No leas esto si el título te ha horrorizado: ve a tomar un té con el meñique levantado; o mejor: métetelo por el culo con un embudo, que la membrana del ano es más absorbente y la teína te llegará más rápido al cerebro, y así, con suerte, quizá te quedes a leer, en vez de horrorizarte, o ponerte políticamente correcto, o en palabras del premio nobel de la violencia Frank Malone: ser un gilipollas.
Voy a contar un contubernio real; una persona, llamémosle Manolillo Castizón, dijo que “le asqueaban los maricones”. Este lenguaje de por sí ya puede resultar violento, pero en fin, a lo que iba: una segunda persona, que llamaremos por ejemplo Azahar de los Campos, le dijo con desprecio patente a Manolillo “qué intolerante eres”, y luego añadió hablando más flojito a sus amigos (Colibrí Irisado y Repampanito Carmesí, ya que estoy inventando nombres) “qué asco me dan los intolerantes, amigues”; y los amigos asintieron como bien educados caballos.
Hasta aquí es una escena común, ¿cierto? Por lo visto es malo ser intolerante, pero ¡alto! Que yo le dije a Azahar “tú también eres una intolerante, pues en verdad te digo que no toleras a los homófobos, te toleren o no ellos a ti. Y te diré más: Manolillo puede que sea un gilipollas, porque despreciar homosexuales por el mero hecho de ser homosexuales, o negros por ser negros, o policías por etc, etc, suele ser cosa de gilipollas (cuando no de malcriados o de traumados), pero Manolillo no ha hecho más que expresar su asco o su odio. Y tú, querida Azahar, no toleras, a lo que parece, el odio o el asco de Manolillo. Así que volvemos a la vieja moral de siempre: unas cosas sí, otras: no”. Es lo que dije más o menos. Manolillo se sintió confuso, pues el pobre no sabía si lo había defendido en verdad o insultado, y Azahar de los Campos empezó a soltar incongruencias que empezaban todas con “es que”.
El odio existe, y por supuesto el odio es sin razón o con razón, no importa; para mí es totalmente aceptable, y la violencia que le sigue también. Es correcto sentir odio, es correcto desencadenar la violencia que hierve, pero sobre todo es correcto y acertado y sano controlar ese odio y esa violencia que debe emerger; y esto no por una cuestión intrínsecamente moral, no, simplemente para evitar acabar entalegado. Que a esto se reduce la civilización: crimen y castigo. Si no te mato, Manolillo, cuando abres tu bocaza, es por no ir a la cárcel; si no te rompo la mandíbula como el corazón me pide, Azahar, es por el barullo que vendría después, por la intolerancia de la ley de la polis a tu mandíbula rota. Para esto sirve la civilización, para preservar la integridad de las personas —cosa que sabía bien Robert Howard—: imaginad que yo diese rienda suelta a mis instintos (intolerables desde el punto de vista de muchos) asesinos…
Yo mato a Manolillo y a Azahar, esos dos botarates, aquí, sobre el papel: tengo controlados a mis demonios. Pero mis demonios, aunque los llame así, no son cosa mala —ni buena—, son simplemente parte de mí. En esto, cualquier colega escritor hace como yo: mata sobre el papel y no tiene, ni siente, empacho en hablar de lo bien que sienta (seguro que también se cargaría a Manolillo y a Azahar).
Entonces qué, ¿habremos de ser o no tolerantes con todo y con todos? Queridos niños y niñas: ambas cosas son grandes tonterías. Cuando algo en tu presencia te haga querer arrancarle los ojos a alguien, habrás de ser intolerante, incluso tendrás que ponerte violento, no digo que sacando los ojos efectivamente, pero sí que puedes decir “te sacaría los ojos ahora si no me retuviese el entramado social, maldito”. Esto me parece muy aceptable; sano incluso. Y cuando algo te la trae floja, puedes decir que eres muy tolerante: mírame a mí, tolero la natación sincronizada, la televisión y las drogas de diseño, es decir: tolero todo aquello que me resbala. Esto es tolerar.
