2001, UNA ODISEA DEL ESPACIO (Stanley Kubrick, 1968)

por José Luis Pascual

Era yo un cándido preadolescente que apenas empezaba la época de instituto cuando se produjo uno de esos hechos en aparencia intrascendentes pero que terminan moldeando irremediablemente tu criterio a la hora de enfrentarte a la creación, en cualquiera de sus vertientes, de otra persona. Un familiar con el que apenas teníamos contacto, mi tío Juanma, vino a pasar unos días a casa. Poco recuerdo tengo de aquellos días salvo que una noche mi tío nos propuso ver una película. No recuerdo si la emitían por televisión o si la alquilamos en el videoclub (¿os acordáis de ellos?), pero prefiero pensar que mi tío llevaba la cinta de VHS con él. En fin, sea como fuere, nos dispusimos a ver 2001, una odisea del espacio. Cuando terminó, bueno…lo reconozco, no me enteré de nada. Las pocas explicaciones que aportó mi tío, lejos de aclararme algo terminaron por crear más confusión. Y es que, aparte del propio cripticismo de la obra, supongo que yo era demasiado joven como para entender lo que la película planteaba. Sin embargo, visto en retrospectiva, mi edad era la perfecta para el gran e inesperado impacto que me iba a provocar esa película del espacio que no se parecía a ninguna otra que hubiera visto. En los días posteriores a su visionado, las imágenes del filme volvían una y otra vez a mi mente en una especie de delirante obsesión por encontrarles un significado coherente. Y puedo contar con los dedos de una mano, y me sobrarían dedos, las películas que han tenido tal efecto en mí. 

Necesitaba visualizar el dibujo completo de ese intrigante puzzle, y la providencia me iba a ayudar. Por aquel entonces, se emitía de madrugada el mítico programa de radio Polvo de estrellas, conducido por el singularmente genial crítico de cine Carlos Pumares. Una noche, el programa estuvo dedicado en su totalidad a destripar “2001” y a explicarla paso por paso, lo cual me brindó una imagen mucho más amplia de la obra y, de alguna manera, confirmó que mi instinto iba por buen camino. ¡Mil gracias, señor Pumares!
Poco después, vendría la novela de Arthur C. Clarke que completaba el rompecabezas, y el resto es historia. Con las cosas más claras, los posteriores visionados de la película cobraron más sentido a la vez que aumentaba mi fascinación por tener una obra tan especial como referente absoluto.

Y bien, ¿qué es “2001, una odisea del espacio”?

Lo primero que podemos decir es que “2001” es una película que abarca la historia de la humanidad desde sus inicios hasta un futuro desconocido, estando su estructura conformada por tres segmentos bien diferenciados que voy a explicar a grandes rasgos. En el primero, titulado “El amanecer del hombre”, Stanley Kubrick nos propone una idea tan arriesgada como sugerente: que el salto evolutivo que nos hizo pasar de simios a humanos vino dado por un elemento externo que es representado por la figura de un misterioso y solemne monolito negro. Tras la formidable “mayor elipsis de la historia del cine” comienza el segundo episodio, dividido a su vez en dos partes y situado en el año 2001. Se ha descubierto un monolito negro enterrado bajo la superficie lunar, y al tener contacto con él se activa una señal dirigida hacia Júpiter. Allí se dirigirá la nave Discovery controlada por el superordenador H.A.L. 9000 y al llegar se descubrirá otro monolito negro orbitando el planeta gigante. El tercer y último segmento, y sin duda el que más controversia causa, es el psicodélico viaje del astronauta David Bowman hacia un destino desconocido y que tendrá un final sorprendente.

Ante todo, “2001, una odisea del espacio” es una obra visual que apunta directamente a nuestro subconsciente. El propio Kubrick dijo en más de una ocasión que su deseo era hacer un filme abstracto e intencionadamente ambigüo, y a fe que lo consiguió. El director no permitió que la novela de Clarke se publicara antes del estreno de la película. Esto, sumado a la decisión a ultimísima hora de descartar del montaje final un prólogo de 10 minutos con entrevistas a prestigiosos científicos, ya nos da idea de que Kubrick no tenía en mente darle al público ningún tipo de explicación sobre lo que iba a ver. La gran economía de lenguaje hablado en la película, y su poca trascendencia cuando lo hay, consiguen que el espectador no se vea influenciado por ningún mensaje verbalizado. Así, la libertad a la hora de interpretar las imágenes es total. De hecho, los mensajes más directos nos vienen dados por detalles subliminales de algunas imágenes y algunas músicas. Si alguna vez se hizo una película para ser analizada de forma meramente subjetiva, es ésta.

