Hace poco mi compañero en el metal y en las letras Carlos Ruiz Santiago, en este mismo Monolito, publicaba un artículo sobre el cine metalero y pulp de Rob Zombie, con el cual no pude estar más de acuerdo: ¿lo habéis leído? ¿No? Venga, espero.
¿Ya? Bien. The Devil´s Rejects, en España Los Renegados Del Diablo, es una de mis películas predilectas, de esas que no podrían faltar en la memoria USB definitiva, esa que cada cual debe llevar consigo al Infierno para pasar el rato viendo pelis, comiendo nachos y bebiendo cerveza con Satán, ese padre amantísimo de todos los hijos de la noche, Carlos, tú, Rob, yo… Supongo, claro, que ya la habréis visto, ¿no? Venga, espero.
¿Ya? Bien. Como todos vosotros, amigos de lo oculto, enamorados del terror, apasionados del misterio inacabable, ya sabréis, esto de escribir no es más que un juego, como hacer películas, así que no me resisto a empezar y acabar otro párrafo exactamente igual que el anterior: seguro que todos conocéis Planet Terror de Robert Rodríguez (podría haber elegido Death Proof igualmente, la pareja de la mano de Tarantino para Planet Terror, las dos juntas conforman la sesión doble Grindhouse; pero me iba a pasar seis páginas elogiando a ¡KURT RUSSEL!). ¿No? Venga, espero.
¿Ya? Bien. Rob Zombie y Robert Rodriguez, Pulp a lo bestia: ¿imagináis una colaboración entre ambos? Bueno, con Tarantino también, ¿por qué diablos no? Esta peli, Planet Terror, también tiene mucho aire metal, en ciertas partes, otras son blues y rock, pero todas las cosas obedecen al haz, digo a Satán, digo, ya sabéis: a la diversión, de escribir o de hacer películas. Pero no es meramente divertirse, es trabajar, y a veces hacer malabarismos para casar dinero, tiempo y espacio.
Supongo que podríamos tildarlo de cine bizarro, además de pulp. Un cine que, como hemos hablado en otra ocasión refiriéndonos al género de terror en literatura, “no es serio”. Que le den a la seriedad.
Cuando Cervantes, recién publicada ya la segunda parte del Quijote, murió miserablemente tirado en una mierdosa calle de Madrid (que poco importa cómo se llame hoy, claro, para la miseria de que hablo del tullido expresidiario que se buscaba enemigos allá por donde pasaba, lo que pasara después de su muerte con su obra y con su nombre: no importa en absoluto), cuando murió, decía, en 1616, muchos de los señores que antaño eran los encargados de decir qué era y qué no era serio, se tomaban el Quijote como una tontería cualquiera, una broma, una película de serie b, una novela, larga sí, pero pulp. «Jajaja —reían estos señores al tiempo que levantaban los meñiques— el tal Cervantos, o Cervanete, como se llame, carece de mecenas, solo si compran su libro ganará dinero: no es serio». En eso Cervantes y yo nos parecemos: solo si compran mis libros (cosa que nadie hace) ganaré dinero, no tengo mecenas (o editorial), por tanto no soy serio, soy Cervantes, Cervantes es Franky. De hecho se podría poner a Cervantes como patrón de los autores autopublicados. Pero resultó que había más gente, mucha más gente, en el mundo, de lo que creían estos señores, con ganas de leer libros como los señores cultos: el pueblo (llegó la hora de ponerse libertarios, joder). Cervantes vive (o malvive) de su público, de los que compran sus libros: no es una garrapata de la corte o una sanguijuela en la carne de un gotoso noble. Tardó, pero llegó el dinero (él quería dinero y no otra cosa, creo yo, o en todo caso: dinero antes que fama o que otra cosa, porque ya en aquellos días las cosas costaban dinero). Yo también quiero dinero, pero supongo que moriré miserablemente en una calle que nunca llevará mi nombre: no somos serios los cervantes, ni los quijotes, de este mundo. En fin.
