Título: Naturaleza muerta
Autor: Emilio Bueso
Editorial: Ediciones B
Nº páginas: 400
Género: Suspense y terror estructural
Precio: 20,81 €
SINOPSIS
Para Claudia, ingeniera agrónoma de cuarenta y tantos años, el divorcio fue el primer paso hacia una nueva vida. El segundo ha sido mudarse a una aislada casa en la ladera de un pantano valenciano. Allí solo pretende vivir tranquilamente: olvidarse del mundo, trabajar lo mínimo posible, cuidar el huerto y dejar, por fin, la larga lista de fármacos a los que la han abocado el matrimonio y la fibromialgia.
Es un plan sin fisuras… Pero a medida que pasan los días y se le acaban las pastillas, mientras conoce a los extraños vecinos y los gatos vigilan el pantano, le sobrevienen unas pesadillas perturbadoras. Algo raro ocurre por las noches, cuando se levanta la niebla y empiezan a bailar, como si fuera un ritual sobre el agua, las luciérnagas y los fuegos fatuos. Y es que las luces más preciosas pueden esconder los orígenes más oscuros.
RITUAL
Para empezar, los libros de Emilio Bueso se leen del tirón, con ansia, con anhelo. Y es que el cabrón (con perdón) escribe bien, es lo que hay. A partir de esta reflexión, vamos a desguazar la novela. Una novela de primera persona claustrofóbica.
Acompañamos a Claudia en su éxodo, algo cada vez más habitual, de la ciudad al campo, huyendo de sus propios dolores y traumas, de todo un pasado que no ha hecho nada bueno por ella. De un mundo de falsa civilización del que merece la pena escapar. Para caer en el otro extremo, un pantano, lleno de extraños personajes y personajas que se reparten en sus fincas, lejos y cerca unas de otros. En resumen, elegida soledad. Claudia, a la vez que deja las drogas recetadas, rehabilita su cuerpo y mente trabajando en el rudo campo, compartiendo delirios con Mara, su primera mejor amiga, acumulando rumores desde la radio comunitaria donde todo se suelta, o en las reuniones de vecinos que van de lo alcohólico a lo intempestivo. Con una némesis en el horizonte, el personaje de Serguéi, ruso, con su parlamento seudo religioso que ha convertido a una pequeña caterva de acólitos en ese pantano. Cuasi dos bandos, los creyentes y sus peculiares actividades, y los no creyentes, que trabajan el campo, viven y dejan vivir. El Gusano ya se intuye…
Todo ello se va tornando oscuro, las pesadillas, las visiones, los ecos del pantano (sobre todo en la perturbadora noche, con sus luces y tinieblas, con lo que repta y nada y se desliza informe), esos designios que apuntan a que algo pasa, o sucederá, a que algo grande viene o está cambiando. Serguéi lo proclama a voz en grito de cuatro vientos. Aquí pasamos de la presentación de entorno y secundarios a la misma trama, que se acelera en su parte final, con un clímax sorprendente, absoluto, patidifúsico. Lovecraftiano.
Por partes, como diría Jack:
La novela, la trama, es inevitable, lineal. Tiene ritmo, buena prosa, cadencia y sonoridad, capítulos breves que aceleran su deguste. Un argumento que es el todo, que es la llave para abrir la puerta de la solución final, la implosiva explosión del fin de los mundos, del advenimiento. O quizá todo estuviere en la locura de Claudia, quien navega a la deriva. Es una posibilidad que ella, en mentirosa primera persona narrativa, pueda inventarlo, imaginarlo bajo influjos. Quién sabe. Solo el lector o la lectora se convertirá en dueño y dueña de su propia verdad sobre el manuscrito.