Pese a la intención de Kubrick de realizar una obra eminentemente abstracta y subjetiva, hay múltiples ideas que sobrevuelan la película y un puñado de mensajes principales que cualquiera puede apreciar. “2001” habla sobre todo del ser humano moderno, de su cada vez más acusada soledad, de la falta de empatía y valores en la sociedad. Si estamos atentos, nos daremos cuenta de que los seres humanos que aparecen en la película son demasiado fríos, demasiado distantes unos de otros y parecen casi incapaces de tener contacto físico. Es obvia la semejanza que se establece entre los hombres en la luna ante el monolito y el grupo de simios que vemos al inicio del filme, y notamos que el comportamiento de ambos es casi idéntico.
También se nos plantea un debate sobre los límites de la inteligencia artificial, debate que hoy en día está más vigente que nunca. La visión subjetiva a través del ojo de HAL siempre está distorsionada, con lo que intuímos su locura o trastorno. Pese a ello, el comportamiento del ordenador parece mucho más humano que el de los propios astronautas. Nuevamente, tenemos ahí la ambigüedad de la película.
Estos son sólo algunos ejemplos de los temas que toca “2001”. No es mi intención hacer un ensayo sobre cada concepto, pero mucho se podría discutir sobre el significado del monolito o sobre el desenlace de la película en la “habitación de hotel”. Agradaceré cualquier comentario al respecto.

Para conseguir trasladar al celuloide todo lo que Kubrick y Clarke imaginaron, el director necesitaba unos recursos técnicos inéditos hasta la fecha. La película también resultó revolucionaria en el apartado de efectos especiales, creando una imaginería visual tan perfecta y realista como no se había visto hasta entonces. Kubrick se asesoró con infinidad de científicos para lograr unos decorados, vestuarios y artefactos muy cercanos a la realidad, consiguiendo anticipar muchos elementos que se desarrollarían años más tarde. Nombres como Wally Veevers, Tom Howard o, sobre todo, Douglas Trumbull fueron los grandes responsables de unos efectos especiales tan impresionantes como innovadores, aunque siempre estuvieron bajo la estrechísima supervisión de un Kubrick que a menudo desechaba efectos que habían llevado semanas de arduo trabajo para cambiarlos empezando de cero. La enorme implicación del director, o bien su afán de controlar cada aspecto de sus proyectos queda patente en detalles poco conocidos como que fue el propio Kubrick el que cogió la cámara para rodar la famosa elipsis del hueso, o el descenso de los astronautas por la rampa hacia el monolito (uno de mis momentos preferidos, por cierto).
Llamativo es el caso de la gigantesca centrifugadora que se construyó para recrear la parte más importante de la nave Discovery. Este artefacto de 12 metros de diámetro costó un buen pellizco del presupuesto del filme, pero en cambio ofreció unos resultados increíbles en pantalla que podemos disfrutar en la secuencia en que el astronauta Frank Poole hace ejercicio recorriendo toda esta enorme rueda.
Naves espaciales en las que vemos actividad en cada una de sus ventanas, estaciones espaciales con naves acercándose, astronautas en paseos espaciales, un viaje psicodélico y multicolor a través del infinito…para cada uno de estos efectos visuales los técnicos tuvieron que tirar de imaginación y rodar de maneras poco ortodoxas e inéditas, llegando incluso a inventar un nuevo modelo de cámara. A este respecto, recomiendo el libro “2001 la odisea continúa” del periodista Raúl Alda, que aparte de analizar la película desde múltiples ópticas, profundiza en cómo se filmó y hace hincapié en todas las innovaciones técnicas que salieron del rodaje.
Por supuesto, no nos podemos olvidar del diseño artístico y del maquillaje, muy bien representado en el segmento inicial con el grupo de simios formado por actores perfectamente caracterizados, aunque hay un par de monos (los más pequeños) que son reales.

