Cujo (Stephen King)

por José Luis Pascual

Título: Cujo

Autor: Stephen King

Editorial: Penguin Random House

Nº de páginas: 400 (bolsillo)

Género: Terror

Precio: 9,45€

¿Qué es lo que nos lleva a perder la cabeza? La vida nos pone delante, de vez en cuando, momentos trascendentales en los que hemos de pelear por nuestra vida o bien rendirnos ante la evidencia de nuestra cobardía. Hemos de ser consecuentes con nuestras acciones para poder vivir con ellas, ya sea con un remordimiento que no nos abandona o con un satisfactorio sentimiento de liberación. Podría parecer que Stephen King, en su novela de 1981 Cujo, se limite a espetarnos una novela pulp sin mayores pretensiones, pero nada más lejos de la realidad. Es momento de afirmar que el autor de Maine, en realidad, creó esta obra como un auténtico tratado sobre las consecuencias.

 

Consecuencia 1: Dolor.

El dolor se anuncia desde las primeras páginas de la novela. Dolor físico por una mordedura que transmite la rabia a un San Bernardo. Dolor moral por traiciones conyugales o maltrato machista. Dolor en los párpados por mantenerlos cerrados para no ver cómo unos ojos observan desde el fondo de un armario.

La conjunción es tan estimulante como efectiva, y una vez más King demuestra cómo es capaz de introducirse en esos dolores o terrores personales y externos, ofreciendo un relato de personajes (por favor, leed a King para aprender cómo se crean) que temen, aman y sienten el dolor. Y no son pocos, ya que oscilamos entre siete u ocho personajes muy distintos entre sí pero al mismo tiempo muy sensibles a ese dolor que, al fin y al cabo, es común. En un alarde de genialidad, el escritor incluso se atreve a usurpar la cabeza del propio Cujo, llevándonos en varios momentos a ver el mundo a través de sus ojos. No es un recurso baladí, ya que el animal se erige aquí como la máxima representación de la siguiente dualidad: es tanto causante como receptor del dolor. ¿Puede ser Cujo un dios que, en su afán por regodearse en la belleza del mundo creado, descubre la imperfección y sufre por ello?

 

Consecuencia 2: Alivio.

Nos vamos al espectro contrario. El alivio siempre es pasajero, pero resulta reconfortante en todas la ocasiones. La novela tiene bocanadas de alivio en las que nos sentimos cómodos, ya sea en un hogar —aunque poco después sea un hogar vandalizado—, en el interior de un coche —aunque está empezando a fallar y es patente que se detendrá en cualquier momento— o en las risas cómplices de una pareja —aunque bajo ellas bucea el engaño—. Son alivios pasajeros, repito, y sabemos que no suelen durar mucho. Pero, de nuevo, King los disemina con buen pulso, haciendo que la obra se mueva entre picos de alta tensión y valles casi insustanciales. Si hay un pero en Cujo, son algunos de esos valles que, aunque aportan trasfondo a personajes y justifican algunas acciones, se podían haber evitado o al menos aligerado.

Mención aparte merece el alivio que encontramos en el epílogo de la novela. La tormenta ha pasado, aunque sus consecuencias deberían resultar patentes durante mucho, mucho tiempo. Sin embargo, la novela planta la semilla de la duda al convertir esas consecuencias que asumimos como plenamente dolorosas en un alivio que parece indicar que todo está bien, que todo se arregla fácil. Un alivio inquietante que da que pensar.

 

Consecuencia 3: Enfrentamiento.

Al final, siempre se alcanza el momento de la verdad. Entre mares tranquilos y ríos revueltos, se termina produciendo un choque. Bien y mal. Frío y calor. Día y noche. Bate y colmillos. El autor maneja los ritmos, más o menos acertando en cada uno de ellos, pero lo que realmente le gusta es apostar. Las escenas de resolución son brillantes. Enfrentamientos entre una mujer y su marido, entre una mujer y su amante, entre una mujer y su hijo. Enfrentamientos entre el trabajo y la familia, entre las promesas y la realidad, entre la razón y el instinto. Asistimos como lectores a todas esas peleas, que se saldan con resultados distintos pero siempre afilados, pulidos, trabajados. Siempre hay pequeñas excepciones, pero King termina bien las tramas, culmina satisfactoriamente los enfrentamientos. El desenlace, máximo exponente de ello, adquiere una dimensión mitológica, etérea, trascendente. Hay crudeza, visceralidad y tensión contenida. Y nos deja mal. Pero para bien.

De algún modo, el autor nos enfrenta a nuestros propios prejuicios. Cualquiera puede empezar a leer Cujo esperando encontrar una historia ligera e intrascendente sobre un perro rabioso que ataca a todo el que se le pone por delante. No estamos preparados para ser vapuleados, y King nos vapulea con temas universales que pueden —o no, depende del lector— lanzarnos a la lona y comenzar la cuenta atrás. ¿Tenemos fuerza para levantarnos?

 

Consecuencia 4: Desaparición.

Cuanto todo acaba, debemos asumir lo que queda. Abrazar el vacío, la desaparición, la nostalgia infinita. También aquí el escritor sabe lo que se hace. Él mismo desapareció durante la creación de esta novela, ni siquiera recuerda su concepción y desarrollo. No importa, ya que quedamos nosotros para recordárselo. En Cujo todo desaparece sin abrir nuevas puertas, sin requerir cierres extras ni personajes tramposos. Desaparece Frank Dodd, aunque su presencia fantasmal sobrevuela cada página; desaparece la inocencia de una época a la que se le acababa el plazo; desaparece la visión romántica de la familia. También desaparece nuestra concepción de la novela de terror efectista y chapucera. Cujo no es lo mejor de Stephen King, pero desde luego no es una obra desdeñable ni efímera. Hay terror del bueno, del que anticipa una situación irresoluble y al mismo tiempo te observa de frente para preguntarte: ¿qué harías tú?

Cuando acaba el enfrentamiento, desaparece también el dolor, y después el alivio. Pero quizá permanece algo, agazapado en silencio en el interior del armario, murmurando ansias de venganza y acumulando odio en los ojos. O quizá no, quién sabe.

A modo de extra, incluyo el episodio 109 del podcast El terror no tiene podcast, en el que me invitaron para debatir sobre la novela y su adaptación cinematográfica.

En este nuevo episodio de Territorio Extrañer damos salida a nuestra vena cinéfila para comentar las mejores películas del subgénero “posesiones demoníacas”.

BJ Sal, CG Demian y JL Pascual recomiendan un buen número de títulos en los que el diablo toma prestado cuerpos ajenos para hacer de las suyas. Además, JC García también recomienda cómics sobre posesiones de todo tipo en su sección «Territorio Cómic». Para concluir, asistimos en directo al siniestro percance sufrido por Vicente Ortiz en compañía del adusto Profesor PV.

Esperamos que lo disfrutéis.

2 comentarios

Patricia L.G. septiembre 2, 2021 - 4:01 am

Me parece muy buena esta reseña de un libro que pocos han leido ,pero muchos ya vieron su adaptacion cinematografica…👍👏👏👏y,cual pollito cocido y despicado,nos lleva de la mano a reflexiones que no habia imaginado hasta ahorita…ya no la veré solo una historia sobre un perro rabioso…

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José Luis Pascual septiembre 2, 2021 - 9:56 am

La película obvia mucha de la profundidad psicológica de los personajes, pero la novela es todo un tratado sobre sus traumas.
Muchas gracias por tu comentario, encantado de que te haya gustado la reseña.

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