Vince es un viejo huraño con un carácter muy agrio, que vive sólo y en condiciones miserables. Un día, una madre separada con su hijo llegarán para instalarse en la casa de al lado y alterarán la existencia de Vince.
Estamos ante una comedia dramática para el pleno lucimiento de Bill Murray. Más ligera y menos exigente que Flores Rotas (2005), “St. Vincent” funciona mejor de cara a un público más mayoritario. Pese a su componente dramático, es de esas películas que te dejan buen sabor de boca y de las que sales contento del cine. Está claro que no inventa nada y que la historia del viejo gruñón que termina ablándandose (aunque tampoco demasiado) la hemos vista repetida hasta la saciedad, pero ello no impide que funcione a la perfección.
Bill Murray es el alma de este film, bordando el papel de viejo perdedor acabado que repele a la gente, y se hace difícil pensar qué hubiera sido de esta película con otro actor. La química del ya veterano intérprete con el joven Jaeden Lieberher (que lo hace francamente bien a pesar de su edad) nos brinda los mejores momentos de la película.
En el reparto aparecen otros nombres conocidos, como Melissa McCarthy, Naomi Watts, Terrence Howard o Chris O’Dowd (el Roy de The IT Crowd). El director es el desconocido Theodore Melfi.
Pese al aire telefílmico de la cinta, y a la poca novedad de lo que se nos cuenta, el portentoso trabajo de Bill Murray hace que no nos aburramos en ningún momento y que lleguemos a emocionarnos en el tramo final. Están comparando esta película con Mejor Imposible (1997), pero pese a que comparten puntos en común, creo que “St. Vincent” está en un escalafón inferior tanto en pretensiones como en resultado. Sin embargo, sigue siendo muy recomendable.
Por cierto, no os perdáis la impagable secuencia durante los títulos de crédito donde el señor Murray se casca una versión a su manera de “Shelter from the storm” de Bob Dylan.
Mi nota: 6