Ha sido una lectura rápida la de Muro fantasma. La brevedad de la novela, unida a la tibia recepción entre los miembros del Club van a convertir esta edición en una de las menos exitosas a nivel de crítica. Ahora bien, el debate suscitado por la obra pasa directamente a nuestro top de debates, por lo que recomendamos que nadie se lo pierda.
Como es habitual, os dejo con mi reseña, a la que siguen un par de opiniones de miembros del Club (ojo a la de Bernard, que sirve como perfecto contrapunto a mi reseña). Al final, incluimos el vídeo del debate que le dedicamos a la obra, que como siempre viene acompañado de una fantástica sección de recomendaciones. Espero que os guste.
«Bienvenido, apreciado visitante. Durante las próximas horas va a ser usted testigo de una realidad muy diferente a la que vivimos en la sociedad moderna. Olvídese de las notificaciones de su dispositivo móvil, libere su mente de preocupaciones banales y preste atención a lo que le vamos a enseñar. Va usted a presenciar la auténtica forma de vida de nuestros antepasados, aquellos que moraron en el norte de Inglaterra durante la Edad del Hierro. Le haremos partícipe de un modo de vida basado en la naturaleza y la supervivencia. La caza y recolección de alimentos será su único sustento, y deberá aprender a trabajar con sus propias manos con herramientas que usted mismo ha de construir. Vivirá usted en comunidad, y las relaciones personales… zxxrhsssszzzzzz… serán… ccchhhrrrrxxxxxx… CRASH».
Lo que acaban de leer es la hipotética presentación de un vídeo educativo en un museo de historia y arqueología cualquiera. ¿Que qué tiene que ver esto con Muro fantasma, me preguntan? Muy sencillo: el breve artefacto de Sarah Moss se revela justamente como una de esas presentaciones multimedia que se proyectan en los museos, y que intenta trasladar el modo de vida de una época pasada, en este caso el de una comunidad en plena Edad del Hierro. Como vídeo educativo puede servir, pero habrán comprobado que la presentación se interrumpe cuando comienza a hablar de relaciones entre personas. Esto es porque Muro fantasma fracasa estrepitosamente al intentar crear una trama creíble. Me explicaré a continuación.
La novela tiene una premisa tan curiosa como atrayente. Un grupo de estudiantes de arqueología se traslada durante unos días a los parajes de Northumberland para intentar recrear las condiciones de vida de los que allí moraron en la última etapa de la Prehistoria. Les acompaña un conductor de autobús experto en la época, así como su mujer y su hija Silvie, que es la narradora de la obra.
Cuando se habla de Muro fantasma aparecen por doquier menciones a títulos como El señor de las moscas y a autoras como Margaret Atwood o Shirley Jackson (ojo con esta última, porque cada vez que se utiliza su nombre como referencia me echo a temblar). Más allá de gustos personales, con tales comparaciones uno espera encontrar una obra con tintes de terror psicológico y violento en la que la situación planteada fuera derivando hacia el caos más absoluto. Por desgracia, no es el caso. Sarah Moss se centra en dos aspectos fundamentales: la descripción de las labores diarias del grupo emulando a los antiguos britanos, y el constante desprecio y maltrato que el padre de Silvie arroja contra ella.
Como digo, los mimbres no son malos, pero la autora concentra toda la trama en apenas ciento cuarenta páginas (y con generoso tamaño de letra), con lo que cualquier desarrollo se queda en un mero planteamiento que nunca termina de explotar. En la novela pasan pocas cosas, y las más relevantes acaban siendo pasajes muy breves y poco aprovechados, destrozando por el camino todas las expectativas creadas por la sinopsis y por el prólogo. Y ojo con el prólogo, dos páginas totalmente engañosas en las que se nos remite a una mujer siendo sacrificada en la antigüedad, escena que promete desarrollarse posteriormente pero que nunca más vuelve a aparecer. Increíble.
No todo es negativo, ya que Sarah Moss logra crear un personaje muy convincente en Silvie, adolescente de la que la autora extrae con buen pulso una serie de mecanismos mentales muy interesantes, en especial en cuanto a su manera de justificar el comportamiento de su padre. Silvie es una víctima y podemos empatizar con ella sin problemas. Lo malo es que el resto de personajes no acompañan, quedándose con el papel de meros comparsas para que la trama avance (poco). Quiero hacer mención también a las frases finales de cada capítulo, a las que Moss consigue dotar de una fuerte impronta literaria, aunque el resto de prosa es bastante sencilla.
