Los hijos de Shifty (Chris Offutt)

por José Luis Pascual

Título: Los hijos de Shifty

Autor: Chris Offutt

Traductor: Javier Lucini

Editorial: Sajalín Editores

Nº de páginas: 269

Género: Novela negra sureña

Precio: 20 €

SINOPSIS

Mick Hardin, agente de la División de Investigación Criminal del ejército, se encuentra de permiso en su Kentucky natal cuando aparece el cadáver de un hombre en el centro del pueblo. Se trata de Cabronazo Barney, el traficante de heroína local, asesinado a tiros sin que nadie haya oído los disparos. La policía, convencida de que no es más que un asunto de drogas, pone poco empeño en la investigación. Sin embargo, Shifty Kissick, la madre de Barney, no opina lo mismo y le pide a Mick que averigüe quién mató a su hijo. Mick, que debería estar recuperándose del atentado con explosivos que sufrió en Afganistán, decide investigar el caso para impedir que se produzcan más muertes. Cuando aparezca otro cadáver e intenten matar a Mick, este se verá envuelto en una espiral de violencia y venganza que perturbará la aparente paz de los cerros.

RESEÑA

Al final, he terminado sucumbiendo a una saga de novelas que puede enmarcarse en el noir contemporáneo. Todo el que me conoce sabe que suelo huir de trilogías o colecciones mayores. Sin embargo, voy a defender esta Trilogía de los cerros con los dientes, porque sus características la diferencian de otros productos similares.

En primer lugar, las novelas son independientes. Pese a ser la segunda entrega, uno puede encarar sin ningún problema Los hijos de Shifty como puerta de entrada al universo del personaje de Mick Hardin, un particular agente de la División de Investigación Criminal del ejército. Chris Offutt introduce muchas conexiones con la anterior novela, la fantástica Los cerros de la muerte, pero no hay nada que pueda hacer perderse al lector primerizo.

En segundo lugar, la calidad literaria resulta incuestionable. Offutt tiene una habilidad difícil de definir, y es la capacidad de elegir siempre la palabra exacta, la expresión correcta, la estructura ideal. Este manejo de la arquitectura literaria es el que convierte al autor americano en un novelista portentoso, pero quizá sea la manera en que lo despliega la que lo eleva sobre otros compañeros de género. Me refiero a la naturalidad en toda su acepción, algo que es endemoniadamente difícil de conseguir. Cada frase, párrafo o capítulo de Los hijos de Shifty fluye con una naturalidad desarmante. El ritmo de la novela me parece absolutamente perfecto. 

Si esto ya convierte la obra en imprescindible (al igual que su precedesora), hemos de añadir nuevamente el acompañamiento sensorial. Hardin, así como otros personajes que aparecen, muestra una sensibilidad extraordinaria hacia el entorno que lo envuelve. Y dicho entorno, enmarcado en los cerros de Kentucky, está plagado de una vida animal y vegetal que a menudo resulta más rica que el de sus compañeros humanos, quienes demuestran un comportamiento frío, tosco y poco amigable. Que nadie se equivoque, esos personajes son otro de los grandes atractivos de la novela. 

El código que rige las vidas de la comunidad en los cerros puede parecernos extraño, equívoco y a veces incomprensible, pero hemos de recordar que se trata de gente huraña que disfruta de la soledad. En realidad, el modo de vida redneck nos fascina por su peste a madera y a alcohol de mucha gradación, así como por esa afición desmedida a las armas. Como hacen los buenos western, nos empujan a conectar con nuestro lado más primitivo y a comprender una ley interna que cobra todo el sentido del mundo. Abrazar la naturaleza. Espantar a los zorros que se acercan al ganado. Disparar a quien irrumpe en tu propiedad. El cielo y el infierno, todo en uno. Mundos como el creado por Offutt en estas novelas —un mundo que existe en realidad, no lo olvidemos—, hacen innecesaria la fantasía.

La trama discurre con absoluta credibilidad y, junto a todo lo demás, proporciona un disfrute lector que sabe a hoguera añeja, a café sorbido sobre una butaca chirriante, al clack de un rifle de dos cañones. Pues eso, leer a Offutt es como regresar al hogar.

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