Y ahora que nos hemos quitado de encima el rollo de la seriedad en el arte: una sexy chica con una pierna amputada que sustituye con una ametralladora, qué gloria. La escena final de The Devil´s Rejects: es digna de Homero. Es normal que a esa chica, pata metralleta, no le toquen más balas de las que la tocan: los dioses (o autores) están de su parte. Es normal que los renegados se salgan tanto rato con la suya, están de su parte los autores (o dioses), que para eso los crearon, para lo mismo que hacía Bilbo, para llevar a cabo una aventura. Pero son gente de carne y hueso, y sangran, esta es otra cosa que siempre vemos en este tipo de héroe legendario: desde Rambo a Lucas Hood, de Banshee: sangran como tú y como yo, si no, no son de verdad, y no nos va a encandilar la película. A esta idea de “también sangra” a veces los dioses o autores le dan la vuelta, y es el héroe, en su momento de caída (o noche oscura del alma, por ser pedante), el que se da cuenta de que su enemigo sangra, y de que por tanto, puede morir: cito un pasaje de Peregrinos De Kataik, del compañero Carlos antes mencionado:
“La sangre de la bruja manchaba sus puños y su cara. Era roja y salada, como la de cualquiera. La bruja se arrastró, patética e infame, por el suelo”.
Aquí se acabó, claro, la influencia, o buena parte de ella, de la bruja, o del demonio, o de Jason, o del enemigo que sea; si sangra, puede morir.
Tampoco hace falta que sangren mucho, los malos o los buenos, pero nos gusta que así sea: mirad I Spit On Your Grave.
Y ya que estoy desvariando, y ya que hablo de películas imprescindibles: Dellamorte Dellamore. Cuando hablo con alguien sobre cine, y la cosa se pone interesante, pongo un filtro, nombro esta peli y observo la reacción y respuesta de mi interlocutor, para saber si es de los míos o es uno de esos descendientes de los señores serios anti cervantinos. Aquí la conversación o se viene abajo o explota en un éxtasis de referencias a otras tantas películas.
¿Cómo que no la habéis visto? ¿Acaso estáis majaras? Venga. Espero. ¿Ya? Uf, bien.
Pues en estas cosas pensé, el otro día, después de leer el artículo de Carlos. En cosas de calidad, en cosas divertidas, en ARTE, y en señores sesudos y serios con las gargantas abiertas tirados en un callejón, sobre charcos de meados, detrás de cubos de basura. El autor del asesinato es un tipo greñudo y mal encarado, lleva bajo el brazo un libro mío, o de Carlos, y una media sonrisa sicópata que casa con la banda sonora de manera absoluta: Jesus Frankenstein, de Rob Zombie. ¡Hail, All Hail Jesus Frankenstein!
Como engendro final, o apunte, ¿sabéis qué película le hubiera puesto a dirigir, para poner su pericia a prueba, a mi monstruo (el monstruo de Franky Enstein, por supuesto) Rob Robert Tarantino? 2001 Maniacs, por ejemplo. Sí, con Robert Englund, claro.
Fco. Santos Muñoz Rico
Redactor
4 comentarios
Como siempre, disperso y desquiciante artículo que incita a la curiosidad. Sin ser Rob Zombie de mis predilectos, comparto ese gusto por lo Pulp, sea en página o en pantalla.
Además de ver reminiscencias sobre el acalorado debate del otro día. Seremos Cervantes?
Nos loarán postmorten?
Están esperando pacientes a ello?
Quizá finja uno o varios suicidios y sea yo quien pase al estado contemplativo, por saber un poco de futuros, legados y ecos huecos.
Sea por las risas, faltaría.
Grande una vez más, compañero.
Salud!
Seguro que morimos miserablemente como Cervantes, y si alguien se beneficia de nuestro docto empeño literario, será… ¡qué nos importa quién se lleve el gato al agua! Jajaja
¿Cómo puede ser que Dios permita que pasen cosas malas?
Es que si no, no habría diversión, las novelas de Stephen King no existirían, tampoco comoceríamos a Cervantes ni a Quijote, ni siquiera habría churros en el mundo. Todas estas cosas se desprenden de la obra de JJ Benítez, por si quieres investigar, León.