A nivel técnico, la autora ha decidido tirar de un recurso estilístico muy interesante. Todo el texto conforma una mezcolanza entre narración en primera persona y flujo de pensamiento, con grandes bloques de texto en los que los diálogos se integran de manera indirecta. Personalmente, me gustan mucho estos experimentos, pero reconozco que aquí Moss no ha terminado de convencerme. Esto se debe a que, en muchas ocasiones, tuve que pararme a pensar qué personaje estaba hablando (siempre en la mente de la narradora). Los diálogos integrados no tienen la fluidez necesaria en ese sentido, y aunque no es algo que impida seguir la novela, sí que dificulta ligeramente la lectura.
El interés de Muro fantasma radica en lo mucho que el lector esté interesado en la época retratada. Ni el comportamiento de los personajes ni el desenlace están a la altura de lo prometido, dejando al lector con una historia bastante plana y poco aprovechada. Más allá de lecturas políticas y metafóricas acerca del Brexit (algo hay de ello), creo que la novela daba para mucho más, pero su brevedad nos escamotea muchas escenas que planean en la mente del lector. Sobre el tema del personaje maltratador, falta mucho impacto. Por el camino se quedan recursos para que los lectores sintamos de verdad la amenaza y la violencia. Me temo que Sarah Moss no ha leído a Jack Ketchum. Y debería.
Mi recomendación es visitar un museo de verdad antes que leer esta novela.
Los miembros del club hablan:
Muro fantasma nos ha dado uno de los debates más interesantes de lo que llevamos del club de lectura, y creo que ese es precisamente su mérito. No el de activar nuestro pequeño foro de opiniones, sino su capacidad para significar diferentes cosas a diferentes lectores.
Muro fantasma puede ser una obra impenetrable, aburrida, escalofriante o de tesis en función de las expectativas de cada tipo de lector. Obviamente, no es una novela «de terror», de acuerdo con los códigos del género, pero lo que está claro es que es una obra que no deja indiferente.
No creo que nada sea casual en Muro fantasma, al igual que no creo que haya nada casual en la inmensa mayoría de obras artísticas, simplemente porque construirlas cuesta muchos recursos, tiempo y esfuerzo. Pienso, más bien, al contrario: que todo está medido en ella, desde ese flujo de conciencia deliberadamente simple (¿crítica velada a la juventud de su país? Yo creo que sí), hasta las aburridas y repetitivas escenas de búsqueda de alimento (porque así es como son realmente: aburridas), pasando por el arranque, una evocación de un pasado que ya no existe y que se queda en eso, un fantasma imposible de entender del todo, o de resucitar, o de reencarnar, y que por eso nunca vuelve en la novela en un valiente ejercicio autoconsciente.
Bien es cierto que, desde la óptica continental, Muro fantasma es difícilmente comprensible. En ella se tratan varios temas enraizados en la sociedad británica que fuera de sus fronteras no tienen sentido porque no podemos captarlos en toda su amplitud, porque no podemos sentirlos, porque no hemos nacido allí ni hemos sido educados ni influenciados por el debate social, histórico y político de Gran Bretaña. No es que Muro fantasma (2018) anticipe el Brexit (2016), es que el Brexit es una expresión (o consecuencia) de los mismos procesos sociales que Muro fantasma está exponiendo (y criticando). Y estos procesos, desde el continente, nunca los entenderemos del todo.
Lo paradójico es que, sin embargo, estamos más cercanos a entender las motivaciones de un francotirador norteamericano que un profesor universitario inglés, gracias a la avasalladora máquina de propaganda estadounidense.
Para valorar Muro fantasma, debemos (creo) cortar las amarras que nos sujetan a nuestras expectativas respecto a los productos culturales o mediáticos. Porque, si lo pensamos fríamente y alejados de la mediatización, la situación real que plantea la novela es ridícula. Es realmente ridículo hacer el Pedro Picapiedra en un bosque al lado de un supermercado. Es ridículo construir un muro con palos y tres cabezas de animales. Todo eso es muy ridículo. Y no olvidemos que son los ojos de Silvie los que lo juzgan todo, que son unos ojos sofocados y una voz ahogada, cuando no secuestrada, por el fanatismo. Muro fantasma no pretende desasosegar al mostrarnos a este grupo de energúmenos en el monte, sino mostrar lo cutre tal como es y tal como lo percibe la narradora. Nuestra decepción proviene exclusivamente de nuestras expectativas entrenadas con otras obras, de género o no.
Todo esto no la exime de cualquier crítica, por supuesto. Yo he sufrido igual que el resto de los lectores su desarrollo moroso, totalmente intencionado. Precisamente por eso la novela justifica su brevedad.
¿Cuál es el muro fantasma, realmente? ¿El de palos que construyen los hombres? ¿O el muro de Adriano, que separa el imperio romano de los bretones, el norte rural y paleto del sur industrializado y financiero? ¿El muro emocional de la protagonista? ¿El de su padre? ¿El que ha construido su madre para poder soportar todo aquello? ¿El del profesor, en su burbuja académica? ¿El de Molly con el campamento, que se escabulle a la mínima oportunidad al supermercado?