No podemos pedir a Manolillo que tolere a los homosexuales sencillamente porque no los tolera, será que le asustan, que le dan verdadero asco o que lo violaron de pequeño y sus mierdas se manifiestan así, esto no importa, lo sustantivo es que no los soporta. En su mano está emprender una gran matanza de homosexuales o desahogarse diciendo con saña que los odia a todos. Yo tolero a Manolillo. Es más, incluso tolero a Azahar, que a pesar de ser cándidamente estúpida, también muestra su odio por los homófobos (aunque lo quiera disfrazar a veces con una pátina razonable).
La vida es violenta desde que salimos de entre los estirados labios vaginales de nuestras madres: dejad ya de hablar mal de la violencia, y sobre todo de confundir violencia con agresividad, que son conceptos muy diversos; sin violencia no hay diversión; sin violencia el sexo es inconcebible; sin violencia no se remueve la conciencia de nadie (si es esto lo que pretendemos). Amemos la violencia, amémosla violentamente, mostremos con alegría nuestras intolerancias, porque las tolerancias, ya lo hemos dicho, no tienen ningún mérito. Aceptemos el odio que sale del corazón, aunque no nos rijamos por él. Y odiemos, y seamos violentos, que de no serlo, no nos quedará mucho más que poder ser.
Fco. Santos Muñoz Rico
Redactor
8 comentarios
Un buen artículo, sigue así.
Sí, pero. La experiencia del odio y la violencia termina siempre en un crecento que como el capitalismo no sabe ni quiere ni se imagina frenar, de modo que la naturaleza de la vida se encarga de equilibrar el exceso con un gran boom… no hace falta animar a la peña a ser violenta porque ya se encargan los generadores de odio naturales en las sociedades humanas, como son los nazis, los patriotas, la peña poderosa y su infinita avaricia… yo sueño con una nueva generación de bandas fuertes y fuera de control, donde maricones pongan mandíbulas nazis en bordillos y fachas ultracatólicos crucifiquen musulmanes que a su vez se innmolen en iglesias… pero mis sueños se convierten en relatos y ya la realidad tranquilita en su naturaleza de estallar como quiera y no como la manipulemos conscientemente, pues la segunda opción termina siempre en un gran boom de dolor y derrotas sin aprendizajes ni nada….
Uff, me quedó intensito, perdón. Un saludo y a seguir escribiendo y compartiendo.
Qué artículo más asqueroso, es intolerable. Te sacaría los ojos y te mordería el higadillo, me dan ganas de aplastarte la cabeza con un bloque de hormigón. Hace falta más estimulación anal. Besos😚😚
¡Jajajajajaja! Realmente intolerable todo, en efecto.
Pues para empezar me encantan los nombres de los personajes, y creo que vivimos en un mundo de locos y todo el mundo odia algo, el caso es saber controlar ese odio y esa violencia que llega después. De ahí que no estés en la cárcel querido, si en el fondo seguro que llorabas con Bambi , voy a tomar un té, gracias por tus reflexiones Franki!
Soy muy tolerante con la natación sincronizada, pero no con los mosquitos: hay que matarlos a todos.
Efectivamente, todos somos muy tolerantes hasta que nos tocan los huevos. En la vida hay muchas cosas, y una de ellas es el odio. No odiar nos convierte en un seres incompletos, es una lobotomización autoinflingida. Para odiar no es necesario matar a nadie, ni siquiera insultarle, basta con que sepas que odias y ese fuego alimente tus calderas.
Fue Empédocles de los primeros en hablar de esto, lo que pasa es que hoy el consenso social no concibe nada fuera de lo “políticamente correcto”, o lo “moralmente establecido” (ya sea por la mayoría o por la gracia de unos pocos -los mejores o los más fuertes, no importa); cuando una voz dice algo como esto los tontos levantan el escudo y los avispados abren su saco.
Muy buen artículo, como siempre, aunque me sorprendió que al final no hubiese referencia literaria.