¿Qué relación puede existir entre una de las películas más gamberras del cine ochentero y uno de los autores más solemnes del siglo XX?
Bueno, si te estás preguntando esto, paciente lector, este artículo puede resultarte interesante. Porque a fin de cuentas solo es una breve reflexión sobre qué hace que una historia funcione.
Cazafantasmas se estrenó allá por 1984, una gamberrada que había tenido sus problemas de guion, sus más y sus menos para cerrar el reparto, y un rodaje lleno de bromas entre los actores, improvisaciones, los desafíos propios de unos efectos especiales muy complicados para la época y otros elementos que podrían llenar de anécdotas estas páginas. Pero no es mi objetivo.
Mi idea es establecer una breve comparación entre los elementos comunes a la obra de Lovecraft y la comedia paranormal más exitosa de la historia.
Porque los buenos relatos pueden funcionar muy bien en diferentes tonos, gracias a ciertos elementos que paso a mencionar.
En primer lugar, el encuentro del protagonista con la verdad. En los relatos lovecraftianos suele haber un fuerte elemento de catarsis, cuando de forma más o menos brusca, el personaje descubre la realidad del mundo, enfrentándose al horror. Un hilo conductor que nos lleva de la mano para que, como lectores, choquemos de frente con lo monstruoso, con lo increíble. En la película seguiremos ese hilo de la mano del doctor Venkman, psicólogo y parapsicólogo bastante gamberro y escéptico, al que vemos en un primer momento aprovechando sus estudios para ligar con las estudiantes de la universidad. Al igual que muchos personajes de los Mitos, Venkman tiene un conocimiento intelectual tangencial de lo esotérico, y muy poca fe en su realidad. Tras el primer encuentro con un espíritu en la biblioteca, asumirá la existencia de otro mundo con desparpajo y naturalidad, algo que no suele ocurrir en los Mitos, pero es más adecuado al tono cómico de la película.
No podemos dejar de destacar el papel de los libros de referencia en ambos mundos. Siendo lectores de esta página, poco puedo contaros sobre el Necronomicón y otros tantos volúmenes canónicos que diversos autores han aportado a la mitología lovecraftiana. Pecaré de atrevido incluyendo en la lista, siquiera a efectos del presente artículo, La Guía Tobin de Espíritus. Este libro, mencionado en la primera película y constante en las secuelas, videojuegos y demás derivados de Cazafantasmas, sería una recopilación y clasificación de los distintos tipos de entes paranormales. John Horace Tobin, su misterioso autor, habría viajado por todo el mundo desde 1899 hasta 1920, recogiendo información sobre las distintas tradiciones paranormales, entrevistándose con médiums, magos y brujas, clasificando apariciones y ectoplasmas… para finalizar su trabajo en Estados Unidos, en el año 1920, momento en que se publica la Guía y en que, misteriosamente, perdemos su pista. Así pues, ya tenemos un libro de referencia que cumple todas las condiciones de lo esotérico.
Este libro nos llevará al siguiente punto común entre Lovecraft y los Cazafantasmas, la arquitectura irracional.
Cuando Dana Barrett se enfrenta a una manifestación paranormal en su cocina (empezando dentro de su frigorífico) decide consultar a los Cazafantasmas, aunque no tenga demasiada fe en ellos. Los dos miembros “serios” del trío recurren a la Guía Tobin para informarse sobre la historia del edificio, descubriendo que su arquitecto es el misterioso Ivo Shandor. Los materiales empleados en su construcción y el desarrollo del proyecto nos hablan de esas geometrías no euclidianas, esas arquitecturas de imposibles dimensiones, ángulos obscenos y materiales desconocidos tan del gusto de Lovecraft, llegando a denominar el edificio como “la torre de control de Fantasmalandia”, ya que el objetivo final con el que fue construido es invocar entes preternaturales muy concretos. Al igual que R`yleh, el inmueble solo espera el momento adecuado para despertar el mal que alberga.
La escena en que Stantz y Spengler revelan esta terrible verdad a sus compañeros Winston y Venkman es todo un homenaje al cine carcelario; la conversación se produce en una celda abarrotada, en la que los delincuentes se arraciman en torno al plano del edificio mientras nuestros protagonistas hablan, como si todos fueran a participar en algún loco plan de fuga. Solo uno de tantos guiños que podemos encontrar en la película.
