Introducción
El miedo es subjetivo.
Convendremos todos en la universalidad de tal afirmación, así como estaremos de acuerdo en que cada individuo poseerá una diferente predisposición al miedo dependiendo de su infancia, de sus experiencias vitales, de sus creencias y sus circunstancias. No hay más que visitar la imprescindible serie de artículos El Terror de Daniel Aragonés para darse cuenta de los muchos factores que influirán de manera individualizada en cada persona para generar un miedo particular.
Si bien la ficción ha aprovechado las principales fuentes de temor del ser humano para causarnos inquietud como forma de ocio, es probablemente el cine el mayor explotador del miedo gracias a todos los recursos de los que puede disponer. La conjunción de imagen y sonido es el matrimonio perfecto para asustar, o al menos eso es lo que dirá la gran mayoría (hemos comprobado en estos últimos años que muchos cinéfilos expertos en cine de terror no leen literatura de género), y esto se debe al dominio de los cineastas a la hora de implementar bandas sonoras que guien nuestra ansiedad, golpes de efecto que nos sobresalten o movimientos de cámara que desvelen, en el momento preciso, el mayor de los horrores.
Sin embargo, desde el pequeño altavoz que me proporciona este espacio, nunca me cansaré de defender y reivindicar el mérito del escritor como artífice de atmósferas pesadillescas que logren incluso permanecer en la mente del lector. Conseguir eso con el mero uso de la palabra escrita debería premiarse con un reconocimiento mucho mayor, ¿no creen?
Ahora bien, existe un mundo que se mueve entre ambas aguas: el cómic. El noveno arte no cuenta con la sensorialidad auditiva, pero sí se beneficia de la imagen, aunque esta sea estática. Hoy quiero ofrecer un listado de cómics poco conocidos que, de algún modo, magnifican los elementos de los que disponen para erigirse como obras verdaderamente aterradoras o, al menos, inquietantes. Vamos allá.
House (Josh Simmons)
Allá por 2007, el guionista e ilustrador Josh Simmons publicó House, una novela gráfica muda que nos embarca en un descenso simbólico —y a la vez literal— a la oscuridad. El cómic arranca con tres amigos que peregrinan por parajes abandonados de los Estados Unidos. En un momento dado, se ven obligados a separarse y encarar un enfrentamiento con la desorientación, la culpa y la ausencia de luz.
Aunque House abunda en metáforas y empuja al lector a buscar su propia interpretación, puede disfrutarse simplemente como una potente historia de terror psicológico. El diseño de los personajes, con aire caricaturesco, es paradójicamente perfecto para lo que quiere transmitir Simmons: la sensación de claustrofobia y angustia. Y lo consigue, vaya si lo consigue.
House es una de las obras que más me han sorprendido en los últimos años. Aunque no está publicado en España, al tratarse de un cómic sin texto se podrá disfrutar sin problemas. Para saber más sobre esta novela gráfica, remito a esta reseña más detallada que escribí para la web Cuántica Gráfica.
And then Emily was gone (John Lees, Iain Laurie)
Los escoceses John Lees e Iain Laurie deberían ser reconocidos como creadores de uno de los títulos más espeluznantes de las últimas décadas. And then Emily was gone da una vuelta de tuerca al concepto de folk horror, basando su trama en la investigación de la desaparición de una adolescente en las islas Orkney. Lo que a priori se trata como una desaparición consciente o, quizá, como un secuestro, desemboca en una pesadilla que entronca con el folclore local de las islas.
Lejos de imitar los mil y un thrillers de temática similar, los autores nos colocan desde el inicio en registros extraños, surrealistas y perturbadores. La ambientación nos remite al David Lynch más oscuro, y la utilización del folclore nos regala a uno de los monstruos más terribles que se recuerdan. Esta obra maestra del horror se nutre de un guion redondo y de unos dibujos increíbles. Iain Laurie deforma la realidad en sus viñetas de un modo poco habitual, resultando en un impacto continuo.
Parece incomprensible que un cómic de esta calaña no haya sido publicado en nuestro país. Si lo encontráis por ahí, no dudéis en haceros con él.
Más información: Reseña de And then Emily was gone
Slasher (Charles Forsman)
La apatía conecta a Christine con Joshua. Los dos jóvenes inician una relación virtual, alimentada por la pasión hacia los cuchillos que ambos comparten. Joshua le sirve a Christine como escape de su triste existencia, en la que se ve obligada a cuidar de su madre enferma mientras, en el trabajo, es acosada por su jefe.
Slasher golpea como ningún otro cómic. Charles Forsman, que pegó el pelotazo con The end of the fucking world, nos entrega aquí un sucio viaje a la mente perturbada de un psicópata. La frialdad del tratamiento, así como el retrato distorsionado de la realidad, son los fuertes de una obra que se queda con el lector mucho después de pasar la última página. De nuevo encontramos un guion perfecto y un estilo de dibujo en el que contrasta su colorido con la turbiedad de lo mostrado.
Forsman es aún un autor a descubrir, tanto que sigue moviéndose en los márgenes y sacando adelante proyectos a través de plataformas de crowdfunding.
Más información: Reseña de Slasher
Febrero para galgos (Peter Jojaio)
Peter Jojaio, seudónimo de Pedro José Gil Velasco, publicó de tapadillo Febrero para galgos en 2016. Probablemente no hayais oido hablar ni del autor ni de la obra, pero eso no impide que estemos ante el tebeo más perturbador de toda la lista, y aquel que, probablemente, consigue el ansiado efecto de meterle el miedo en el cuerpo al lector.
Febrero para galgos cuenta, a su manera, la amistad que se establece entre dos niños. Lejos de las imágenes bucólicas de la infancia, la obra explora el abuso, la psicopatía, el abandono y, sobre todo, la atracción de la violencia. Que a nadie le engañe el colorido de las viñetas ni el diseño caricaturesco de los personajes, Jojaio nos sumerge en pozos muy muy turbios que remiten a nombres como Haneke o Lanthimos. y logra, con los recursos del cómic, acercarse al escalofrío bajo sus propias reglas.
Ojalá algún día este título obtenga el reconocimiento que merece, pues estamos ante una obra maestra sin concesiones.
Más información: Reseña de Febrero para galgos
Ultrasound (Conor Stechschulte)
Desarrollada a lo largo de diez años, la historia de Ultrasound nos presenta una trama difusa que comienza con el pinchazo de un hombre que conduce a través del bosque en una noche lluviosa. Por suerte, encuentra una casa cercana en la que encuentra ayuda y algo más, algo que cambiará su vida.
Conor Stechschulte, autor de la turbia y muy recomendable novela gráfica The Amateurs, nos regala aquí el trabajo de media vida, un proyecto que mezcla el terror surrealista y psicológico con la ciencia ficción especulativa. El resultado, gracias a los recursos novedosos que utiliza el autor, es una obra fascinante que se adentra en aspectos poco vistos hasta ahora en el cómic. Estamos ante un título que apunta a lo sensorial y lo experimental, pero que no por ello descuida un guion cerrado al milímetro (aunque al acabar, el lector puede verse inmerso en una maraña de posibilidades).
Novela gráfica extraña, hipnótica, arriesgada y poco convencional, que ofrece momentos de turbiedad psíquica y conflicto moral. Podríamos definirla como la Mullholland Drive del cómic. Es la obra más reciente de esta lista y la más fácil de encontrar.
Más información: Reseña de Ultrasound
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José Luis Pascual
Administrador