14 relatos de colonización espacial escritos por 14 autores y bellamente ilustrados que tratan el tema de la colonización espacial.
Llevamos siglos soñando con explorar el espacio, con conocer sus secretos más profundos y, en última estancia, conquistarlo. Es posible que no hayamos logrado aún cruzar la última frontera con medios físicos, que todavía se nos resistan algunas piezas clave de la ingeniería que ha de llevarnos algún día a los planetas no explorados y, sin embargo, la imaginación, reflejada en la literatura mejor que en cualquiera de las otras artes, lleva tantos años nutriendo nuestro imaginario colectivo de fragmentos, instantáneas y diapositivas de la colonización futura, que de algún modo, casi logramos sentirnos en casa cuando contemplamos los parajes azotados por el viento marciano, o los anillos de Saturno, o el intenso azul lapislázuli de Neptuno.
Ojalá las palabras que han tejido los escritores de los relatos de esta antología sirvan para enriquecer aún más ese espacio imaginado que es ya parte de lo que hoy entendemos por colonización espacial en la literatura de ciencia ficción.
RITUAL
Tengo el placer, pues siempre resulta un placer, de degustar la segunda antología de Space Opera promocionada por Rocío y Lucyna, en este caso orientada a la Colonización Espacial, un tema amplio, con aristas, que da para tratamientos varios, pero que ha sido enfocado, mayoritariamente, como el fin de la tierra y el obligado éxodo buscando planetas afines, sea por atmósfera, por terraformación o por invasión. Hay de todo entre sus catorce textos, y vamos a tomar un minuto para hablar de ellos y de la destreza de sus autores y autoras, pues presume de nivel alto la colección, más incluso que esa primera parte (muy recomendada), Dentro de un Agujero de Gusano. ¡Saltemos al hiperespacio!
Ecos del viejo mundo, por José Luis Alonso Casado: este primer cuento ya resulta notable y nos despierta el apetito por lo que pueda venir. Un hombre, subordinado a un rico que colecciona criaturas excepcionales o imposibles, contrata a un peculiar grupo de mercenarios para que vayan a un planeta maldito, que la humanidad intentó colonizar en su momento con el fracaso como resultado. Allí buscarán una criatura que ni conocen ni saben de su aspecto. Y son atados a ese pacto con trucos y trampas, porque, cuando aterrizan allí, esta historia pulp torna en lovecraftiana, sin dejar de lado un oscuro sentido del humor. Las consecuencias y el desenlace serán un placer para todes les lectores. Gran historia en trama, construcción y atmósfera.
En el espacio nadie comerá sus guisos, de Yolanda Fernández Benito: la noticia del alumbramiento de su hija y el novio de esta la reciben los futuros abuelos en su barrio marginal de Madrid. Y esa protoabuela se pone en marcha, pues ella quería el parto allí, en su querida Villaverde (un mérito del texto mezclar el contraste de un resquicio humano de toda la vida con el potencial de la exploración espacial). Al saber que no resulta posible, y gracias a la bondad y generosidad de un barrio unido, consiguen viajar a la Luna para el alumbramiento. Las peripecias que Carmen y Mariano viven merecen la pena ser contadas, desde lo caótico a lo tierno o hilarante, pura humanidad de la Tierra a la Luna. Una comedia de enredos de toda la vida con giro final. Bien.
El precio del espacio, por Jesús Durán Durán: Una pareja, en la estación espacial dedicada a colonizar un planeta lejano, necesita una vivienda propia. Y es así porque siguen en dicha estación, pues se han paralizado las tareas para terraformar y habitar ese mundo prometido ya por demasiado tiempo. En su búsqueda de un hogar precario, el descubrimiento de un cadáver los lleva a la Resistencia y a una lucha por lo justo, para evitar que unos pocos se beneficien, como siempre sucede, aquí o en el confín del cosmos. Reivindicativo, ácido por momentos, determinado. Es verdad que da un salto de la trama principal hasta el desenlace a posteriori, pero no deja de ser un buen cuento.