La protagonista, Claudia, es un recurso de la historia para contarse a sí misma, con fuerza y personalidad. Pero recurso. Con su pretérito de enfermedad, de rastro lesivo por las experiencias sufridas, con ansia de cambio, de escapar de la urbe para empezar de nuevo en tabula rasa, sin que nadie la conozca, sin que nadie espere nada de ella. Estereotipo parcial de un personaje disfuncional y a la vez independiente. Y funciona, porque la conocemos a través de ella, si nos fiamos de lo que cuenta. Complicidad. Se logra. Me ha convencido, porque anhelaba el final que la aguarda. Voluntariosa, inestable, determinada a no permitir que la vida le vuelva a pasar por encima, a volver a vivir, quizá sentir.
Cabe también preguntarse a cuántos de los secundarios y momentos o episodios podrías extirpar sin que la historia se modificase en forma y fondo pero sí en extensión; herramientas, piezas del engranaje de la trama. Pero, de nuevo, funciona (y me encanta el gato Bajun, quien llama a las cosas por su nombre y por otros, y que reconoce a Claudia, quizá el único).
Eso sí, la atmósfera, la claustrofobia ambiental y personal, los secretos (atención al antiguo dueño de la casa de Claudia y lo que allí oculta), ese pantano… Subyuga, subyugan. La progresión de una desconocida amenaza. Utilizando un compendio de mitos y leyendas traídas desde varias culturas y ficciones que suma y a la vez no centran el tiro (pero que, una vez más, funcionan en su incoherencia). Y determinadas visiones construidas de párrafo que afectan a la percepción y te arrastran a su nefasto juego de lo improbable e inevitable, con aroma a Lovecraft, siempre, marca de la casa. Atenta a las pistas que se van diseminando a lo largo del relato, cuantas más consigas, mejor disfrutarás el desenlace, un tejido completo. El cuadro en toda su perspectiva.
Ese desenlace queda claro, diáfano, terrible, inevitable una vez más, escrito de antemano por la pluma del Gusano, quien estaba aquí antes que todos nosotros y nosotras; que tú y que yo. Que va a volver pronto para reclamar lo que es suyo. Quien permanecerá cuando solo devenguemos en polvo.
Como resumen, nueva novela de Emilio Bueso en su retorno al terror, lugar feliz. Sin llegar a las cotas de obras anteriores (sobre todo en su oscuridad latente, miedo intrínseco o complejidad arquitectónico-literaria, no entraré en comparaciones), el resultado es más ligero, fresco, actual, no carente de secuencias de horror pesadillesco, muy visual (incluso sensual), y conservando gran parte del estilo que lo hace reconocible en el género. Sin duda, una propuesta sugerente, una obra esperada que gustará a la mayor parte de adláteres antaños del autor, y que puede alcanzar a nuevos lectores y lectoras no tan afines al terror debido a su ritmo fílmico, a su tono personal, ampliando el espectro de público objetivo. Por mi parte, me he divertido mucho, con ganas de conocer ese final tremebundo y leyendo de continuo. Así que, una vez más, os animo, te animo, a la lectura. Bienvenido de nuevo, señor Bueso.
Pd: me resulta difícil, como lector contumaz de ambos autores, no relacionar las últimas obras de Guillem López con esta de Emilio Bueso, casi hermanadas por provincia, por formas y fondo, por contextos, por esa fatalidad inevitable, aunque de estilo bien diferenciado. Secuenciales en el tiempo apocalíptico, que se continúan y se complementan. Curioso y reseñable. Lo compondría cual trilogía de lectura en el siguiente orden, y quienes haya devorado en trío, quizá estén de acuerdo:
- Lago negro de tus ojos, de Guillem López
- Naturaleza muerta, de Emilio Bueso
- Ardiente sol de la infancia, de Guillem López
Román Sanz Mouta
Redactor
4 comentarios
Estos rituales son reseñas poéticas. Genial.
Gracias, amigo.
La cosa es lo que disfruto leyendo, y transmitirlo con algo diferente. Espero que llegue.
Un abrazo.
La novela promete. Tengo ganas de leerla. Muy buena crítica.
Muchas gracias, Dani. Creo te gustará, con sus pros y contras. Se devora, cual Gusano…