Título: Ring Shout: Nuestro cántico
Autor: P. Djèlí Clark
Editorial: Obscura
Nº de páginas: 208
Género: Fantasía oscura
Precio: 16,90€
¿Os gusta el cine?
A mí, bastante. De hecho, alguna vez incluso doy talleres de algún aspecto del mismo. Recuerdo, concretamente, uno que hice con mi amigo Manuel Castilla sobre los orígenes del cine. Tratamos desde el zootropo y algunos inventos predecesores del cinematógrafo hasta Lo que el viento se llevó, que es la que nosotros entendíamos como la primera gran película, que sentó las bases de lo que es el cine tal y como lo conocemos ahora, completa y absolutamente alejado del teatro y encontrando su propio lugar en el medio.
Fue un taller muy divertido y muy edificante, no obstante, tuvimos un gran problema. Ese problema se llamaba D. W. Griffith. Veréis, cuando se habla de cine, no se puede obviar El nacimiento de una nación. Griffith crea la primera película que empieza a usar de manera ostensible lo que se conoce como el lenguaje cinematográfico, es decir, lo que hace al cine un medio propio. Esto no sería ningún problema si no fuera porque va de cómo los valerosos caballeros del Ku Klux Klan se dedican a salvar jovencitas sureñas de malvados negros. Es un tema muy espinoso que es muy difícil de eludir, y del que solo queda contextualizar.
Y bien, a estas alturas diréis: ¿y por qué diantres me está hablando este tío de todo esto cuando yo he venido aquí a leer una reseña de una novela? Bueno, pues la respuesta es sencilla: quiero que entendáis porque Djèlí Clark usa esta cinta en su novela. Quiero que comprendáis por qué usa el resto de elementos históricos y ficcionales. No es solo por ser representativos de lo racista, sino por la importancia cabal en nuestra cultura, en cómo se han remezclado en nuestra vida y en cosas que tan asumidas tenemos (el cine, por ejemplo, debe gran parte de su existencia a esa cinta) y cómo el autor las critica aun todo (con razón, por supuesto).
Este aprovecha todas esas muestras de racismo que se han aceptado tácitamente para crear una historia de fantasía urbana muy oscura, donde el racismo es la triste estrella de la noche, no como un martillo pilón con el que golpearnos, sino casi como un personaje más, un germen de odio sin sentido representado por unos demonios famélicos y horripilantes. Cómo se representa el racismo en esta obra es quizás lo más interesante de ella, dado que usa todos esos eventos y, a través de un mensaje muy crítico, crea su propio metaverso, lleno de monstruos extradimensionales y horrores lovecraftianos de todo tipo, que se forman a través de todas las falacias y hombres del coco que el hombre blanco ha creado contra la gente de color.
Es cierto que, a veces, la crítica es un tanto burda, o quizás demasiado obvia, pero incluso en esos momentos es de apreciar. Es muy clara la ira con la que se escribe esta obra, el desespero de siglos de trato injusto que nunca parece resolverse del todo y un rencor muy comprensible. De hecho, si se quedase ahí, ni siquiera lo terminaría de ver mal, pero es que Djèlí es mucho más inteligente que eso. En un estudio sobre el odio, usa esta obra para metamorfosear ese rencor y castigo en justicia, e incluso en perdón. La madurez que demuestra este en su desarrollo no solo es enorme, sino que además es bastante sorpresiva dado que parece que va a ir en un tono mucho más simple del que al final acaba llevando. El saber perdonar en vez de sembrar el odio contra los blancos, sin por ello caer en tonos pasteloso que olviden y eviten juzgar el odio y lo terrible que se perpetró, es genial.
En cuanto a la trama, alejándonos ya un tanto del mensaje, es divertida. Nada de ese mensaje funcionaría no fuera por eso. Con una clara inspiración en las novelas pulp, todo sucede rápido y golpea fuerte, con un trío de protagonistas muy carismáticas y con un desarrollo más profundo del que podía esperarse en un principio, en especial de la protagonista. No es redonda en todos los momentos, a veces peca de ir demasiado rápido y echo en falta algunos capítulos de por medio que me dejen recrearme en algunos tramos cuyo drama no termina de explotar. Además, algo más de duración hubiera servido para explorar más de ese universo extraño y onírico tan creativo, a medio camino entre un cómic de Mike Mignola y alguno de los horrores cárnicos de Clive Barker, sin olvidar las constantes referencias al maestro de Providence (que son una muestra de amor y una crítica a sus aspectos menos agradables hecha con mucho atino). Algunos personajes son más simples o tienen menos presencia de la que deberían para la importancia que tienen y hay algunas partes, en especial un segmento alrededor del final que es bastante crucial, que pecan de Deus Ex Machina. No son cosas que arruinen la experiencia, pero son pequeños detalles que evitan que la experiencia sea un diez redondo.
La prosa es rápida, potente y sencilla, sin por eso hacerla fea. Se lee rápido, pero consigue no olvidar el ser literario y bonito, o por lo menos descriptivo. Es muy original con sus premisas y coge cosas que todos ya conocemos y les da la vuelta con mucha habilidad.
No obstante, es cierto que hay un elefante en la habitación del que todavía no hemos hablado, un punto polémico que, en mi opinión, no está del todo bien traído: se trata de la manera de hablar de los personajes. El autor traslada el habla típica de los afroamericanos con sus personajes, es decir, se come sílabas o letras. Podría entenderlo como una medida de caracterización para el diálogo, pero, contado que la novela está vista desde la perspectiva de Maryse (nuestra protagonista), las partes descriptivas también están con esta especie de dialecto, que a ratos se hace difícil de entender. De hecho, los diálogos de Nana Jean son una tortura constante para comprenderlos. Sin embargo, el mayor problema no es a la comprensión, sino a la estética.
No me malinterpretéis, admiro el valor de esta decisión (que, por cierto, está muy bien traducida por la gente de Obscura, que contó con el autor para que validase su traducción) y tiene una razón de ser muy potente que no puedo si no respetar, pero el comerse constantemente sílabas y el usar ese habla coloquial desluce muchísimo la prosa y las imágenes tan potentes que crea. Te acabas acostumbrando a lo largo de la obra, pero la primera vez que la verdad bonita saca una espá en vez de una espada te saca mucho, y supongo que si eres un lector que avanza algo lento, quizás este tipo de detalles no pasen tan desapercibidos.
De nuevo, respeto muchísimo la decisión y el significado tan fuerte que tiene y lo especial que es, pero no me parece más que una decisión pasional que deslustra un conjunto que hubiera sido mucho más fuerte sin eso.
En cualquier caso, se trata de una novela rápida enormemente original y más profunda de lo que me esperaba, que me ha hecho interesarme por temas reales en los que nunca me han dado por profundizar. Además, plantea un universo que, si se hace una segunda parte tal y como se deja sugerir al final de la obra, estaría más que encantado de leer.
No seáis tontos y venid todos, es hora de cazar ku kluxes.
Carlos Ruiz Santiago
Redactor