En definitiva, Muro fantasma hace de sí misma el elemento a cuestionar. Y a mí eso me parece muy valiente.
Bernard J. Leman
Sin más que agregar. No lo lean.
Ahora sí, en serio, Muro Fantasma era un libro desconocido para mí como su autora, así que al ser elegido como lectura en el grupo solo podía significar que sería terrorífico y que tendría cierto reconocimiento, así que lo abordé con esas dos referencias. El libro inicia con un gran primer capítulo, tanto en fondo como en forma, y es quizá esto lo que al final marcará mi conclusión. Esta introducción es una declaración de intenciones, que no se cumplirán, pero inmediatamente me llenó de expectativas y de posibles caminos a donde deberé ser transportado por la autora para descifrar su planteamiento.
Lo siguiente son más de cien páginas que no desarrollan lo anterior, que no conducen a nada, que no desarrollan personajes y que se pierden en una narración ingenua de una historia que a nadie le importa, (a Elena si, así que algo debe tener y no supe encontrarlo), pero que a su vez es contada de una manera más que destacable, y eso sí debo valorarlo. El texto está muy bien escrito, ya que los diálogos se diluyen con los recuerdos y nunca sentí confusión. Eso sí, me parece que se enreda un poco más con la geografía y los tiempos de la historia, pero eso ya sería hilar muy fino en un libro tan corto, quizá no era su mayor preocupación en beneficio de la historia, aunque tampoco fue así, ya que todo este desarrollo narrativo y bien escrito se alarga por páginas y páginas y páginas.
Y páginas y páginas, hasta llegar a un final no solo acelerado sino desteñido que ni de cerca alcanza a llenar las expectativas del primer capitulo ni a justificar las más de cien paginas de tedio que leí con la esperanza de llegar a un desenlace explosivo y terrorífico que justificara su lectura o al menos su prestigio. Y no.
Tommy Ramírez A.
A medias. Así me deja esta novela con la que tenía unas expectativas muy altas. Esto quizás sea por la descripción de la propia novela, o quizás por mi propio interés en el tema que aborda: una experiencia entre sociológica y folklórica de vuelta a la Edad de Hierro con todos sus pros y los jugosos contras de esta premisa. En mi opinión, al final no se queda ni tan siquiera en un retrato psicológico, ni en un esbozo de toma de contacto con las tradiciones ancestrales que esta supuesta nueva ola, de sobrevalorada devoción por las tradiciones paleolíticas, pretende poner de moda. Al final, Sarah Moss nos deja más contras que pros con su estilo narrativo, ya que de la expectación pasa al tedio y de ahí a la decepción, dejándonos una obra inconclusa. Sí que es cierto que la novela toca temas muy sensibles, pero de una manera demasiado anecdótica y falta de matices, lo que nos lleva a una resolución que huye de lo que se pretende denunciar. El sometimiento, el maltrato, la crítica a la sociedad actual, el conflicto adolescente… Todo ello se desvanece tras un muro que, más que ser fantasma, es de auténtica piedra.
Sergio Requejo
Estamos ante novela corta con una buena experimentación lingüística a través de los diálogos sin puntuar y el fluir del monólogo interior de la protagonista (Silvie). Este es el punto fuerte del libro, pues a nivel psicológico muestra a Silvie mucho más cercana y permite empatizar con ella bastante bien. Sin embargo, la historia se queda a medias en cuanto a realismo y argumento. Las situaciones y los personajes, narrados desde la perspectiva de una niña de diecisiete años, resultan increíbles y confusos.
No todos los libros tienen que tener una reflexión profunda, denuncia social o una historia cerrada, pero en este caso no se sabe muy bien cuál era el objetivo de la autora, pues hay un poco de todo sin cerrar nada. La conclusión es que se queda en la superficie de una premisa bien planteada pero nadando en descripciones psicológicas de personajes y momentos puntuales con varias incoherencias. Así, el muro fantasma acaba pareciendo una cortina de humo en forma de una oportunidad perdida para ahondar en el material presentado.
Susana Calvo
Vídeoreseña por Daniel Piniella y Risto Mejide.
Con mucho humor y retranca, Daniel Piniella reseña Muro fantasma de Sara Moss. Con la colaboración especial de Risto Mejide.
Daniel Piniella
Para concluir, os dejamos con el debate realizado en directo el pasado 17 de octubre, que contó con la participación de Susana Calvo, Carlos Picazo, Tommy, Elena (de Spanishfear), Jota y un servidor. Esperamos que os guste.
Próxima lectura: El alba subterránea (Sergio Requejo)
José Luis Pascual
Administrador