Pero, volviendo a lo que nos interesa, llega el momento culminante de la invocación; los espíritus atrapados por nuestros protagonistas son liberados por la negligencia de las autoridades, y las dos víctimas humanas —Dana Barrett y su vecino— son poseídas por las bestias de Gozer el Gozeriano, semidios de origen sumerio o presumerio que atravesará las dimensiones para, por supuesto, destruir nuestro mundo.
No es necesario remarcar el parecido de esta idea con la obra de Lovecraft.
Por supuesto, Gozer no es una criatura de los Mitos ni muestra los rasgos clásicos de estas, pero la estructura general del personaje, sus rasgos básicos, se corresponden a la perfección. Un ser adorado por cultos prehistóricos, olvidado y encerrado en la actualidad, que depende para volver de ciertos condicionantes y que es capaz de influir en la mente de los humanos. Esta influencia empieza con las visiones de Dana, se fortalece al transformarla, a ella y a Louis, en bestias y se manifiesta por completo cuando los Cazafantasmas suben a la azotea del extraño edificio y encaran al semidios.
Gozer les reta a “elegir la forma del Viajante”, es decir, escogerá al ser en el que alguno de ellos piense como contenedor de su poder para destruirles. Como no puede ser de otra manera, la encarnación tendrá su carácter cómico y la forma elegida será la mascota de unos dulces, conocidos como nubes, malvaviscos o jamones, y que en la película mencionan por su nombre comercial de “marshmallow”. En la escena en que Dana deja la compra en su cocina y tiene la primera visión en el interior de su nevera podemos ver sobre la encimera una bolsa de estos dulces que ella ha comprado.
El muñeco, alto como un edificio, empezará a destruir la ciudad y atacará a los Cazafantasmas, que buscarán una solución desesperada para vencerlo. Dejando aparte la jocosa sugerencia de Venkman —«Es un marinero de permiso, si encontramos alguien que se lo tire, problema resuelto»—, queda la mezcla de magia y ciencia que hemos visto en relatos como El color que cayó del cielo o los referidos a portales interdimensionales, por ejemplo aquellos en que hablamos de Nyarlahotep o los perros de Tíndalos. Los conceptos científicos, aplicados a lo sobrenatural, reforzando la idea de que el mal no viene de la magia sino de un conocimiento con sus propias reglas y razones, ininteligible para los humanos no por ser esotérico sino por romper nuestros paradigmas, por ser superior a nuestra capacidad.
Nuestros protagonistas utilizan la ciencia para capturar y retener a los entes espectrales. Una mochila que genera rayos de protones y los dispara a través de un pequeño cañón manual, para ser exactos. En momentos anteriores de la película, Spengler ha advertido a sus compañeros de lo peligroso que es cruzar varios de esos rayos. Podría provocar una reacción nuclear inimaginable. Sin embargo, enfrentados al poder de Gozer, los Cazafantasmas deciden arriesgarlo todo. El cruce de los rayos puede cerrar el portal dimensional. Un vago concepto científico, no demasiado claro, similar a la reacción entre materia y antimateria. Por supuesto, tras una espectacular y cinematográfica reacción, el desesperado plan funciona y Gozer es enviado de vuelta a “la más conveniente y cercana dimensión paralela” como dice uno de los personajes.
Así pues, y en resumen, Cazafantasmas nos ofrece la catarsis del personaje enfrentado a lo sobrenatural, la investigación a través de libros canónicos, la aparición de un mal protohistórico e interdimensional y el enfrentamiento a través de un nuevo paradigma de ciencia desconocida. No pretenderé, paciente lector, que a partir de este artículo incluyamos en los Mitos esta carcajeante comedia, pero estoy tentado a ello. Un poco.
Y por supuesto, estoy obligado a recomendarte que veas, o vuelvas a ver, Cazafantasmas con, si he hecho bien mi trabajo, un nuevo punto de vista.
J. D. Martín
Redactor, Forjador
1 comentar
Puede que Spengler sea el más Lovecraftiano, sin interés por las mujeres ni el sexo y sí mucho por el conocimiento oculto.
Lovecraft es un pilar del templo del terror, no es de extrañar que pasen estas cosas, jejeje.
Excelente artículo!