Edén, de Óscar Navas: Summers es el hombre en Marte, el único, el científico-granjero. Quien está cultivando para contribuir a que sea un planeta habitable y además abastecer a los futuros colonos que poblarán sus rojas arenas. La gente aguarda en la Luna, en fuga de la tierra destruida, a que su destino sea viable. Pero Summers se ha encontrado con un problema inesperado tras sucesivos éxitos y debe gestionarlo solo, solo en un planeta, solo en el universo. Algo le atenaza cuando las últimas plantas y alimentos agonizan junto con la esperanza de la humanidad. Eso hace que desesperación y locura se instalen en su mente hasta presenciar el desenlace, y si no está todo perdido. Qué caprichosa es la naturaleza para arraigar, y cuán fuerte el compromiso y la responsabilidad de preservar, de cargar ese peso en una espalda. Un relato íntimo, sensible, afectado.
No me hables de colonización espacial, haz el favor, por Rafa Díaz: ¿es la colonización por supervivencia o por simple vicio, capricho y comercio? Dicha pregunta se hace la protagonista cuando, tras haber asistido desde niña a la exploración de nuevos planetas acompañando a sus madres, ahora trabaja de camionera cósmica. Porque en sus desplazamientos ve que todo, todo, todo sistema está infestado por turistas (una plaga más que bíblica), por centros de comercio y grandes plataformas, por publicidad de las marcas que todes conocéis. ¿Acaso hemos aprovechado la excusa de la destrucción del planeta para contagiar al resto del universo con el consumismo? Triste y despreciable. No aprendemos. Historia cínica e irónica, necesaria, mostrando el otro lado de la colonización, de muy probable suceder y que nos abre los ojos, esperando que tomemos nota. Una crítica con acierto.
La prueba de Caraunia, de Héctor Vielva: asistimos a un relato con la misma carga de pesimismo que los anteriores, el éxodo, la necesidad, la colonización. Pero pese a ese planteamiento similar, el texto es diferente por sus distintos narradores y sus perspectivas, un ejercicio de estilo, hablando asteroides y naves espaciales. Esa riqueza se contagia con una apuesta arriesgada, aunque no se mantenga hasta el final, pues vuelve al cauce, al desafío por ser consorte de esa mujer poderosa a la que todos admiraban. Sus pretendientes deben pasar una prueba allende agujeros negros para traerle un regalo, el mejor regalo, cual odisea griega. Solo el más digo de entre ellos podrá desposarla. Interesante mezcla, aunque me gustó más la primera parte, siendo muy dinámica esta segunda. Y agradecido el guiño a Asturias, se entiende.
Estupidización colonial, por Román Sanz Mouta: Phineas, el pulpiano intrépido, descerebrado, y líder de Aurora Boreal, la mejor y única banda de rock del universo, abandona por capricho el grupo, desapareciendo. Mientras él se enfrenta a una desventura para conocer a su mayor y más poderosa Némesis, la banda parte en su búsqueda para no disgregarse, formando como protectores de una curiosa caravana de colonos en competición con otras. Hasta que todos los intereses confluyen en el mismo planeta, explosionando el desenlace delirante. Al ser el texto de un servidor, no opinaré, pero prometo risas y emoción por doquiera.
Éxodo cósmico, de Fran Castillo: una misión de colonización tiene problemas, su nave casi falla ante el encuentro con algo imposible, por talla y misma existencia. Y no se trata de basura espacial, pues orbita alrededor de un planeta, el planeta destino. Temen que el gobierno central, quien les mandó allí, no les haya contado todo. Pues ese mundo parece habitado. Pero deciden asumir el riesgo antes que rendirse; dejar atrás ese satélite ciclópeo, atravesar con peligro de muerte la atmósfera, aterrizar, empezar la exploración. No puedo contar más, solo decir que resulta brutal el cuento, te sitúa en perspectiva y tiene un desenlace que me ha dejado con la boca abierta.