Filosofía, simbolismo, religión, metafísica…pocas veces una obra de ciencia ficción ha aglutinado tantas disciplinas dentro de un concepto tan ambigüo y abierto como el que propone “2001”. Sin embargo, más allá de la interpretación que cada uno pueda darle, la película puede disfrutarse como una experiencia sensorial única. Esto queda patente con la especial utilización que hace Kubrick de la músicas. El filme da comienzo con la majestuosidad del poema sinfónico Así habló Zarathustra de Richard Strauss, cuyas atronadoras notas ya nos dan esa sensación reverencial que impregna gran parte de la película. Esta pieza sonará varias veces durante el metraje, sirviendo para señalar los momentos más relevantes o transformadores. Igualmente inolvidable es la secuencia del “ballet cósmico” donde, al compás de El Danubio Azul de Johann Strauss, las naves espaciales ejecutan una coreografía que supone un alucinante despliegue de efectos visuales.
Varias piezas de György Ligeti suenan con un propósito claro: remarcar el encuentro con lo incomprensible. Estas músicas casi fantasmagóricas realzan los momentos en que el ser humano (ya sea hombre o simio) se topa de bruces con ese elemento extraño que se presenta en forma de monolito o de viaje hacia lo imposible. Son músicas que sobrecogen y provocan desasosiego en el oyente, y en conjunción con las imágenes de “2001” trasladan la confusión y la inquietud de los personajes al espectador.
Finalmente, el adagio de la suite Ballet Gayane del compositor Aram Khachaturian acompañan a la nave Discovery en su viaje a Júpiter. La melancolía crepuscular que sugieren estas notas dotan a la travesía de la Discovery y a sus tripulantes de un aire triste y nostálgico, y al mismo tiempo acentúan la soledad de los astronautas.
Aunque la idea inicial de Stanley Kubrick era utilizar músicas clásicas o contemporáneas ya existentes, decidió contratar al compositor Alex North para que creara una banda sonora original. North, pese a sus problemas físicos, realizó un trabajo encomiable en muy poco tiempo sólo para descubrir en el estreno de la película que su composición no sonaba en ningún momento. En mi opinión, Kubrick acierta en su elección, aunque desde luego la obra de North es digna de escucharse. En 1993, el célebre compositor de bandas sonoras Jerry Goldsmith decidió grabar las piezas de Alex North para darlas a conocer. El resultado se comercializó de modo que hoy en día cualquiera puede hacer el experimento de ver las imágenes de “2001” con la música de Alex North, de hecho en internet pueden encontrarse fragmentos editados para comprobar cómo cambia una película cuando cambia su banda sonora.

Del elenco protagonista poco puede decirse dada la poca relevancia de sus trabajos posteriores. Los actores que más minutos tienen en pantalla son Keir Dullea, Gary Lockwood y William Sylvester. Sin duda alguna, “2001” supone el cénit de las carreras de todos ellos, y pese a alcanzar cierta popularidad por la película, ninguno llegó a tener otros papeles reseñables. Se podría decir que sus interpretaciones están marcadas por una falta de expresividad alarmante, impuesta por Kubrick para dibujar a un ser humano carente de sentimientos y cercano a ser una máquina sin alma, justo lo que no parece ser el ordenador HAL9000. En ese sentido, los actores cumplen con creces su cometido.

Ya desde su estreno, “2001, una odisea del espacio” generó controversia entre la crítica. Mientras unos la ensalzaban como una gran obra de arte, otros la atacaban furiosamente alegando que es una película vacía de contenido. Esta polémica dura hasta nuestros días, y no hace más que constatar la ambigüedad del filme y su sentido absolutamente subjetivo. Personalmente, siempre me ha sorprendido la fama de “película contra el insomnio” que arrastra “2001”. Entiendo que, en los tiempos que corren, donde todo es vertiginoso y casi no se permiten las pausas, haya gente que encuentre su ritmo excesivamente lento y la historia demasiado abstracta, pero bajo mi modo de verlo esa es una de las mayores virtudes del filme. El que Kubrick dotase a la película de un alto grado de hermetismo donde las explicaciones brillan por su ausencia, en lugar de ahuyentarnos debería estimularnos para escarbar dentro de sus misterios.

Es curioso que desde la primera vez que la ví, hace más de 25 años, no he tenido oportunidad de verla en cine hasta este 2015. Por azares de la vida, la he visto 2 veces en pantalla grande en lo que llevamos de año, y sin duda es una experiencia muy especial ya que “2001” está concebida para verse en una pantalla lo más grande posible. Con la cantidad de ciclos y reestrenos que tenemos últimamente, es posible que dentro de poco vuelva a proyectarse en algún cine. Si se da el caso, os recomiendo encarecidamente que aprovechéis la circunstancia. Porque “2001” es una obra diferente, misteriosa, fascinante y rompedora que, para bien o para mal, no os dejará indiferentes. Acercáos a ella sin miedo y, sobre todo, con la mente abierta. ¿Quién sabe? Al fin y al cabo, tal vez descubráis los secretos que se esconden dentro del monolito.

Mi nota: 10

2 comentarios

Unknown agosto 17, 2015 - 11:49 pm

La película Interestellar, me parece que es un peli la cual ayuda a entender un poco más a 2001.

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José Luis Pascual agosto 18, 2015 - 7:34 am

En mi crítica sobre Interstellar (http://dentrodelmonolito.blogspot.com.es/2014/11/interstellar-christopher-nolan-2014.html) di mis razones por las que no coincido contigo. Pero muchas gracias por comentar, un saludo!

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