocturno al escuchar unas uñas rascando una pared o el chirrido de unas bisagras. Quiero que imaginen sus tripas esparcidas por las sábanas, que vean a través de su parte consciente a cuatro diablesas violando su cuerpo en mitad de la noche. A Clive Baker le gusta hacer algo parecido, y me apasiona. Los miedos que atormentan al hombre han cambiado ostensiblemente. Ya sabemos que la oscuridad es un arma, por eso la dejo en un segundo plano y ataco las nuevas fortalezas de la mente humana. Siempre en busca de la grieta, pero sin olvidar esa ansiedad primigenia que atenaza nuestras almas.

Aunque ya hablaré de esto más profundamente en artículos posteriores, hubo un antes y un después en la psique humana que cambió el rumbo del terror: el lanzamiento de las dos bombas nucleares en 1945. Aquel fatídico acto belicista modificó los parámetros que rigen el miedo. El terror cambió de senda.

 

Puedes encontrar todas las entregas de esta serie de artículos aquí: El Terror

4 comentarios

FRANKY enero 31, 2022 - 9:47 am

Ambrosía para mis ojos

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Juan Cabezuelo enero 31, 2022 - 10:06 am

Un gran artículo

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M.Patricia Lopez G. enero 31, 2022 - 5:59 pm

👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻…mas sobre esto!!!…

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C.G. Demian enero 31, 2022 - 9:44 pm

Destripar el terror es una tarea ardua y gratificante. Seguiré tus pasos con un cuchillo entre los dientes. Gran comienzo!

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