Travesía nocturna, por Germinal García: en un planeta lejano un hombre cumple la ruta con su camión, atravesando desierto, desierto y más desierto, horas cuando no días hasta el destino y regresar. Echando de menos a la vez que sintiéndose resentido con su mujer y su hijo nonato, la eterna contradicción. Encontrarse a alguien en las transmisiones de radio le hacen romper su rutina y desviarse del camino para tener consuelo humano, aun en forma de palabras. Este es el germen del relato, lejos de la idiosincrasia de los anteriores. De nuevo el peso de la soledad y las consecuencias de las decisiones, agradeciéndose el mínimo homenaje a Sherlock Holmes. Otra historia gratificante.
Registro de memoria 938C, de Víctor S. Domz: el doctor Hogan nos cuenta, a base de entradas en su diario de voz, el progreso de la terraformación que sufre un planeta desierto para hacerlo habitable. Desierto y sin vida. O eso cree hasta que empiezan los problemas. La arena misma parece resistirse e intuye un boicot por parte de algo o alguien de la expedición. El buen doctor pierde el control cuando la arena medra sin saber lo que sucede. ¿Hay algo vivo e inteligente en el planeta que no quiere ser domeñado? Esas entradas cortas y frenéticas, los cambios de humor del protagonista, y la manera de describir la fuente y resolución del problema, le dan mucho dinamismo al texto y consigue que el lector se implique. Sigue la buena racha.
El técnico de vanguardia, por Gael Velasco Benito: Dimas es el colono que baja al planeta para prepararlo todo de cara al desembarco mayoritario, creando un entorno habitable. Y Anusha su contacto en la nave nodriza, aquella que le transmite las notificaciones, de letra por el momento, pues ni siquiera pueden comunicarse por voz, no aún (raro). Algo sucede en ese progreso de relación y preparación del hábitat, ya que el viento golpea incesante, poco caprichoso, quebrando los nervios pero no la voluntad del protagonista. ¿Hay alguien más allí? No encuentra pruebas y decide guardar el secreto, pues solo están él y ella mientras el resto de millares aguardan dormidos hasta posarse en su nuevo hogar. En ese momento estalla la realidad de lo acontecido… Una conversación dual que se va incrementando, ese vínculo creciente y progresivo en contraste con la desolación de su destino y las dudas que le genera. Muy buen cuento en concordancia y con paralelismos con el anterior, que demuestra que, con dos personajes en juego y una amenaza latente, la idea da más juego, siendo válidas ambas propuestas.
Yo, humano, de Patricia Hernández Delgado: asistimos de inicio a una perspectiva totalmente diferente, siendo una extraña especie la que recibe la visita de los humanos colonizadores para que podemos empatizar con esa visión, con lo que quieren hacer por medio de su interacción con Tim, un niño muy especial. Hasta que llegan más y más humanos y el relato explota, con una mezcla de lucha y comprensión para saber qué es cada cual. Y ojo al giro que ofrece en el último tercio, que nos hace replantearnos ansias y ambiciones, y el cuándo dejamos de aprender. Como digo, el texto y el prisma que ofrece consigue que nos veamos como especie invasora, lo que realmente somos, incluso con nuestro propio planeta. Se necesitan más asunciones como esta, un texto diferente y apuesta de riesgo con éxito.
