Ritual Román 168: La luna a través de la ventana

por Román Sanz Mouta

Título: La luna a través de la ventana

Autora: Lorena Escobar

Editorial: Cosecha Negra

Nº páginas: 244

Género: Suspense

Precio: 17,10 € 

SINOPSIS

Sara, tras la pérdida de su hermano y mímesis Ricardo, navega a la deriva en lo personal y como enfermera. Hundida en la miseria de su propia existencia, asiste como testigo al ingreso en el hospital donde trabaja de una desconocida que llega repleta de heridas y sin ningún tipo de identificación: tras un breve encuentro con ella, la vida de Sara se convertirá en una vorágine de obsesiones y sospechas que la involucrarán en el caso sin resolver de ocho mujeres desaparecidas tiempo atrás y donde el pasado, presente y futuro convergen para hacer de su existencia una pesadilla de la que intentará despertar para descubrir la verdad que se esconde tras esa luna que se asoma a través de la ventana.

RITUAL

Para quienes ya conozcan como escritora a Lorena Escobar, sea a través de sus anteriores y bien diferentes novelas, El ilustrador paciente (novela de género negro), y Cuentos de la mar (poemario subyugante y poderoso), sea por sus múltiples cuentos seleccionados por doquiera, no harán falta muchas palabras para convenceros, para convencerte, de leer este nuevo lanzamiento sumergido en su género predilecto, una mezcla de thriller con misterio y suspense además de noir. Pero para el resto de curiosos y curiosas, aquí me lanzo, porque, sepas o no de quién te hablo, si te gustan las buenas lecturas y la literatura de calidad, las historias redondas, este es tu libro.

Sara se presenta como un personaje tan bondadoso como atormentado. Llorando aún la pérdida de su hermano querido, una sombra que sobrevuela toda la novela de importancia capital. De pareja firme y amante que comparte su mismo centro hospitalario. Con algunos viejos amigos. Y fantasmas. Fantasmas a los que despierta esa mujer sin nombre, sin recuerdos, sin identidad, con la que Sara se obsesiona. Que desata la tormenta. A partir de aquí se van uniendo diferentes factores a la vida en espiral descendente, cuasi decadente, de Sara. Las averiguaciones sobre esta peculiar mujer anónima. Sus relaciones bicéfalas. El descubrimiento de verdades soterradas. Su hermano Ricardo y la vida que llevó. Y un inspector que se convierte en estrella pese a sus breves apariciones. No puedo desvelar más del argumento, pues se manufactura con mimo y una planificación maquiavélica de parte a parte para conseguir que tú, tras sus páginas y estela, des vueltas cual peonza, disfrutando de giros, sorpresas y revelaciones hasta su mismísima escena final.

Profundicemos un poco en el cómo. Tenemos una narradora en tercera persona que nos acerca inconmensurablemente a Sara y su psique, incluso haciéndonos dudar sobre lo que es real o solo una fantasía dentro de su cabeza, llena de lagunas y bloqueos, quizá. Puede. Esta narradora hurga con saña en cada uno de los personajes para exprimirlos y sacar lo mejor de su actuación, pero de ello hablaremos un poco más adelante.

Como siempre, la santa tríada que componen:

La trama, un puzle de construcción retorcida, que ha sido depurado hasta no dejar un cabo suelto y tampoco respiro para el espectador que asiste a la novela, que no puede soltarla. Dotada de ese estilo refinado y reconocible de Lorena, una prosa rica que homenajea a la misma literatura, sutil y escandalosa en la arquitectura de frases y párrafos que llenan los ojos, componiendo historias por sí mismos. Eso, y el ritmo ágil, frenético, en descubrimiento continuo, hacen que la progresión de la lectura devenga imparable. Dentro de un tono por momentos onírico, y con mucho más suspense que acción, en parte innecesaria.  

Los protagonistas, secundarios y sus dilemas, excelente perfil de los mismos, cada uno encajando; diciendo o callando (destacan Sara, claro, siempre en fuga hacia delante, e Ismael, al mando del caso y del barco que se hunde). Aparecen cual piezas de un molino, aportando agua cuando la sequía amenaza. Tienen tres dimensiones, realidad latente, diálogos vívidos y, sobre todo, una interacción entre ellos que salta del papel, convertidas sus pulsiones en inmersivas. Rotando a modo de satélites en derredor de Sara, Alpha y Omega.  

La atmósfera consiste en la misma intriga, en el enigma que debemos descifrar y para el que se nos van entregando, o requerimos por cuenta propia, los fragmentos del laberinto hasta salir del mismo, montarlo a modo mueble. No es una novela de ambientación, aunque esta preside las escenas más diferenciales, al igual que durante ese clímax. Y se diferencia, debes diferenciarlo, si puedes, dentro y fuera de la cabeza de Sara, para diluirnos o no en los zarcillos de su locura y delirio, o la firme realidad en la que se aposenta y que acaba por rodearla, acorralarla. Fundirla en vacío.

Además, destaco el desenlace; delicioso. Te preguntas y generas cuestiones, teorías, a la par que devoras el manuscrito. Necesitas saber. Y este final te deja saciado, oasis en desierto. Martini o cerveza fresca en un día de calor. Y lo mejor, además de su espectacularidad, es que funciona; engranajes de un reloj preciso, suave.

En resumen, La luna a través de la ventana supone otra nueva muesca en el cinturón de escritora de Lorena Escobar. Se observa una progresión y el pulido de su estilo para los aficionados que ya se asientan con ella, recreándose con su evolución. Y para quienes la leen por primera vez, se encontrarán en esta obra sobresaliente con un misterio poderoso, pleno de personajes tangibles a los que podríamos conocer y vemos por la calle, a los que entendemos y con los que compartimos alegrías y traumas. Nos seducirá por la historia, por la forma y por el fondo, además de ese tremebundo final.

Seguimos ante la punta del iceberg de una escritora al alza a la que recomiendo seguir encarecidamente, capaz de mutar en cada texto para impulsar y conservar su estilo definido. Bienvenido, bienhallada a su mundo de letras. Pronto se convertirá en tu hogar y tú en lector y lectora habitual.

 

PD: Israel, el detective avejentado y arrugado merece una historia propia o convertirse en personaje recurrente de futuros escritos. Espero que nos reencontremos. Una joya.

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