Título: Agrohorror: Cuentos de lo insólito rural
Autor: Varios autores
Editorial: Eolas
Nº de páginas: 180
Género: Relatos
Precio: 17 €
SINOPSIS
Como dijo el gran Max Estrella, «Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento». Si ponemos ese mismo espejo ante el mundo rural lo que en él veremos es el Agrohorror, una distorsión de esa realidad tal y como Valle esperpentiza el mundo urbano madrileño: tirando de exageración y caricatura, enfrentando lo terrible al humor, a lo decadente, a lo soez. En ocasiones, según la mirada particular de cada autor, se enfrenta lo terrible a lo poético o a lo surreal. La atmósfera del Agrohorror no muestra un ruralismo visto desde las alturas del urbanita para retratar con mofa al pueblerino, tampoco implica una idealización del campo. Aquí no hay nostalgia alguna del pueblo, de la vida «natural» y «auténtica», ni una defensa de la España «vaciada». Los pueblos del Agrohorror son cotidianamente reales y se alejan de los espacios paganos y míticos del Folk Horror.
El segundo espejo distorsionante en el que se mira lo rural es el de lo fantástico, que logra una subversión de la realidad con la inclusión del elemento perturbador imposible, combinado muchas veces con lo insólito, lo extraño, lo abyecto, lo absurdo, lo grotesco, lo onírico… El resultado es un mundo rural español reflejado en dos espejos cóncavos que logran añadir monstruo al monstruo y que nos devuelven un reflejo que no puede más que hacernos santiguar o sonreír.
RESEÑA
El campo. El campo y los pueblos. El campo y los pueblos y las gentes que los habitan. Símbolo de lo antiguo, de lo ancestral, de todos aquellos ritos que antes asumíamos como naturales y que ahora, absorbidos por el capitalismo y la tecnificación, nos parecen incomprensibles. La transición es difícil de explicar, pero así es el ser humano, capaz de olvidar sus raíces y despreciar sus orígenes. Por suerte, existe cierta corriente que reivindica la vida «sencilla» en entornos rurales y que nos permite volver a conectar con el mundo rústico. No estoy seguro de que ese sea el propósito de Agrohorror: Cuentos de lo insólito rural, aunque en cierto sentido esta antología se convierte en una feroz crítica a las sociedades modernas.
Ana Martínez Castillo y David Roas son los artífices de este volumen, en el que transitamos por una serie de textos que se caracterizan por un tono muy especial utilizado para que la voz rural explote en toda su crudeza, permitiendo a los autores recrearse en las peculiaridades del lenguaje de pueblo, su entrañable analfabetismo y su cultura de la naturaleza.
Agrohorror se inicia con el maravilloso cuento «Ofrendas» de la propia Ana, y del que aquí ya hablamos en la reseña de Ofrendas. Releído, el relato cobra todavía más entidad, añadiendo un poso más profundo a una historia cargada de perversidad y humor negro en torno a la aparición de un conejo gigante en el patio de una casa. La voz que utiliza la autora es absolutamente irresistible.
Fernando Navarro, muy en boga ahora por la publicación de Crisálida, sorprende con una continuación de «La lotería» de Shirley Jackson, situando la trama en un pueblo español y regalándonos la quintaesencia del agrohorror: el esperpento y lo increíble como algo común y totalmente naturalizado. El tratamiento, que mezcla la investigación a través de distintos puntos de vista con el trasfondo de un mundo rural muy bien dibujado, me parece sublime.
Pilar Adón y Carolina Sarmiento se alejan hasta los aledaños de la temática de la antología con dos cuentos muy distintos. Adón nos regala un texto conciso y algo difuso, cuyo último párrafo resulta memorable en su perfección. Sarmiento, por su parte, recurre a la leyenda y el folclore para reimaginar y actualizar la figura del visitante extraño, en este caso en forma de gato.
En «Mejor un nombre de calle que un busto», María Zaragoza recupera ese tono desenfadado y rural para contar la historia de “las retornadas”, mote de pueblo que define a las mujeres de una familia y cuyo significado, a buen seguro, anticipará el lector. Se trata de uno de esos cuentos con una idea central tan potente que podría desarrollarse en una novela. Muy buen texto.
El «Fantasma» de José Ovejero es un espectro triste, melancólico y taciturno, pero también es impactante en su representación. La historia familiar que el protagonista acarrea en sus paseos nocturnos derrocha calidad literaria y nos recuerda que cada historia puede englobar muchas historias, y que todas son la misma. Es lo primero que leo del autor, y a buen seguro no será lo último.
El flamante finalista del prestigioso Premio Nadal, Miguel Garrido de Vega, no deja de darnos razones para que pensemos que su nombre no pertenece al futuro literario español, sino más bien al presente. Su cuento rezuma una desarmante atención al detalle, y además logra esa hazaña tan difícil de aunar terror y costumbrismo, miedo y cotidianidad reconocible. El imaginario es tan personal y creíble como trasladable a otros medios, y el personaje del Escangallado merece aparecer en más obras futuras. Cuentazo.
Gemma Solsona, que ya dio muestras en Lo que se esconde al final de la escalera de su escuadra y cartabón literarios con los que diseñar terrores, nos sumerge aquí en una pesadilla que aúna «Los chicos del maíz» con otra obra de King que no mencionaré para no destripar nada. Solsona utiliza recursos del folk horror y se los lleva al agrohorror con presteza, pulso y poso. Presentando un protagonista investigador de lo paranormal, Gemma se toma su tiempo para desplegar todo un muestrario de tonos cargados de humor negro, misterio y efectos de una melopea de ratafía.
«Libreta hallada en un bancal» confirma a Eduardo Moreno Alarcón como otro hábil creador de ambientes agrohorríficos. En un cuento que conecta en temperatura con el «Ofrendas» de Ana Martínez Castillo, el autor tira de frases hechas para generar el tono, y a fe que lo borda. Imposible no sonreír, o incluso soltar alguna carcajada, ante la manera de expresarse del narrador. Además, meter al mismísimo Francisco de Quevedo como motor de una historia de miedo es un plus sorprendente. Otro que me ha encantado.
La puntilla la da David Roas con una pieza breve que reinterpreta al clásico narrador testigo de Lovecraft y lo involucra en mitad de un ritual protagonizado por puercos, ninjas y katanas. De nuevo con una voz llena de desparpajo, Roas arrastra consigo ese humor negro tan característico que lo ha convertido en la voz de la ironía y la comedia oscura. Desde aquí loamos a este nuestro gurú.
Recomendable y necesario, Agrohorror: Cuentos de lo insólito rural es una apuesta valiente por reivindicar el cuento español y retorcer sus orígenes para presentar algo novedoso. Si el elenco de autores involucrados ya es más que suficiente para convertir al libro en un imprescindible, la calidad de sus cuentos habla por sí sola. Larga vida al agrohorror.

José Luis Pascual
Administrador
1 comentar
No tiene mala pinta. Reconozco que no es santo de devoción, pero la reseña abre boca.