La complacencia y otras derrotas tras la victoria, por Carlos Ruiz Santiago: a raíz del arresto e interrogatorio, con tortura incluida, de un exsoldado, su reflexión sobre qué lo ha llevado hasta esa situación nos permite asomarnos a los pros y los contras de la colonización, cuando quieres imponerte en otros planetas por todos los medios y tomarlos para ti, que no compartirlos. También a la deshumanización de la guerra, de los combatientes, entrenados y casi grabado su cerebro en tabula rasa para que solo comprendan las órdenes y no las pérdidas. Todo ello con un estilo intenso que no exime de descripciones y que consigue avanzar el relato con celeridad, situados en el contexto del mundo, mucho más importante que la acción principal, porque debemos comprender las consecuencias de nuestros actos, un debe de la humanidad, si alguna vez saltamos al espacio con humildad y no cual destructores. Este juicio pondrá en cuestión los genocidios y la moral de este hombre cuando descubre la verdad, lejos de las palabras que le indujeron sus jefes, la terrible realidad (que sigue sucediendo, la muerte de muchos por el bien de unos pocos). Grande.
Notas sobre el exilio, de Rocío Stevenson Muñoz: este poema condensa el significado de toda la antología; lo que tuvimos, lo que destruimos, lo que perdimos, lo que queremos hacer para conquistar otra tierra pase lo que pase, se sufra lo que se sufra y se hagan los sacrificios necesarios mientras no sean propios, para comenzar el ciclo devorador de nuevo.
La destrucción del globo terráqueo es casi siempre premisa, parte, raíz y motriz en cuasi todos estos cuentos de colonización, mucho más que la curiosidad innata del ser humano, pues la devastación es lo que mueve al hombre a la urgencia, a innovar lejos del conformismo. No es la misma visión que personalmente comparto, pero hay que reconocer que funciona y resulta plausible viendo la carrera que llevamos como especie. Una asunción de pesimismo lejos de la civilización avanzada que ha expandido sus límites por ansia de mejora evolutiva y conocimiento, explorando para dar respuesta a las más antiguas preguntas; por la pura aventura. Sin embargo, nos desahuciamos del planeta tras haber agotado los recursos, tras haberlo torturado dejándolo al borde del colapso y la destrucción. Y siempre son unos pocos los elegidos de entre el total de la humanidad para solar el ancla.
Remarcable la colección, de alto nivel, con tendencia funesta, como dije, y poco margen para la esperanza en la mayoría de los textos, que tienen su justa moraleja. De un estilo similar, salvando las diferencias y con respeto a los maestros, al de Ray Bradbury, Michael Marshall Smith o Philip K. Dick, por lo ágil, contundente, breve y sorpresivo.
Un buen puñado de plumas ilustran estos textos. Sin embargo, mientras esa primera parte de Space Opera ofrecía más diversidad de género: humor, aventura, drama, terror… aquí, pese a que me gusta más la dispersión de los textos y dentro de los diversos estilos de las firmas, se concreta mucho más en el hecho comentado sobre el que orbita la colección, lo que le otorga uniformidad de tono, continuidad, sobriedad y textura oscura (con ironía añadida). Son ramificaciones salidas del mismo centro, más purista según los cánones, aunque alguno y alguna se salga de la rueda sin que eso sea mejor ni peor. Desde lo colectivo individual hasta la soledad más íntima sea en la Luna o al otro extremo de la galaxia, desde retos hasta necesidades, la culpa o responsabilidad, todos estos temas trascendentales, que pronto deberemos afrontar fuera de la ficción, se tratan aquí con criterio.
Sin que la ciencia ficción constituya mi tema predilecto, gracias a estas convocatorias he conseguido entrar a su juego, y lo disfruto, más en tono coloquial que en erudito, con sus versiones breves en vez de esas densas obras primigenias. Ideal para un disfrute ocasional o para el más versado del y en el cosmos.
Bienvenidos a la colonización. Ya esperamos la tercera entrega de la saga.
Pd: tengo ideas terribles… ¿Y si me hiciera astronauta? ¿Cómo es leer y escribir en el espacio exterior?
Román Sanz Mouta
Redactor
2 comentarios
Voy camino de pedir un crédito temporal y vivir en una espiral detenida donde poder leer sin parar. Como siempre, muy buena crítica.
Un desdoble o mitosis dejando una parte nuestra solamente para el solaz de la lectura continua, y bien acompañada por humo y tragos. El máximo placer… Gracias, compañero!