Todo lo que aprendimos de las películas (María José Navia)

por José Luis Pascual

Título: Todo lo que aprendimos de las películas

Autora: María José Navia

Editorial: Páginas de espuma

Nº de páginas: 160

Género: Relatos

Precio: 17 €

SINOPSIS

«Padres y madres y parejas y amigas y ecografías, habitaciones peligrosas, visiones alteradas y la inminente posibilidad del fin de todas las cosas son proyectadas en la pantalla de Todo lo que aprendimos de las películas por la linterna mágica de María José Navia. Diez tramas que acaban conformando un mismo largometraje mental y que se leen/ven no como cuentos de hadas pero sí como cuentos de embrujadas a la espera de la llegada de ese gran tornado que las lleve muy lejos o que las devuelva a ese sitio que jamás quisieron abandonar. En el más technicolor black & white, Navia enseña todo lo mucho y muy bueno que sus lectores tienen para aprender de ella leyéndola –desde los créditos de apertura hasta el The End, por favor, shhh, sin hacer ruido– en el más elocuente y conmovido y agradecido de los silencios por toda su luminosa oscuridad».

Rodrigo Fresán.

RESEÑA

Convertir una película en cuento. Esa sea quizá la intención de María José Navia con este libro delgado pero poderoso, un libro poblado con secuencias que nos arrastran a una realidad oscura, pesimista, casi gótica. Trasladar lo aprendido con el cine a un texto literario no resulta sencillo, pero la autora chilena borda sus cuentos y los adorna con homenajes internos y, quizá, con un gran guiño global al movimiento continuo del celuloide.

Todo lo que aprendimos de las películas se inicia con el cuento más largo, «Mal de ojo». Esto le sirve a la autora para marcar líneas y enseñar un estilo moderno que carece de rayas de diálogo (quizá están pero, como la protagonista, no podemos verlas) y abunda en tonos lúgubres, graves, con una nube eléctrica sobrevolando el texto desde su mismo inicio. Lo que sugiere este relato sirve para el resto del libro: triunfa en sus imágenes, ofrece personajes muy interesantes, a menudo estoicos, con reglas propias que a veces se nos acercan pero otras quedan muy apartadas de nuestros esquemas mentales. En una época en la que todos estamos cegados por mil estímulos, diría que la autora reivindica lo verdaderamente importante: volver a nuestra ciudad refugio.

Hay algo de Carver en Navia. Una elocuencia elusiva, un subtexto mudo y a veces no tan evidente como pudiera parecer. Uno se pierde en el devenir del relato y lo disfruta sin necesidad de hurgar en lo que hay debajo. Lo podemos ver claramente en el hechizante «Dependencias», en «Sirena», que en apenas cinco páginas encierra y sugiere una novela entera, en «Sacar la lengua». Siempre escondida, como si estuviera detrás de una roca enorme que, por mucho que la rodeemos no nos permite ver su otro lado, la esquiva trama se revela como por arte de magia gracias a algunas palabras insertadas en el texto.

A veces, los relatos son instantáneas incompletas, una pieza de puzle que nos permite imaginar el dibujo entero. «Gretel» se alza como una fábula en la que la soledad y la sensación de abandono permiten a Navia hablar de las relaciones entre padres e hijos, algo que está muy presente en todo el volumen. La tragedia el y trauma son otros de los grandes cimientos sobre los que se asienta el libro. Temas de un gran calado psicológico, pero que al mismo tiempo van configurando una suerte de apocalipsis que, poco a poco, se va manifestando en las páginas. La mejor muestra es el último y magnífico cuento, «Calima».

Varios hilos cosen la antología. Uno lo forman los nombres de los personajes, que se repiten en muchos de los cuentos. Trasladado al mundo del celuloide al que hace mención el título, el efecto es el de ver a distintos actores interpretando un mismo papel; o, quizá al contrario, el mismo intérprete mimetizándose en múltiples papeles. También tenemos personajes femeninos enfrentados a problemas derivados de la identidad y el pasado. La propia voz de la autora es otro de sus baluartes y, por supuesto, su estilo seco, sobrio, punzante. Un estilo muy centrado y tremendamente efectivo.

La magia de Todo lo que aprendimos de las películas proviene de cómo se nos desvela una verdad mucho más grande que la que sugiere la propia trama. ¿Cómo lo consigue la autora? No sabría decirlo. Tampoco importa. Lo relevante es que lo hace, y que se disfruta. Las tramas de Navia son fantasmas, rastros que quedan tras el paso de la tempestad. Su manera de crear esos fantasmas resulta fascinante. La sensación que deja el libro es de literatura de muchos quilates.

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